martes, diciembre 16, 2003
La individualización como modelo rancio
¿?
CAPRICHOS
"Recuerda cuando te sientas muy pequeño e inseguro qué improbable es tu nacimiento y reza que haya vida inteligente en algún lugar del espacio porque hay basura aquí en la Tierra". Con esta típica muestra del humor Python finaliza esa maravilla audiovisual llamada Galaxy Song, de la película El Sentido de la Vida (1983). Con absoluta simpleza y justa franqueza, Cleese y compañía se acercan a un problema filosófico de tremendas dimensiones, el cual, no por ser encarado jocosamente, deja de perder peso en la actualidad. La cuestión, en pocas palabras, se resume en lo siguiente: el ser humano es el único animal que posee consciencia y es por ello que es el único capaz de reflexionar sobre su función en la vida, su posición espacio - temporal y el papel que cumple en relación a otros seres humanos. Esto acarrea una obvia pero aún así implacable pregunta: ¿Qué me diferencia a mi como persona del resto de las personas? Cavemos más profundo: Si la gran mayoría de los mortales es como yo, ¿Por qué debería importarme lo que ocurre con sus vidas?
Si bien la cuestión supera al ámbito del cine, considero que hoy más que nunca es el momento de replantearlo. Agobia ir al cine y encontrarse gran cantidad de las veces con productos centrados en personajes corrientes y triviales, ocupados en los problemillas de sus pequeños entornos. Harto me siento de escuchar a esa voz centroamericana tan presente en los trailers repitiendo "Billy Thomas era un empresario exitoso" o "John Smith creía que lo tenía todo". En el fondo, ¿por qué deberían importarme las historias en primera persona, las peripecias del señor John Doe?
Cierto es que esta tradición se remonta a los comienzos del cine y el culpable, como ya lo dije, es el señor Griffith (ver mi crítica de El arca rusa). También debo aceptar que muchas obras maestras (para no decir la mayoría) trabajan en base a este modelo. El problema incluso se da en el resto de las artes desde tiempos inmemoriales. No discuto la tradición histórica pero sí me permito la posibilidad de cuestionar la vigencia del modelo. ¿Por qué no reflotar a los soviéticos, con Eisenstein a la cabeza, que buscaban un cine de las sociedades en lugar de un cine de las personas? ¿No es más interesante investigar en base a las historias de la Historia, donde no importan las personas sino los procesos y los movimientos? Si El arca rusa logra ser una obra maestra y no necesita de protagonistas, ¿no podemos desterrar de una vez por todas a los Miles Massey - para citar a un ejemplo cercano-, acabar de una buena vez con ese agotado modelo hollywoodense de contar la pequeña historia en vez de narrar la Gran Historia que nos incumbe a todos por igual?
La intención de este brevísimo comentario es abrir el juego. Hay mucho más por decir y no dudo en que habrá más de una respuesta. Espero destrabar una puerta al diálogo y a la refléxión porque la base de todo arte - aquello que lo mantiene vivo- es la posibilidad de cuestionar sus mecanismos.
Guido Segal.
CAPRICHOS
"Recuerda cuando te sientas muy pequeño e inseguro qué improbable es tu nacimiento y reza que haya vida inteligente en algún lugar del espacio porque hay basura aquí en la Tierra". Con esta típica muestra del humor Python finaliza esa maravilla audiovisual llamada Galaxy Song, de la película El Sentido de la Vida (1983). Con absoluta simpleza y justa franqueza, Cleese y compañía se acercan a un problema filosófico de tremendas dimensiones, el cual, no por ser encarado jocosamente, deja de perder peso en la actualidad. La cuestión, en pocas palabras, se resume en lo siguiente: el ser humano es el único animal que posee consciencia y es por ello que es el único capaz de reflexionar sobre su función en la vida, su posición espacio - temporal y el papel que cumple en relación a otros seres humanos. Esto acarrea una obvia pero aún así implacable pregunta: ¿Qué me diferencia a mi como persona del resto de las personas? Cavemos más profundo: Si la gran mayoría de los mortales es como yo, ¿Por qué debería importarme lo que ocurre con sus vidas?
Si bien la cuestión supera al ámbito del cine, considero que hoy más que nunca es el momento de replantearlo. Agobia ir al cine y encontrarse gran cantidad de las veces con productos centrados en personajes corrientes y triviales, ocupados en los problemillas de sus pequeños entornos. Harto me siento de escuchar a esa voz centroamericana tan presente en los trailers repitiendo "Billy Thomas era un empresario exitoso" o "John Smith creía que lo tenía todo". En el fondo, ¿por qué deberían importarme las historias en primera persona, las peripecias del señor John Doe?
Cierto es que esta tradición se remonta a los comienzos del cine y el culpable, como ya lo dije, es el señor Griffith (ver mi crítica de El arca rusa). También debo aceptar que muchas obras maestras (para no decir la mayoría) trabajan en base a este modelo. El problema incluso se da en el resto de las artes desde tiempos inmemoriales. No discuto la tradición histórica pero sí me permito la posibilidad de cuestionar la vigencia del modelo. ¿Por qué no reflotar a los soviéticos, con Eisenstein a la cabeza, que buscaban un cine de las sociedades en lugar de un cine de las personas? ¿No es más interesante investigar en base a las historias de la Historia, donde no importan las personas sino los procesos y los movimientos? Si El arca rusa logra ser una obra maestra y no necesita de protagonistas, ¿no podemos desterrar de una vez por todas a los Miles Massey - para citar a un ejemplo cercano-, acabar de una buena vez con ese agotado modelo hollywoodense de contar la pequeña historia en vez de narrar la Gran Historia que nos incumbe a todos por igual?
La intención de este brevísimo comentario es abrir el juego. Hay mucho más por decir y no dudo en que habrá más de una respuesta. Espero destrabar una puerta al diálogo y a la refléxión porque la base de todo arte - aquello que lo mantiene vivo- es la posibilidad de cuestionar sus mecanismos.
Guido Segal.