sábado, enero 03, 2004
Subjetividad de la memoria vs objetividad de la linealidad narrativa
¿?
CAPRICHOS
Manuales, volúmenes y voces variadas se han hartado de repetir una y otra vez que el cine es un arte del presente. Las imágenes, captadas en un pasado variable, se nos presentan como frescas, novedosas, casi espontáneas. No es mi deseo poner en tela de juicio la validez de esta noción, pero sí cuestionar la idea que esconde detrás; se desprende tácitamente que, si la imagen da la impresión de realidad instantánea, las imágenes como conjunto deben sucederse como un presente progresivo. Así nace la linealidad como forma narrativa y por lo tanto la univosidad de cada plano como parte de un presente que avanza.
Vale la pena entonces cuestionarse: ¿Por qué no descomponer el tiempo lineal, por qué no experimentar más con las posibilidades que nos ofrece el tiempo y la percepción subjetiva que tenemos de él? Sería fructífero tal vez guiarse por las ideas de San Agustín, cuando proclamaba que para que existan el pasado y el futuro debe existir un presente que pasa y los relaciona, por lo que podemos plantear la posibilidad de tres presentes simultáneos: el presente de pasado, el presente de presente y el presente de futuro. En épocas en que el cine reflexionaba con más detalle sobre su esencia y su potencialidad, Alain Resnais y Alain Robbe - Grillet explotaron esta posibilidad magníficamente en El año pasado en Marienbad. Allí elaboraban todo un estudio sobre las capas del pasado y las puntas del presente - en términos de Gilles Deleuze - bastante cercana a Borges y su jardín donde los senderos se bifurcan. La narración no avanza allí linealmente, sino que sucesivamente se abren infinidad de posibilidades sobre un mismo hecho, miles de variantes para un mismo evento: él la conoce a ella, ella nunca lo conoció a él, se vieron, no se vieron, etc. No hay una progresión de hechos sucesivos, sino una simultaneidad de presentes posibles y paralelos, puntas del presente. Tal vez una aplicación más cercana de esta idea es la que realizó Raoul Ruiz en su adaptación proustiana de El tiempo recobrado, donde el pasado vive en forma autónoma; el flashback queda abolido, no se vuelve al pasado a buscar un recuerdo sino que el pasado vive en coexistencia con el presente y el tiempo es una sola masa fluida y subjetiva, el recuerdo contamina la objetividad de las imágenes.
Tal vez otra variante no lineal más que interesante sea la planteada por Fellini en 8 ½. En ese film, el director italiano deja de lado la sucesión de acontecimientos para trabajar con sueños, recuerdos y fantasías que se actualizan unos en otros sin permitir la posibilidad de comprender con seguridad qué está ocurriendo. Esta imagen cristal - donde lo actual y lo virtual son dos caras de una misma imagen y no dejan de confundirse - abre la posibilidad de una narración compleja, ambigua pero sobre todo fascinante.
Es momento oportuno de replantearse la enorme posibilidad que acompaña a la manera no lineal de narrar. Tanto Proust como Joyce, en el gigantesco monólogo interior que conforma el Ulises, han alcanzado inmejorables resultados en literatura; tanto Resnais como Fellini probaron lo magnánimo que puede resultar un cine de múltiples capas simultáneas y subjetivas. Tal vez sea momento de empezar a hacer memoria y adentrarse en caminos aún vírgenes.
Guido Segal.
CAPRICHOS
Manuales, volúmenes y voces variadas se han hartado de repetir una y otra vez que el cine es un arte del presente. Las imágenes, captadas en un pasado variable, se nos presentan como frescas, novedosas, casi espontáneas. No es mi deseo poner en tela de juicio la validez de esta noción, pero sí cuestionar la idea que esconde detrás; se desprende tácitamente que, si la imagen da la impresión de realidad instantánea, las imágenes como conjunto deben sucederse como un presente progresivo. Así nace la linealidad como forma narrativa y por lo tanto la univosidad de cada plano como parte de un presente que avanza.
Vale la pena entonces cuestionarse: ¿Por qué no descomponer el tiempo lineal, por qué no experimentar más con las posibilidades que nos ofrece el tiempo y la percepción subjetiva que tenemos de él? Sería fructífero tal vez guiarse por las ideas de San Agustín, cuando proclamaba que para que existan el pasado y el futuro debe existir un presente que pasa y los relaciona, por lo que podemos plantear la posibilidad de tres presentes simultáneos: el presente de pasado, el presente de presente y el presente de futuro. En épocas en que el cine reflexionaba con más detalle sobre su esencia y su potencialidad, Alain Resnais y Alain Robbe - Grillet explotaron esta posibilidad magníficamente en El año pasado en Marienbad. Allí elaboraban todo un estudio sobre las capas del pasado y las puntas del presente - en términos de Gilles Deleuze - bastante cercana a Borges y su jardín donde los senderos se bifurcan. La narración no avanza allí linealmente, sino que sucesivamente se abren infinidad de posibilidades sobre un mismo hecho, miles de variantes para un mismo evento: él la conoce a ella, ella nunca lo conoció a él, se vieron, no se vieron, etc. No hay una progresión de hechos sucesivos, sino una simultaneidad de presentes posibles y paralelos, puntas del presente. Tal vez una aplicación más cercana de esta idea es la que realizó Raoul Ruiz en su adaptación proustiana de El tiempo recobrado, donde el pasado vive en forma autónoma; el flashback queda abolido, no se vuelve al pasado a buscar un recuerdo sino que el pasado vive en coexistencia con el presente y el tiempo es una sola masa fluida y subjetiva, el recuerdo contamina la objetividad de las imágenes.
Tal vez otra variante no lineal más que interesante sea la planteada por Fellini en 8 ½. En ese film, el director italiano deja de lado la sucesión de acontecimientos para trabajar con sueños, recuerdos y fantasías que se actualizan unos en otros sin permitir la posibilidad de comprender con seguridad qué está ocurriendo. Esta imagen cristal - donde lo actual y lo virtual son dos caras de una misma imagen y no dejan de confundirse - abre la posibilidad de una narración compleja, ambigua pero sobre todo fascinante.
Es momento oportuno de replantearse la enorme posibilidad que acompaña a la manera no lineal de narrar. Tanto Proust como Joyce, en el gigantesco monólogo interior que conforma el Ulises, han alcanzado inmejorables resultados en literatura; tanto Resnais como Fellini probaron lo magnánimo que puede resultar un cine de múltiples capas simultáneas y subjetivas. Tal vez sea momento de empezar a hacer memoria y adentrarse en caminos aún vírgenes.
Guido Segal.