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jueves, agosto 12, 2004

Detrás de todo sólo hay una mujer 

Las mujeres perfectas (The Stepford Wives, EEUU, 2004). Dirigida por Frank Oz. Con Nicole Kidman, Matthew Broderick y Bette Midler.
ESTRENO
Puntaje: 4.

Stepford es un paraíso menemista: parques empalagosos, casas gigantes y un batallón de esposas rubias de botiquín con vestidos floreados -¡puaj!- bien dispuestas a hacer felices a sus maridos. Siniestras geishas sonrientes que irradian tanta lozanía como tilinguería.
Allí se muda el personaje de Nicole Kidman, que es legalmente blonda pero que aquí está obligada a lucir un castaño para demarcar de manera pueril desde lo visual que ella es distinta: trabaja, es exitosa y viene de la ciudad (estos últimos temas parecen obsesionar al mainstream: en Papá soltero, otro reciente estreno, Will Smith en un cameo bochornoso se asume un poco estúpido por no compartir tiempo con sus hijos por su trabajo pero logra convencer al bueno de Ben Affleck, ex ser urbano, que decide rechazar una oferta laboral y quedarse finalmente con su primogénita).
Lo que en principio parece un prometedor intento a puro humor negro, se diluye para convertirse en una comedia fláccida, con momentos de machismo explícito y casi ningún gag efectivo. A Joanna (Kidman) la echan de la cadena de televisión en la que trabajaba luego de que uno de los miembros de un reality show que ella pergeñó -sugerentemente llamado I could do better y que perdido en la traducción sería algo así como "Podría irme mejor"- enloqueciera porque descubre que su mujer lo engaña.
Sin trabajo, la protagonista, pintada desde un principio como despechada y fría frente a la agobiante generosidad de las mujeres del pseudo-country, colapsa y se instala en Stepford con toda su familia. Con un grupo de "inadaptados" Joanna decide investigar qué pasa en ese misterioso lugar. Y descubre que en realidad todas ellas han caído en un perverso plan que las terminó robotizando para que hicieran todo lo que sus maridos desearan, es decir, que detentaran esa curiosa perfección (la que el director Frank Oz decide ver y sobre todo mostrar como tal, en todo caso, frente a la "imperfección" de la protagonista que no quiere ser prisionera y no tiene alma de robot). ¿Un complot masculino para combatir la creciente independencia de sus esposas? ¿Una conspiración de los hombres contra la liberación femenina? No. Lo curioso -e ideológicamente aterrador- es que, por unos vericuetos de guión, detrás de todo sólo hay una mujer.
De más está decir que Las mujeres perfectas es una película prejuiciosa y simplista. Y que Oz tendría que buscar en el diccionario el significado de la palabra sutileza.
Agustina Larrea.

miércoles, agosto 11, 2004

¿Gracias Papá? 

Papá Iván (Argentina / México, 2000). Dirigida por María Inés Roque.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8.

Papá Iván no es sólo un documental sobre un montonero muerto en un enfrentamiento con las fuerzas represivas militares, también es la historia del enfrentamiento moral de una hija que vivió la ausencia física del padre. "Hubiese preferido tener un padre vivo que a un héroe muerto" confiesa ella en la mitad de su relato para despejar los sentimientos contradictorios con los que permanentemente inundó la película hasta ese momento. Se nota admiración pero también rechazo y bronca por la imposibilidad de tenerlo, de no haber podido despedirse de él.
Cuando Juan Julio Roque "Iván" asume la responsabilidad de pasar a la clandestinidad, también asume la posibilidad de dejar a una familia sin padre. Por eso escribe una carta hacia su hija que ella misma, la directora Maria Inés Roque (Argentina, radicada en México), establece como punto de partida para su documental y que trabaja como hilo conductor sin perder la fuerza de su continuidad hasta establecerla como cierre. A través de los relatos de los compañeros de su padre, de los traidores, de sus familiares, de su madre y de su propia voz cuestiona la supremacía de la ideología sobre la de la filiación primaria familiar (el privilegio de lo general sobre lo particular que termina siendo influido por lo general). Pero no establece conclusiones determinantes.
Une a Los rubios de Albertina Carri la potencia del relato contado por los hijos mediante los recuerdos, la investigación y la voz de quienes acompañaron a sus padres en sus últimos momentos. Pero Maria Inés Roque elige contar la historia con ella misma siendo una parte fundamental para el desarrollo de sus cuestionamientos. Expresar sus sentimientos con su propia voz hace que tenga una fuerza emocional inigualable. Y el recorrido de hoy por el viejo camino del barrio que parece no haber cambiado nunca le da la posibilidad de tener los pies descalzos pisando vidrios, pero esta vez con los ojos abiertos.
Leandro Rosenzveig.

viernes, agosto 06, 2004

El mundo privado de la oscuridad 

Yo Robot (I, Robot, 2004). Dirigida por Alez Proyas. Con Will Smith, Bridget Moynahan, James Cromwell.
ESTRENO
Puntaje: 6 (aunque este no es el punto de la crítica).

El 11 de Noviembre de 1960 se emitió por primera vez en los Estados Unidos el episodio número 42 de La Dimensión Desconocida. Ese capítulo, títulado "El ojo del observador", construía una delicada alegoría sobre la belleza, la aceptación y la tolerancia a lo diferente (moraleja incluida) dentro de la precisión estipulada de 25 minutos. Con la sola ayuda de decorados de cartón, iluminación expresionista (y todo el imaginario de ese cine, sumado también al desarrollo del terror en los años 30) y mucha inventiva desde la evolución narrativa, Rod Serling produjo uno de los episodios más perturbadores y fascinantes de su genial serie, y aún hoy, 44 años después, se mantiene su vigencia.
La pregunta ahora es: ¿Cómo es posible que en el año 2004 sea necesaria toda una construcción artificial basada en imponentes ciudades-cliché futuristas, ejércitos de robots digitales o ángulos de cámara físicamente imposibles para llegar a las mismas conclusiones? Peor aún, porque Yo Robot (y colóquese aquí el nombre que se quiera, porque hoy en día el cine mainstream no pretende salirse de la norma) borra todo rastro de ambigüedad e incluso obliga al ahora musculoso Smith a que traduzca las complejas frases de la doctora Calvin para el público adolescente y ardiente en hormonas que consumirá predominantemente el producto.
Si algo queda claro es que ya no extraña la combinación de tácticas de captación de público (¿Es necesario que los personajes hablen como hiphopperos negros constantemente? ¿Hace falta que Smith se quite la remera cada tres escenas? ¿Qué hubiese pasado si la doctora Calvin hubiese sido un gordo de barba?) con la ostentación y el placer exhibicionista, centrado en mostrar siempre más allá de lo que nuestros sentidos o nuestra imaginación nos permiten llegar. Y ni hablar de las burdas publicidades a Audi o a Converse. Desde el comienzo tenemos, por ende, una falla en el sistema: no se puede adaptar a autores de la talla de Asimov o Philip K. Dick e intentar simultáneamente complacer a un público obtuso y conformista (smells like teen spirit). Alguien debe salir herido y todos sabemos quién es.
Yo Robot no es una mala película, ni siquiera genera rechazo. Ya nadie duda de la capacidad de entretener de Hollywood. El problema es la poca claridad de sus límites, el nulo intento de abrirse a algo nuevo, la aceptación plana y festiva de cada uno de los clichés futuristas, lo predecible de cada una de sus líneas narrativas, el intento de introducir emociones forzadas donde el mecanicismo ha triunfado tanto en lo formal como en el contenido. En fin, no vemos nada nuevo, porque no hemos visto nada nuevo en los últimos treinta años. Y si salimos de cada tanque hollywoodense con sabor a nada en los labios no es porque las películas sean malas u odiables sino porque ya las hemos visto veinte millones de veces antes, la misma historia contada una y otra vez con los mismos procedimientos.
Queda como dato estadísitico que el capítulo mencionado al principio de la nota es también conocido, clandestinamente, como "El mundo privado de la oscuridad". Este tipo de sensación es, precisamente, la que generan los blockbusters, una experiencia individual, cerrada y muy poco enriquecedora (o iluminadora). Basta sólo con afirmarse como espectadores críticos e inconformistas para alejarse de estas áreas oscuras y buscar zonas más luminosas en filmografías menos estancadas y menos acartonadas.
Guido Segal.

miércoles, agosto 04, 2004

Otro poster para tu pared 

Diarios de motocicleta (Perú-Chile-Argentina-Brasil-EE.UU., 2004). Dirigida por Walter Salles. Con Gael García Bernal, Rodrigo de la Serna, Mia Maestro.
ESTRENO
Puntaje: 5.

Si hay que remarcar algún aspecto positivo de Diarios de motocicleta habrá que decir que se trata de una película prolija, bien montada, correctamente fotografiada y que cuenta, además, con dos muy buenos actores en lo roles protagónicos. ¿Es suficiente esto para pensar que estamos ante una película valiosa? La verdad que no, porque el problema que tienen las películas de este tipo (hechas para conformar a todos, para evitar discusiones y buscar el consenso fácil) es que reducen el cine a una suma de rubros técnicos ejecutados con profesionalismo. Son películas hechas en piloto automático, sin riesgo estético, que dependen casi en su totalidad de la producción y no de la dirección. Para que quede claro: de lo que carece Diarios de motocicleta es de un director que respalde lo que narra con ideas que vayan más allá del diseño de producción y de un guión bien escrito. El brasilero Walter Salles, responsable de esta película, no es de esos directores.
Pero además del nulo interés estético de su película, Salles desperdicia la oportunidad de acercarse a la figura del Che desde una óptica diferente a la habitual al caer en la tentación de confeccionar un producto for export hecho a medida del gusto medio. Todo lo necesario para satisfacer ese gusto está presente: paisajes imponentes, discursos tercermundistas bien claritos y políticamente correctos y, finalmente, un mártir de estampita. Porque al fin y al cabo lo que termina haciendo Salles, al remarcar la “santidad” del personaje y poner en su boca discursos que están fuera del tono general de la película, es contribuir al encumbramiento del Che como figura decorativa de posters y remeras. Esto es claro en el final, cuando el Che y su compañero llegan a un leprosario como colaboradores y la película -con la “corrección” formal anteriormente mencionada- deja de ser una liviana road movie de tinte social para transformarse en una pesada exposición sobre la toma de conciencia de un joven que ya empieza a ser esa famosa y desgastada foto.
Sebastián Nuñez.

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