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domingo, diciembre 28, 2003

Top 5: Estrenos 

1- Embriagado de amor (P.T. Anderson): 40 puntos.
2- Kill Bill (Quentin Tarantino): 22.
3- Pacto de justicia (Kevin Costner): 20.
4- Mujer fatal (Brian De Palma): 16.
5- El ladrón de orquídeas (Spike Jonze): 9.
La peor: Dogville (Lars von Trier): -3.


Sebastíán Nuñez: 1- Pacto de justicia (Kevin Costner). 2- Mujer fatal (Brian De Palma). 3- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 4- Nadar solo (Ezequiel Acuña). 5- Kill Bill, vol. 1 (Quentin Tarantino).

Fabiana Ferraz: 1- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 2- Mujer fatal (Brian De Palma). 3- La flor del mal (Claude Chabrol). 4- Pacto de justicia (Kevin Costner). 5- El adversario (Nicole Garcia).

María Marta Sosa: 1- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 2- El ladrón de orquídeas (Spike Jonze). 3- Kill Bill, vol. 1 (Quentin Tarantino). 4- Lejos del paraíso (Todd Haynes). 5- Mujer fatal (Brian De Palma).

Nicolás Pichersky: 1- Kill bill, vol. 1 (Quentin Tarantino). 2- En construcción (José Luis Guerín). 3- Yo no sé que me han hecho tus ojos (Sergio Wolf y Lorena Muñoz). 4-Atrápame si puedes (Steven Spielberg). 5- Buscando a Nemo (Andrew Stanton).

Juan Manuel Dominguez: 1- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 2- Pacto de justicia (Kevin Costner). 3- Nadar solo (Ezequiel Acuña). 4- Hulk (Ang Lee). 5- Mujer fatal (Brian De Palma).
La peor: Dogville (Lars von Trier).

Leandro Resenzveig: 1- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 2- Kill bill, vol. 1 (Quentin Tarantino). 3- Lejos del paraiso (Todd Haynes). 4- Atrapame si puedes (Steven Spielberg). 5- El viaje de chihiro (Hayao Miyazaki).
La peor: Chicago (Rob Marshall).

Santiago García: 1- Pacto de justicia (Kevin Costner). 2- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 3- Kill Bill, vol. 1 (Quentin Tarantino). 4- Lejos del paraíso (Todd Haynes). 5- Atrapame si puedes (Steven Spielberg).
La peor: Dogville (lars von Trier)/Irreversible (Gaspar Noé).

Juan P. Martínez: 1- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 2- Pacto de justicia (Kevin Costner). 3- Devorador de pecados (Brian Helgeland). 4- Mujer fatal (Brian De Palma). 5- Nadar solo (Ezequiel Acuña).
La peor: Valentín (Alejandro Agresti)/Dogville (Lars von Trier).

Guido Segal: 1- Kill Bill, vol. 1 (Quentin Tarantino). 2- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 3- Mujer fatal (Brian De Palma). 4- Irma Vep (Olivier Assayas). 5- Lejos del Paraíso (Todd Haynes). No voy a dejar de mencionar a las otras cinco: El Arca Rusa, El hombre sin pasado, En Construcción, El viaje de Chihiro y Open Range. La peor: Irreversible (Gaspar Noé).

Agustín Mango: 1- El ladrón de orquídeas (Spike Jonze). 2- Embriagado de amor (P.T. Anderson). 3- El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson). 4- Los rubios (Albertina Carri). 5- Kill Bill, vol. 1 (Quentin Tarantino). Bonus tracks: Mujer fatal, Cravan vs. Cravan, En construcción, Nadar solo. La peor: Matrix Revoluciones (Los Guachouski).

Naza Chong: 1- Irma Vep (Olivier Assayas). 2- La secretaria (Steven Shainberg). 3- El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson). 4- Nadar solo (Ezequiel Acuña). 5- Mujer fatal (Brian De Palma). Me encantan y todos las olvidaron/descartaron: El viaje de Morvern, 800 balas, La mecha, La hora 25, Tan de repente, El juego de la silla y Río Místico. La peor: Bowling for Columbine (Michael Moore).

miércoles, diciembre 24, 2003

El proyecto Wewich 

Un hijo genial (Argentina, 2003). Dirigida por José Luis Massa. Con Julián Weich, Sebastián Francini, Diana Lamas, Sergio Boris y el pelado de Cha Cha Cha. Ficha técnica:
ESTRENO
Puntaje: 1.

Un hijo genial es el punto más bajo al que puede caer el cine. Es una ¿película? realizada con la más flagrante desidia, sin el más ínfimo respeto por el público, que, total, va a pagar la entrada igual. Esto es algo terrible que viene haciendo Telefé con sus productos cinematográficos desde que comenzó a hacer cine. Hay que resistirse a este tipo de películas, oponerse, no dejar que nos engañen con sus estrellitas televisivas al servicio de ejercicios lejanos al cine realizados solamente pensando en el dinero.
Semejante irresponsabilidad hace que nos den un film impresentable; un catálogo de todo lo que se puede hacer mal cuando se filma. Las imágenes de Un hijo genial nos hacen pensar que la película fue filmada en dos días. No hay un solo plano mínimamente pasable en los casi 90 minutos que dura el film. Es más, hasta hay planos fuera de foco, y casi todas las escenas y diálogos y chistes y actuaciones –los villanos actuan como en el peor teatro para niños, o sea, como estúpidos, Julián Weich se recibe como "peor actor del mundo", Francini molesta, el loro parlanchín más todavía- provocan vergüenza ajena. Aunque para momentos vergonzosos tenemos la escena en que un motoquero apura a Julián, este está a punto de ir a las manos, su hijo los separa y le dice: "El eligió la violencia, vos elegí la razón", esto dicho sin la más mínima ironía. Pero el momento más vergonzoso sucede durante los creditos finales, donde vemos el video del tema principal de la película, con Julián y el resto del elenco rapeando y bailando. Y hasta en los créditos finales hay errores, ya que vemos cosas como "Direccón de fotografía" o "Canción Un hijo genial, interpretada por Julián Wewich...". ¡La desidia se nota hasta en los créditos finales! ¡Así no se puede!
Estando Elf y Looney Tunes, De nuevo en acción en cartel, dos grandes películas pensadas para el público infantil pero disfrutables por todos, hechas con sentido del humor, ganas, respeto por el público y sin pensar sólo en el bolsillo, una película como Un hijo genial se convierte en un absoluto despropósito, un objeto a combatir. Eso sin contar que desde el mismo título quiere emparentarse con Un papá genial, el gran film Sandler. Lo último que se dice en el film es: "Tengo un hijo genial", "Y yo un papá". El hecho de que Francini no diga la palabra "genial" es el único acierto de la película. Por lo menos saben que con Sandler no se jode.
Juan P. Martínez.

sábado, diciembre 20, 2003

El metalenguaje como lugar vacío 

Tonto, tontos y retonto (Dumb and Dumberer: When Harry Met Lloyd, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Troy Miller. Con Eric Christian Olsen, Derek Richardson, Eugene Levy y Luis Guzmán.
ESTRENO
Puntaje: 1. En los diarios: No sé cuando se estrenó. Creo que todos le pusieron mala, igual a nadie le importa.

La crítica, al igual que el análisis o la reseña, es un metalenguaje. Es decir, una producción que versa sobre otra producción. El metalenguaje puede ser muy útil para desentrañar significados ocultos o para abrir nuevas lecturas posibles, pero ¿Qué pasa cuando el objeto en cuestión es tan chato y banal que todo metalenguaje basado en él parece inútil? ¿Qué se hace cuando no hay lugar a segundas lecturas o cuando toda interpretación - del estilo "la vida de los personajes refleja el colonialismo norteamericano" - parece forzada? Estamos sin duda ante el límite de la crítica, a las puertas de su fin.
Tonto, tontos y retonto no merece una reflexión profunda porque no hay nada en ella que genere un interés especial. Como precuela resulta lamentable, pues confunde la ternura violenta de los personajes creados por los hermanos Farrelly con estupidez desmedida, desmesurada; incluso confunde retraso mental con imbecilidad simpática, lo cual es indignante más allá de lo cinematográfico. Por encima de una nula búsqueda de innovación, hay aquí una lectura grosera de la filosofía Farrelly: Miller no comprende que el encanto no se esconde en el chiste escatológico aislado, en la broma forzada en base a la pacatería del público. La verdadera gracia está en un sistema absolutamente coherente de demolición de todos los preconceptos sobre lo que debe ser gracioso, en base a una incorrección política adorablemente cómplice. Los Farrelly usan al gag banal para construir personajes inocentemente tontos, pero siempre queribles (ayuda tener a Jim Carrey en el elenco en lugar del mediocre E.C. Olsen). Como si esto fuera poco, el magistral Eugene Levy está plenamente desaprovechado y el monigote que representa su Principal Collins no es más que un mal sueño de su personaje en American Pie, un obseso sexual trazado con brocha gorda.
Hablar de Tonto, tontos y retonto es, después de todo, un acto de bondad, una concesión amigable a un producto tan carente de todo que ni siquiera es posible rescatar un segundo. Se habrá abierto el agujero negro del olvido y una vez más yo, que la he sufrido, y tú, que has seguido estas líneas, habremos percibido el tiempo desperdiciado, momentos irrecuperables invertidos en otro gran vacío expansivo, el de la mediocridad dominante.
Guido Segal.

jueves, diciembre 18, 2003

Otra vez será 

Tribunal en fuga (Runaway Jury, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Gary Fleder. Con Dustin Hoffman, Gene Hackman, John Cusack y Rachel Weisz.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 5.

En el cine, como en el fútbol, siempre es bueno arriesgarse. Como espectador, arriesgarse significa ir a ver películas de la que se tienen pocas referencias o que a primera vista pueden ser catalogadas como menores. Hay muchos que deciden no arriesgarse a ver estrenos que no sean norteamericanos (algo que sucedió poco en Argentina este año) y otros que creen que el cine industrial americano es todo igual y que es poco lo que de allí se puede rescatar. Bueno, como toda posición prejuiciosa, esta descalificación previa lleva a que se les pase de largo muchas buenas películas que, sin ser obras maestras, hacen que el cine siga siendo esa superficie de placer capaz de deparar más de una sorpresa. Últimamente la que más me molesta -y perdón por usar la primera persona- es la actitud despreciativa de antemano hacia el cine americano. Para combatirla no hay nada mejor que jugarse por ver la mayor cantidad de estas películas y rescatar alguna joya. Por suerte siempre las hay, y este año el mejor ejemplo fue La estafa maestra, un film de ladrones que es pura felicidad. Así, en busca de un nuevo trofeo, fui a ver Tribunal en fuga, una película de juicio, y por lo tanto, muy norteamericana. Desgraciadamente salí derrotado. No es que sea un desastre, pero todos los pequeños logros (buen ritmo, un guión correcto, buenas actuaciones a excepción de Dustin, claro) se ven arruinados por la nula capacidad de Gary Fleder para manejar la puesta en escena. La película está llena de planos horribles y de movimientos de cámara inexplicables que ahogan a los personajes, a la trama y a nosotros, los espectadores. Una lástima, ya que los aciertos antes mencionados, sumados a la postura en contra del uso de armas, podrían haber resultado, con un mayor cuidado estético, en una buena película. Malditos prejuiciosos, esta vez tienen razón. No importa: el cine, como el fútbol, siempre da revancha. Otra vez será.
Sebastián Nuñez.

La boda de mis mejores amigos 

American Pie: La boda (American Wedding, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Jesse Dylan. Con Jason Biggs, Alyson Hannigan, Eugene Levy, Seann William Scott, Eddie Kaye Thomas, Thomas Ian Nicholas y Fred Willard.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8.

a F.

Hace cuatro años llegó al mundo una pequeña gran película llamada American Pie. Deudora no tanto de la horrorosa saga de Porky’s sino más que todo de las comedias ochentosas de John Hughes, la película nos presentó a unos personajes entrañables y sus divertidísimas desventuras sexuales, sin una onza de la misoginia feroz de Porky’s y sus secuelas e imitaciones. Aquí las chicas pensaban, tenían sexualidad, se divertían. Sí, eran objetos sexuales del sexo opuesto, pero los hombres también lo eran para ellas. La segunda entrega de la saga profundizó aun más en todo eso. Uno (yo) terminaba enamorado de los personajes, y estos se divertían, y nosotros con ellos, y crecían.
Para este tercer capítulo algunos faltaron a la cita, pero los más adorables están aquí. Jim, el pervertidito y Michelle, la ninfómana con aspecto de chica inocentona, van a casarse, y Jim invita a sus amigotes Finchito y Kevin. Stiffler se acopla a la celebración, para la desdicha de todos, pero luego termina revelándose como un ser humano excepcional.
Varios de los momentos más brillantes de la saga se encuentran en esta tercera entrega, en especial una improvisada compentencia de baile entre Stiffler y un "oso" en un boliche gay musicalizada con algunos de los temas más inolvidables de los ochenta, como Maniac de Michael Sembello, Heaven Is A Place On Earth de Belinda Carlisle y Sweet Dreams de Eurythmics. Y acá hago un pequeño paréntesis para aclarar lo único que no llegó a convencerme de la película, y es el hecho de que tanto en la antedicha escena como en gran parte de la película nos pintan al babosiento Stiffler como un homosexual en potencia –esto ya aparecía, en menor medida en la segunda parte-, pero esto queda en la nada hacia el final.
Más allá de este pequeño desliz, American Wedding, con sus encantadores personajes que ya son parte de nuestras vidas, con sus tortas de casamiento cubiertas de vello púbico, con sus personajes que comen caca de perro, con la maravillosa puteada "Grandmotherfucker", es una película que transmite felicidad en todo momento.
Alguna vez se acusó a la primera American Pie de tener una visión puritana sobre el sexo. Con esta película, que nos dice que la unión entre un pervertidito y una ninfómana es "algo perfectamente normal y natural", y que no por estar casados van a dejar de ser lo que son, nos reafirma su visión completamente libre del sexo. Estas películas hacen bien.
Juan P. Martínez.

Cayendo del otro lado del muro 

Vladimir en Buenos Aires (Argentina, 2002). Dirigida por Diego Gachassín. Con Pasha Kyslychko, Mikhail Rojkov y Camila MacLennan.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 6.

Después de la incontenible explosión de la Unión Soviética, el mundo se disgregó. Para muchos fue la apertura de la búsqueda de oportunidades, para otros fue la perdida de tantos años de lucha. Algunos emigraron, quizás también resignados en necesidades económicas, para validar proyectos, por el clima, por la gente, por la experiencia o por el solo hecho de seguir buscando salidas. Vladimir abandona a su familia y viene a Buenos Aires en busca de un sueño idealista, ayudar a otros que, como él, llegan y no tienen serias condiciones de vivienda por falta de garantes. Nuestro amigo ruso trabajó sobre el meollo como punto de partida: economizar recursos y encontrar soluciones desde la producción del nicho. Luego recorre la experiencia de su historia en Buenos Aires y cambia de rumbo por el accionar de las mentiras, la corrupción, la ignorancia, el nihilismo, la impericia y las pocas respuestas. Su camino se hizo más estrecho, oscuro y fue perdiendo el foco, su objetivo se volvió más difuso. La posibilidad de la diacronía muere frente al destino nefasto de un presente sin salida, y aunque ya hace tiempo se dice que la historia funciona en espiral, Vladimir necesitaba respuestas en ese instante y no tenerlas lo conducen a la tragedia.
La película, correctamente filmada en blanco y negro, es interesante como retrato, tiene una búsqueda formal en ese sentido, y se acerca al documental desde la política social. Las relaciones con Bolivia son muy directas: las historias son similares, pero las búsquedas de los personajes son distintas, al igual que la manera de filmar de Caetano y la de Gachassín. Este último busca la prolijidad y logra una película honesta e interesante, aunque no ofrece grandes ideas visuales y tiene algunos problemas con el guión. El uso constante de fuera de campo le aporta un valor artificioso que agranda la película, pero hay planos que se agotan e historias que se pierden, como Vladimir, perdido en la ciudad de la furia y enfurecido con el mundo imposible.
Leandro Rosenzveig.

miércoles, diciembre 17, 2003

Embriagado de azúcar 

Elf, el duende (Elf, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Jon Favreau. Con Will Ferrell, James Caan, Bob Newhart, Edward Asner, Mary Steenburgen y Zooey Deschanel. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios:
Diego Batlle (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Ambito Financiero: 8.

Elf, el duende es una muy buena comedia. Y lo demuestra a través del timing narrativo, de la gracia y fisicidad de sus personajes y de la sutil inteligencia depositada en un relato simpatiquísimo. El héroe de este cuento navideño, tan inocente como para no reconocer conducta social alguna, es Buddy, un Will Ferrell alejadísimo de la corrección prescripta en films destinados a la infancia, que expone una vez más otro poco de ese espíritu estilo Saturday Night Live al cual ya nos tiene acostumbrados después de su participación en El triunfo de los nerds, Superstar y Zoolander. Con ingredientes como Santa Claus, sus renos y trineo, y toda la parafernalia asociada a la nochebuena por un lado, y los más reales humanos carentes de espíritu navideño e ilusión por el otro, la libertad descontrolada con la que se desarrolla la película es asombrosa. Lejos de ser una fabuleta más, Elf se va convirtiendo en una historia que abandona todos los lugares comunes destinados al público infantil: el padre es afectivamente inservible por simple desidia, la policía montada representa a los archivillanos de la película, los spaghettis con chocolate y jalea de maple sobreabundan y el pino navideño familiar es robado del Central Park. Ni hablar de la ironía de la escena de la movilera de TV cubriendo los sucesos de la nochebuena. Lo único malo de todo esto es que no tengamos acceso a ninguna copia en idioma original con subtítulos.
Fabiana Ferraz.

martes, diciembre 16, 2003

4 x 1 

Oscar Alemán, vida con swing (Argentina, 2002). Dirigida por Hernán Gaffet.
Puntaje: 5.
Documental que intenta, a fuerza de un discurso que hace de lo pedagógico un mandamiento, recordar la figura del mítico músico Oscar Alemán. La nobleza de la película le da cierto valor pero no alcanza como para ignorar su inflexibilidad y su costumbrismo como documental. La pequeña ayuda de sus amigos, bah, entrevistas a personas cercanas al ídolo hacen de la figura de Alemán una deidad y no permiten que aquel swing del titulo exista. Aquello solo lo logran las imágenes de aquel artista en acción (y canción) Oscar Alemán, el mejor guitarrista del mundo, de no ser por ese gitano de Europa.
Abrazos, Tango en Buenos Aires (Argentina, 2003). Dirigida por Daniel Rivas.
Puntaje: 3.
Filmada durante el Quinto Festival Buenos Aires Tango, la película cuenta con el auspicio del Gobierno de la Ciudad –hay un plano de Ibarra bailando-. La película da voz a la old-school y a la nueva generación de músicos tangueros y algunos fans por ahí sueltos. El problema, por lo menos en mi carácter pop-pulista, son algunos sectarios (no tan viejos como ustedes creen y más vigentes que aquellos que mantienen el discurso contrario) que ya no pueden decir semejantes ingenuismos trogloditas de doble filo con tanta impunidad sin importar qué tan bien toque o si convierte al agua en petróleo. El tango es un sentimiento, lastima que creen que es el único que puede generar semejante sensibilidad si no sos un Rob Gordon cualquiera. ¡Andá a cantarle a Bruce Springsteen!
Sangre (Argentina, 2003). Dirigida por Pablo Cesar.
Puntaje: 4.
Otro Pablo Cesar, el director de Fuego Gris, pero ahora con el caleidoscópico Edipo entre dos hermanos y su madre consigue, en clave (sostenida) de autobiografía, un film aceptable que falla debido a ciertas imágenes surrealistas sacadas de la billetera de Subiela. El resto es sofocante, en momentos de forma efectiva. Los espacios de cada personaje son lo que mejor crea el director. Pero insuficiencias más, insuficiencias menos, aun así se ve el intento de hacer un film. No es Bonifacio, ni Marc, la sucia rata ni Click!. Nunca pensé escribir algo así pero los cameos de Melingo, el Baihano de Los Pericos y Calabró son brisas que dan sustancia al film cuando corre el riesgo de empantanarse.
Marc, la sucia rata (Argentina, 2003). Dirigida por Leonardo Calderón.
Puntaje: 1.
El policía, un Droopy que sigue a Marc en todos lados, le dice al roedor que en la escuela aprendió sobre el inconsciente, que puede ayudarlo. Marc feo, sucio y malo, responde que seguro asimiló tal conocimiento para saber dónde está ubicado aquel y así poder apuntarle. Ay. Un ping pong de preguntas y respuestas, pensado con la misma dinámica que un show de dúo cómico (frase-pie seguida de frase-remate), donde el policía vomita arcaísmos institucionales que vendrían a representar ¨lo socialmente aceptado¨ en el mesozoico -¨¿Qué pensarían sus padres si lo vieran así? ¨- y Marc, responde con neologismos que tienen la misma profundidad que un horóscopo Bazooka.
Juan Manuel Dominguez.

La individualización como modelo rancio 

¿?
CAPRICHOS

"Recuerda cuando te sientas muy pequeño e inseguro qué improbable es tu nacimiento y reza que haya vida inteligente en algún lugar del espacio porque hay basura aquí en la Tierra". Con esta típica muestra del humor Python finaliza esa maravilla audiovisual llamada Galaxy Song, de la película El Sentido de la Vida (1983). Con absoluta simpleza y justa franqueza, Cleese y compañía se acercan a un problema filosófico de tremendas dimensiones, el cual, no por ser encarado jocosamente, deja de perder peso en la actualidad. La cuestión, en pocas palabras, se resume en lo siguiente: el ser humano es el único animal que posee consciencia y es por ello que es el único capaz de reflexionar sobre su función en la vida, su posición espacio - temporal y el papel que cumple en relación a otros seres humanos. Esto acarrea una obvia pero aún así implacable pregunta: ¿Qué me diferencia a mi como persona del resto de las personas? Cavemos más profundo: Si la gran mayoría de los mortales es como yo, ¿Por qué debería importarme lo que ocurre con sus vidas?
Si bien la cuestión supera al ámbito del cine, considero que hoy más que nunca es el momento de replantearlo. Agobia ir al cine y encontrarse gran cantidad de las veces con productos centrados en personajes corrientes y triviales, ocupados en los problemillas de sus pequeños entornos. Harto me siento de escuchar a esa voz centroamericana tan presente en los trailers repitiendo "Billy Thomas era un empresario exitoso" o "John Smith creía que lo tenía todo". En el fondo, ¿por qué deberían importarme las historias en primera persona, las peripecias del señor John Doe?
Cierto es que esta tradición se remonta a los comienzos del cine y el culpable, como ya lo dije, es el señor Griffith (
ver mi crítica de El arca rusa). También debo aceptar que muchas obras maestras (para no decir la mayoría) trabajan en base a este modelo. El problema incluso se da en el resto de las artes desde tiempos inmemoriales. No discuto la tradición histórica pero sí me permito la posibilidad de cuestionar la vigencia del modelo. ¿Por qué no reflotar a los soviéticos, con Eisenstein a la cabeza, que buscaban un cine de las sociedades en lugar de un cine de las personas? ¿No es más interesante investigar en base a las historias de la Historia, donde no importan las personas sino los procesos y los movimientos? Si El arca rusa logra ser una obra maestra y no necesita de protagonistas, ¿no podemos desterrar de una vez por todas a los Miles Massey - para citar a un ejemplo cercano-, acabar de una buena vez con ese agotado modelo hollywoodense de contar la pequeña historia en vez de narrar la Gran Historia que nos incumbe a todos por igual?
La intención de este brevísimo comentario es abrir el juego. Hay mucho más por decir y no dudo en que habrá más de una respuesta. Espero destrabar una puerta al diálogo y a la refléxión porque la base de todo arte - aquello que lo mantiene vivo- es la posibilidad de cuestionar sus mecanismos.
Guido Segal.

lunes, diciembre 15, 2003

Tierra de policías 

SWAT, Unidad especial (SWAT, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Clark Johnson. Con Colin Farrell, Samuel L. Jackson, Michelle Rodriguez, LL Cool J, Josh Charles, Jeremy Renner, Brian Van Holt, Olivier Martinez.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios:

SWAT fue una serie bastante famosa durante la década del 70. En una época donde sólo había televisión por aire, ésta fue una de las series que más veces se pasó en los canales argentinos. Con solo 34 capítulos, bastaban un par de meses para agotarla y comenzar con las repeticiones. Al verla, uno sentía que SWAT era el grupo más bueno y noble de toda la policía de Los Angeles. Con los años, quienes miraban la serie, habrán descubierto que sólo allí los policías del grupo eran buenos. En general, en los demás programas o películas eran mostrados como un grupo violento, necio e inhumano. Lo que nadie dudaba era que se trataba de un comando especial. Y eso recupera la película del experto en policiales televisivos Clark Johnson. En cuanto al grupo, la película conforma uno nuevo, más moderno, aunque manteniendo la idea integradora y abierta de la serie. A los afroamericanos (uno de ellos es ahora jefe del grupo) se le agrega una mujer latina (nada menos que Michelle Rodriguez) que es incluida en el grupo a pesar de la oposición de los superiores. Pero más allá de los aggionarmientos, SWAT, la película, tiene poco para ofrecer. No se podría decir que es una mala película, porque no lo es, pero tampoco se acerca ni de lejos a la categoría de policiales importantes. No hay escenas que permitan dejarla en la memoria de los espectadores y aunque las casi dos horas fluyen sin ningún problema, no hay motivo aparente para desear verla por segunda vez o esperar con ansias su aparición en video o DVD. Tal vez lo mejor que se pueda decir de la película pase por un gran elenco que, aunque no está aprovechado, le da sustancia e importancia a escenas que sin ellos serían aun más irrelevantes. Nada malo se puede decir de la película tampoco, así que sumadas ambas partes se puede afirmar que SWAT puede entretener un rato en el cine, pero no deja demasiado más allá de las nada aburridas dos horas de metraje.
Santiago García.

martes, diciembre 09, 2003

West Side Story 

La mecha (Argentina, 2003). Dirigida por Raúl Perrone. Con Nicéforo Galván.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios:

Un viejito de apellido Galván –el mismo de Late corazón, el anterior (gran) film de Perrone- recorre la zona Oeste del Gran Buenos Aires en busca de una mecha -que dejó de fabricarse- para un calentador. De eso trata esta historia mínima que es la antítesis de la historia mínima del viejito en Historias mínimas de Carlos Sorín, aquel engendro que tanto se ha sobrevalorado aquí, allá y en todas partes. Mientras que Sorín recurría al golpe bajo y a la sensiblería para emocionar, Perrone lo hace con buenas armas. Tanto el protagonista como los personajes secundarios son simpáticos y queribles, y la cámara de Perrone no necesita más que mostrarlos para emocionar.
Este es el tipo de películas en las que aparentemente "no pasa nada" y que son el blanco de aquel grupo de críticos que se empeña en descalificarlas para luego reivindicar a horripilancias como El polaquito, India Pravile y aledaños. Jorge Carnevale lo ha hecho desde su nefasta columna en la revista Ñ de Clarín, mientras que Paraná Sendrós de Ambito Financiero le pone "Buena" pero la mata desde el título de la nota, que es: "Perrone atípico (para teóricos)", una vil mentira. Pero los que piensan que aquí "no pasa nada" es porque no saben ver más allá de la sinopsis del film. Sí, la anécdota de La mecha es ínfima, pero aquí pasan muchas cosas. Y Perrone las filma con lujo de detalle. La cámara sigue a nuestro protagonista en su odisea de un día, y logra hacernos partícipes de ella. Lo vemos a Galván yendo de localidad en localidad, de ferretería en ferretería, encontrándose con su yerno que lo invita a almorzar, viajando en auto, en colectivo, en remis y luego de nuevo en colectivo, y cuando llega el final de la película –cuando Galván llega a su casa- sentimos una ternura incontenible no sólo por el viejito Galván sino por todos y cada uno de los inolvidables personajes que se pasean por el film. Y, como dije, sin sentimentalismos baratos.
Juan P. Martínez.

Esta naturalezzzzzzzzz 

Tierra de osos (Brother bear, EEUU, 2003). Dirigida por Aaron Blaise y Robert Walker. Voces: Joaquin Phoenix, Jeremy Suarez, Jason Raize y Rick Moranis.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Fernando López (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 4; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6.

La forzada apelación a la ternura, a los mensajes importantes con valores morales positivos marca Disney y a la grandilocuencia están más presentes que nunca en este nuevo producto de la compañía del Ratón Mickey. Pero todo mal hecho, como si fuera un producto descuidado. La ternura que intenta transmitir el personaje de Koda (el osito pequeño) se corporiza en un personaje verborrágico que roza con lo insoportable, y los alces son tan tontos, molestos y parlanchines que reclaman por todos los costados un poco de la fisicidad silenciosa que requiere cualquier comic relief. El mensaje moral importante y positivo (que sería algo así como el respeto y cuidado hacia la naturaleza representada por la comunidad de los osos) se olvida cuando esos mismos osos arremeten contra la comunidad de los peces, que son cazados y mutilados durante toda la película como si no formaran parte de esa madre naturaleza que la película intenta mostrar como intocable en su ecologismo naif. Toda la historia está subrayada por las canciones tamborileras con temática épica de Phil Collins (incluyendo una interpretación por parte de Tina Turner) que le suman más pretenciosidad que contenido y emoción genuina. En cuanto al trabajo de diseño, parece más logrado y cuidado el de los títulos que el de los dibujos y la animación pretendidamente realista –los osos tienen demasiada forma de oso– de la película. Esa intención de realismo (que choca con la evidencia del mundo de artificio de la animación Disney) le quita toda posible simpatía a los personajes y a los paisajes donde transcurre esta historia, enmarcada en una civilización aborigen con creencias espirituales fantásticas fuera de cualquier entorno temporal reconocible.
Fabiana Ferraz.

Bella de día 

El mosquetero (The Musketeer, Alemania/Gran Bretaña, 2001) Dirigida por Peter Hyams. Con Catherine Deneuve, Stephen Rea, Mena Suvari
ESTRENO
Puntaje: 3. En los diarios:

La insulsa versión de Peter Hyams del clásico de Alejandro Dumas tiene el mérito de ridiculizar a todos los que la representan y de dejar pasmado a todo aquel que se atreva a padecerla. Además de las horribles licencias que se tomó el autor para la adaptación cinematográfica, detalles como la omisión de Milady, inciertos cambios de nombre, indicios que pretenden iluminar al espectador y por el contrario, lo único que logran es poner en evidencia la escasa habilidad del director, en fin, un rebautizo inverosímil. No conforme con ello, el director de El día final, decidió innovar también en las coreografías (secuencias importantísimas en este tipo de películas) y trabajó con Xi Xin Xiong. El coreógrafo honkonés ensayó una fusión de las clásicas peleas de los Wu Xia Pian (cine de artes marciales histórico) con los combates de capa y espada occidentales. El resultado fue un híbrido insólito. Movimientos afectados, exentos de audacia, sablazos poco coordinados y vuelos vía arnés demasiado evidentes. Las secuencias decisivas en donde los mosqueteros deberían hacer gala de su tradición heroica no pueden surgir naturalmente en el relato, están planificadas con tanta pompa (olvídense de El conde de Montecristo) que producen ruido, desentonan, se ven ajenas a los personajes y a las circunstancias narrativas.
Nadie salva a este pretencioso bodoque ¡Y eso que actúa Catherine Deneuve! La exquisita Catherine aquí es la reina de Francia... Truffaut estaba convencido de que el espectador se encontraba a gusto simplemente mirando a Catherine, y que esta contemplación, ya compensaba el precio de la entrada al cine. La impresión que causa la actriz es grata, cierto, pero Truffaut, en el mismo artículo (Trabajando con Catherine Deneuve. El placer de la mirada, Paidos, Barcelona, 1999) afirmaba que “nunca se relaciona a Catherine Deneuve con una película mediocre y, por lo tanto, con una noche perdida.” El artículo fue escrito en 1969, cuando la Deneuve ya era historia en el cine. El cine, como el amor, es un extraño juego. Cuando la estrategia no es lúcida suceden estos desastres. Pobre Catherine, igual ella está regia.
María Marta Sosa.

miércoles, diciembre 03, 2003

Contra la exaltación de la mediocridad 

Esta es la extensa respuesta de Juan al
ataque de María Marta, que contestaba al 1 que Juan le puso a la película A los trece, que era una respuesta al 8 de María Marta.

He leido con detenimiento los cargos por los que me acusa, creo que injustamente, María Marta en su respuesta a mi nota sobre el film A los trece. MM comienza su diatriba descalificadora exaltando valores inexistentes en un programa como el de Chiche Gelblung. Dice que sus informes “nunca condenan”. Con sólo haber visto unos minutos del informe sobre Creamfields, en el que trata a sus concurrentes de drogadictos sin salida, ese argumento se hace agua completa e instantaneamente. Lo único que hice fue comparar los informes del programa con el contenido de la película, que a todas luces se asemejan bastante, asi que dudo que haya sido un error tan grave el haberlo hecho.
En el siguiente párrafo MM critica mi utilización de la palabra “abrupto”. El hecho de que los cambios en la protagonista –y con esto no me refiero a su peinado sino a dejar las barbies y hacerce amiga de Evie- sucedan de una escena a la otra hace que me resulten abruptos, asi que no veo una razón lógica por la cual no debería usar esa palabra. Encima alega que digo esto como si estuviera “compartiendo un café en la mesa de Polémica en el bar” (otra referencia a un compendio de ideas de ultraderecha, como Chiche Gelblung, como la película en cuestión; parece una constante en MM mencionar cosas de derecha). Voy a aclarar algunas cosas: 1) No me gusta el café; 2) Si me gustara no lo compartiría; 3) Si me gustara y lo compartiera jamás lo haría rodeado de gente como Sofovich y aledaños. 4) No sé qué diablos quiso decir con eso.
Con respecto al tercer párrafo, es obvio que la realidad del relato intenta corresponder a la realidad fuera del mismo. Después de todo, la película se plantea a si misma como realista (de ahí a que lo sea o no es otra historia). Luego dice que comparo los hechos de la narración con mis experiencias cotidianas. ¿Se puede saber dónde diablos hago eso? ¡En ningún momento de la nota mencioné experiencias propias! Encima dice que lo hago torpe y sentenciosamente.
En el último párrafo empiezo a entender lo que MM quiso decir antes con lo de “experiencias cotidianas”. Creo que se refiere a mi descalificación del film por su manera de retratar a latinos y negros. Eso en nada tiene que ver con experiencias propias. Es evidente que si la película dice que son los negros y los latinos quienes llevan por el mal camino a la protagonista es que algo no anda bien. A no ser que se refiera (y espero que no) a que para ella –como para las realizadoras del film- no está mal que se trate así a latinos y negros, y que por “mis experiencias cotidianas” para mí sí lo está. No lo sé, la verdad no lo sé.
Luego, para resguardarse, recurre a la cita, con la que no estoy para nada de acuerdo. MM parece que tampoco, y ahí pisa el palito, porque al comienzo de la nota tiene que aclarar sobre el pasado (y presente) nefasto de Gelblung.
Mucho se ha hablado sobre la relevancia de la ideología en la apreciación o no de una película. Cuando se escribe sobre un film de Leni Riefensthal o El nacimiento de una nación de Griffith, casi siempre se hace referencia a su peligrosa ideología, aunque la critica sea favorable. En el caso de A los trece, creo que es una película mala en todos sus aspectos cinematográficos, y eso lo aclaré en la crítica. Pero además de eso es una película peligrosa. Y creo que está en los intereses de uno el aplicarlo o no en su crítica. Yo lo apliqué. ¿He cometido algún crimen al hacerlo? Lo dudo.
Juan P. Martínez.

Voy a abrazarme a tus pies 

Jugando con el destino (Bend it Like Beckham, Inglaterra-Alemania, 2002). Dirigida por Gurundir Chadha. Con Parminder K. Nagra, Keira Knightley, Jonathan Rhys-Meyers, Anupan Kher y Archie Panjabi.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 7. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Fernando López (La Nación): 8; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6.

Una joven hindú (Parminder K. Nagra) rompe frontalmente con toda la tradición familiar al entregarse a la vocación de su vida: el fútbol. A la simpatía, bondad y habilidad de la joven y su amiga (Keira Knightley), se opone la estupidez, la rigidez y el griterío molesto de su familia tradicionalista. La combinación es perfecta porque todos queremos que ella triunfe en el fútbol. Hasta el más estúpido de los opositores a que las mujeres practiquen este deporte se sentirá inclinado a cambiar de opinión (si no lo hace no importa, pero cuanta menos gente idiota haya…). Esta comedia es, ante todo, una película de deportes, por lo que no es necesario contar el final. Pero créanme que está a la altura de las mejores películas del género. En cuanto a la historia, nos encontramos frente a una simpatiquísima comedia costumbrista (todo el costumbrismo lo aportan los familiares) con muchísimos chistes graciosos (y varios no tanto) y escenas que, de tanto repetirse, adquieren una forma absurda que resulta por demás efectiva. Prueba de esto es la cantidad de veces que la familia descubre que ella juega al fútbol sin permiso. ¡No logra esconderlo ni una sola vez! Pero mejor que así sea, porque de esa forma perdemos todo temor a que ocurra algo realmente malo. En un país como el nuestro que tanto ama el fútbol el fracaso de una película como esta puede significar varias cosas: Machismo, xenofobia o cinismo. Las tres cosas son posibles. No hay duda de que si realmente se le prestara atención a este film, se descubriría que detrás de su inocencia y su elemental conflicto, estamos frente a una película política. Más aun en un país retrógrado como este.
Santiago García.

martes, diciembre 02, 2003

El criterio de verdad del ¿crí­tico? 

Polémica por A los trece.
CAPRICHOS

En momentos en que el mundillo cinematográfico se empeña en discutir Pacto de justicia, Kill Bill y Río Místico, nosotros decidimos pelearnos por A los trece. Primero la vio María Marta y le gustó mucho. Más tarde, Juan la odió y necesitó descargarse a través de la escritura. MM le contesta con los tapones de punta y Juan, enojado, promete una respuesta inminente.
Acá se puede leer el ocho de MM que inició la saga. Y acá Juan responde con un uno.

Estamos al tanto del nefasto pasado del señor Samuel Chiche Gelblung, pero sus informes televisivos del ciclo Memoria y Edición Chiche son irresistibles. El estilo G. (así lo denominaré durante la nota) es la meca del artificio y la exageración. Los informes G. Son tendenciosos, perfilados, moralistas, pero (salvo en los Culpable o inocente, donde sí se emite un veredicto tipo tribunal) jamás condenan, ni siquiera el debate posterior, con algún implicado a la historia en cuestión arroja algún tipo de conclusión. En este punto, coincido con la escritura de Juan; aunque su estéril comparación de A los trece con el estilo G., carece de pruebas argumentativas, debemos inferir que se trata de un parangón negativo, porque mi compañero nunca expone qué entiende por “informe televisivo al estilo Chiche Gelblung”.
En cuanto al cambio “abrupto” de la protagonista, Juan debería saber que los hechos extraordinarios ocurren en la vida. El adjetivo utilizado denota la pasión por lugares comunes del escritor. Como si estuviera compartiendo un café en la mesa de Polémica en el bar, Juan sentencia en una operación soberbia, ya que el inicio de la protagonista en la vida loca es progresivo: primero cambia su vestuario, luego su peinado, maquillaje, y finalmente sus amistades.
Juan parece no estar interesado en la subjetividad del narrador y de los personajes, se sale de lo cinematográfico y se empeña en juzgar si la realidad virtual que se da dentro de la película corresponde a una realidad verificable fuera del relato. Extrae de manera torpe y tendenciosa hechos de la narración y los compara con sus experiencias cotidianas. Juan clasifica su conocimiento de los hechos, no el que las narradoras tenían de ellos.
Para el final, el crítico, a esta altura comentarista, continúa con su experiencia cotidiana más tradición cultural y acusa a la cinta de amenaza mundial... Una vez más, me veo en la obligación de advertirle a Juan que las significaciones que sacó de A los trece, estaban en la forma lógica del concepto, porque parafraseando a Enrique Anderson Imbert “los conceptos por estar estructurados en un obra de arte, quedan subordinados a la intuición estética”. En conclusión, Juan se preocupa por el terrorismo, la situación de los latinos en el mundo, el tole-tole planetario, tanto activismo lo oscurece y le impide ver la luz del arte que también habla en tiempo presente.
María Marta Sosa.

Juan le contesta acá.

lunes, diciembre 01, 2003

Cambio dolor por libertad  

Kill Bill, la venganza: volumen 1 (Kill Bill-Vol. 1, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Quentin Tarantino. Con Uma Thurman, Lucy Liu, Vivica A. Fox, Michael Madsen, Daryl Hannah, David Carradine.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 10. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Luciano Monteagudo (Página/12): ; Pablo 0. Scholz (Clarín): 10; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.

Da la impresión de que Kill Bill: La venganza (Volumen 1) es el sueño hecho realidad de Quentin con el que fantaseó tantas veces. Parece ser una ensalada gigantesca de sus gustos favoritos perfectamente cortada, con elementos frescos y jugosos. Quentin utiliza diferentes recursos visuales: pantalla dividida, animé, cámara lenta, le otorga más brillo a determinados personajes, imágenes digitales y uso del blanco y negro. Sólo hay una escena que, a causa de la calificación y autocensura, se aparta de los motivos estéticos: una secuencia con una cantidad desorbitada de muertes y sangre a la cual se decidió sacarle el color en varios países incluyendo el nuestro.
Quien antes era Cobra negra (Uma Thurman), luego de despertar de un coma de 4 años, decide cobrar venganza contra quienes mataron a nueve personas en su casamiento y le dieron a ella una feroz paliza estando embarazada. Tanto Cobra negra como quienes le propinaron la golpiza, trabajaban para Bill. Vengarse, para la ex Cobra negra, es placer o satisfacción a partir del agravio. Y este último es mayúsculo cuando se trata de muerte en la situación de amor más importante de su vida (embarazo, boda, seres queridos). Tarantino homenajea con Kill Bill a muchos géneros: películas orientales de artes marciales (especialmente de la década del 70), westerns (fundamentalmente el spaghetti), gore (brazos chorreando litros de sangre) y hasta a una película de Truffaut, La novia vestía de negro. La violencia que mostrada se vuelve exhibicionista mediante el esteticismo. Puro placer visual. Pero no es un baile como para John Woo, porque Tarantino se da el gusto de festejar junto a sus películas favoritas, y lo hace con una mezcla y potencia visual resultado del artificio explosivo en su máxima potencia. Así se vuelve un cultor de las imágenes, cuidadosamente perfectas, que desatan furia y hacen valer su talento. Todavía quedan asesinos en la lista de la ex Cobra negra; la causa y efecto es algo inquebrantable para ella. Y ahora a esperar la esperada-total-venganza en el próximo volumen.
Leandro Rosenzveig.

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