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martes, diciembre 02, 2003

El criterio de verdad del ¿crí­tico? 

Polémica por A los trece.
CAPRICHOS

En momentos en que el mundillo cinematográfico se empeña en discutir Pacto de justicia, Kill Bill y Río Místico, nosotros decidimos pelearnos por A los trece. Primero la vio María Marta y le gustó mucho. Más tarde, Juan la odió y necesitó descargarse a través de la escritura. MM le contesta con los tapones de punta y Juan, enojado, promete una respuesta inminente.
Acá se puede leer el ocho de MM que inició la saga. Y acá Juan responde con un uno.

Estamos al tanto del nefasto pasado del señor Samuel Chiche Gelblung, pero sus informes televisivos del ciclo Memoria y Edición Chiche son irresistibles. El estilo G. (así lo denominaré durante la nota) es la meca del artificio y la exageración. Los informes G. Son tendenciosos, perfilados, moralistas, pero (salvo en los Culpable o inocente, donde sí se emite un veredicto tipo tribunal) jamás condenan, ni siquiera el debate posterior, con algún implicado a la historia en cuestión arroja algún tipo de conclusión. En este punto, coincido con la escritura de Juan; aunque su estéril comparación de A los trece con el estilo G., carece de pruebas argumentativas, debemos inferir que se trata de un parangón negativo, porque mi compañero nunca expone qué entiende por “informe televisivo al estilo Chiche Gelblung”.
En cuanto al cambio “abrupto” de la protagonista, Juan debería saber que los hechos extraordinarios ocurren en la vida. El adjetivo utilizado denota la pasión por lugares comunes del escritor. Como si estuviera compartiendo un café en la mesa de Polémica en el bar, Juan sentencia en una operación soberbia, ya que el inicio de la protagonista en la vida loca es progresivo: primero cambia su vestuario, luego su peinado, maquillaje, y finalmente sus amistades.
Juan parece no estar interesado en la subjetividad del narrador y de los personajes, se sale de lo cinematográfico y se empeña en juzgar si la realidad virtual que se da dentro de la película corresponde a una realidad verificable fuera del relato. Extrae de manera torpe y tendenciosa hechos de la narración y los compara con sus experiencias cotidianas. Juan clasifica su conocimiento de los hechos, no el que las narradoras tenían de ellos.
Para el final, el crítico, a esta altura comentarista, continúa con su experiencia cotidiana más tradición cultural y acusa a la cinta de amenaza mundial... Una vez más, me veo en la obligación de advertirle a Juan que las significaciones que sacó de A los trece, estaban en la forma lógica del concepto, porque parafraseando a Enrique Anderson Imbert “los conceptos por estar estructurados en un obra de arte, quedan subordinados a la intuición estética”. En conclusión, Juan se preocupa por el terrorismo, la situación de los latinos en el mundo, el tole-tole planetario, tanto activismo lo oscurece y le impide ver la luz del arte que también habla en tiempo presente.
María Marta Sosa.

Juan le contesta acá.

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