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lunes, enero 05, 2004

Queer as(s) Frodo 

El señor de los anillos: El retorno del rey (The Lord of the Rings: The Return of the King, Estados Unidos/Nueva Zelandia, 2003). Dirigida por Peter Jackson. Con Viggo Mortensen, Liv Tyler, Orlando Bloom, Elijah Wood, Ian McKellen, Sean Astin, Cate Blanchett. Sin Christopher Lee.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): 9; Diego Batlle (La Nación): 10; Pablo 0. Scholz (Clarín): 10;

Como en el resto de la trilogía de El señor de los anillos, la introducción de El regreso del rey remite al pasado. Siempre se busca intentar una suerte de explicación de los cabos sueltos que puede encontrar un espectador que no conozca en profundidad el universo “tolkienense”. Esta vez no se cuenta la creación de los 9 anillos y cómo Bilbo encontró el que los domina a todos, ni la batalla de Gandalf contra un Balrog, sino que se muestra la transformación de Smeagol en Gollum. Esta secuencia del último capítulo de la trilogía no es mala e incluso puede parecerle deslumbrante a alguno, pero pierde en comparación con los inicios del resto de la saga, resultado casi constante a lo largo de las tres horas y pico de la película. Tal vez la causa principal sea la ilusión generada por la solidez de Las dos torres. Esta vez el montaje paralelo entre las tres secuencias de acción se vuelve más denso y no tiene la fluidez de su predecesora. Tampoco las peleas mantienen ese nivel porque en esta tercera parte se abusa de los planos generales lejanos y esos ejércitos digitales ganan en evidencia y pierden vértigo. Si bien era una exageración esperar otra escena como la de Legolas usando su escudo de skate mientras asesinaba orcos a flechazos, no hay aquí ningún enfrentamiento que provoque una euforia similar.
La primera batalla ganada por el cierre de la trilogía es involuntaria. Gimli, el enano bocón, perdió relevancia en la historia y no ataca constantemente con sus fallidas líneas de comic relief. Pero donde El regreso del rey pretende darle pelea a sus partes anteriores es en la búsqueda de la emoción, y hay momentos en que logra vencerlas. Las dos historias de amor que nacieron en La comunidad del anillo se potencian en este último tramo. Claro que cuando se busca la emoción lejos de esas parejas se roza el sentimentalismo, sensación que empeora con algunas falsas muertes. Pero dentro de esos dos romances la emoción llega a la cima: el dolor por la separación que sufren Aragorn y Arwen se hace incontenible y el amor entre Frodo y su inseparable Sam se vuelve extremo, con la multiplicación de los planos que los encuentran cara a cara mirándose fijo, a punto de darse un beso. Estas relaciones son las más interesantes de la trilogía, por eso cuando una de ellas se rompe sobre el final “desarumanizado” del film, la decepción invade a cualquier espectador. Se cerró una saga con algunas fallas pero no fallida, a la que cada encuadre de Jackson la convirtió en la más visualmente disfrutable del subgénero trilogías.
Naza Chong.

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