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jueves, mayo 06, 2004

Perdón viejita 

Roma (Argentina, 2004). Dirigida por Adolfo Aristarain. Con Juan Diego Botto, Susú Pecoraro, Gustavo Garzón, Marcela Kloosterboer, José Sacristán.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8.

Toda la historia de la música parece resumirse en ese rosotro moreno, todo el pasado se reúne en esa sonrisa blanca sobre un contorno imponente, Billie Holliday como metonimia de un tiempo pasado y mejor. Un leve desplazamiento hacia la derecha nos enfrenta a una biblioteca de subsuelo, refugio para los jóvenes intelectuales idealistas y para los cultores del jazz. Si estos jóvenes viejos profesan el amor incansable por los libros y por sí mismos, la película enuncia en dos breves secuencias su amor especial por John Ford, primero a través de la cita cinéfila con Viñas de Ira y segundo a través de este plano netamente clásico (y fordiano), donde un pequeño objeto introduce y da sentido al contexto de la acción.
A pesar de sus notas melodramáticas, Roma es, paradójicamente, una película feliz. Utilizando como excusa el presente del escritor que reconstruye su pasado, la película elabora un pasado idealizado, un mito apócrifo de la Buenos Aires de otros tiempos - al igual que Bertolucci con la Paris preMayo del 68 - donde los hombres eran nobles, la mujeres eran elegantes y siempre había lugar para una torta de crema. Es como si tomara viñetas de un diario antiguo y las animara, como si la narración fuera un buen motivo (no por esto desdeñable) para recrear al barrio y al pasado con esa concepción tanguera de aquellos espacios como refugio, como lugar de la madre, como resistencia al peronismo, como espacio idealizado de la infancia.
Roma emociona sin ser demagógica; de hecho, es una película sincera, tal vez de las más honestas que he visto en mucho tiempo. Es sincera al grado de alcanzar la cursilería más obscena, pero nunca alcanza el tono televisivo y jamas cae en el golpe bajo (tanto la muerte del padre de Joaco como la tortura militar al joven son tratadas con sobriedad, como contundentes notas al pie). Y si Gustavo Garzón y Susú Pecoraro salen de su habitual mediocridad para brindar actuaciones destacadas, no es sino por gracia de Aristarain, que evidentemente sabe domar a fieras caprichosas.
Guido Segal.

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