domingo, noviembre 30, 2003
Medianoche en el jardín del Mal
Río Místico (Mystic River, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Clint Eastwood. Con Kevin Bacon, Sean Penn, Tim Robbins, Marcia Gay Harden, Laura Linney, Laurence Fishburne. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 10. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 8; Horacio Bernades (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 10; Adolfo C. Martínez (La Nación): 8.
Puede pensarse que Río Místico representa un giro en la carrera de Clint Eastwood. El cambio de tono respecto a las películas que venía realizando (básicamente trabajando sobre cine de género) y la decisión del director de llevar a la pantalla un drama (una tragedia) podrían verse como una búsqueda para ubicarse en un lugar más "serio" e "importante". Claro que esto no es así, y para comprobarlo solo falta ver como durante más de dos horas elude todos lo lugares comunes de este tipo de películas y entrega, como siempre, una obra perfecta en la que su presencia desaparece tras la cámara, filmando todo lo necesario sin alardes y dejando fuera del cuadro todo que aquello que pueda resultar pretencioso y redundante.
El cambio viene por otro lado, tiene que ver con la mirada que el realizador tiene sobre EE.UU. y es mucho más complejo. Hasta ahora, en gran parte de su cine, Eastwood se había mostrado como un realizador religioso (no eclesiástico), en el sentido de que para él hay un Bien y un Mal. Los imperdonables y Poder Absoluto son dos obras maestras en las que este aspecto queda claro. Generalmente él interpreta al personaje que busca ese Bien en contra de otros que representan el Mal, curiosamente interpretados por el mismo actor en esas películas, Gene Hackman. En esos films, además, representan el poder establecido: uno es un Sheriff y el otro es nada menos que el Presidente de EE.UU. En Río místico no hay lugar para el Bill Munny de Los imperdonables ni el Luther Withney de Poder absoluto (recordemos que se trata de un ex forajido y un ladrón respectivamente), seres imperfectos y cargados de culpas que gracias a su integridad consiguen equilibrar la balanza. Eastwood parece decir que en EE.UU la inocencia se perdió definitivamente, que el egoísmo y la ceguera de una sociedad empecinada en festejarse a sí misma escondiendo sus peores aspectos y ocultándolos de forma tan cínica (algo de lo que también se dio cuenta Night Shyamalan) impregnó para siempre la cultura de sus habitantes. Por eso la imposibilidad de que exista alguien capaz de buscar el Bien está tan presente de manera oscura, seca y dolorosa en Río místico. Esto se ve, principalmente, en la maravillosa secuencia final, en la que Eastwood, con su habitual maestría, termina de cerrar el sentido moral (no moralista) de su nueva obra maestra.
Estos temas son demasiados complejos y se necesitarían muchísimas más líneas para desarrollarlos con la altura que exige un director como Clint Eastwood, uno de los artistas más complejos, interesantes y personales del cine norteamericano de todos los tiempos.
Sebastián Nuñez.
ESTRENO
Puntaje: 10. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 8; Horacio Bernades (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 10; Adolfo C. Martínez (La Nación): 8.
Puede pensarse que Río Místico representa un giro en la carrera de Clint Eastwood. El cambio de tono respecto a las películas que venía realizando (básicamente trabajando sobre cine de género) y la decisión del director de llevar a la pantalla un drama (una tragedia) podrían verse como una búsqueda para ubicarse en un lugar más "serio" e "importante". Claro que esto no es así, y para comprobarlo solo falta ver como durante más de dos horas elude todos lo lugares comunes de este tipo de películas y entrega, como siempre, una obra perfecta en la que su presencia desaparece tras la cámara, filmando todo lo necesario sin alardes y dejando fuera del cuadro todo que aquello que pueda resultar pretencioso y redundante.
El cambio viene por otro lado, tiene que ver con la mirada que el realizador tiene sobre EE.UU. y es mucho más complejo. Hasta ahora, en gran parte de su cine, Eastwood se había mostrado como un realizador religioso (no eclesiástico), en el sentido de que para él hay un Bien y un Mal. Los imperdonables y Poder Absoluto son dos obras maestras en las que este aspecto queda claro. Generalmente él interpreta al personaje que busca ese Bien en contra de otros que representan el Mal, curiosamente interpretados por el mismo actor en esas películas, Gene Hackman. En esos films, además, representan el poder establecido: uno es un Sheriff y el otro es nada menos que el Presidente de EE.UU. En Río místico no hay lugar para el Bill Munny de Los imperdonables ni el Luther Withney de Poder absoluto (recordemos que se trata de un ex forajido y un ladrón respectivamente), seres imperfectos y cargados de culpas que gracias a su integridad consiguen equilibrar la balanza. Eastwood parece decir que en EE.UU la inocencia se perdió definitivamente, que el egoísmo y la ceguera de una sociedad empecinada en festejarse a sí misma escondiendo sus peores aspectos y ocultándolos de forma tan cínica (algo de lo que también se dio cuenta Night Shyamalan) impregnó para siempre la cultura de sus habitantes. Por eso la imposibilidad de que exista alguien capaz de buscar el Bien está tan presente de manera oscura, seca y dolorosa en Río místico. Esto se ve, principalmente, en la maravillosa secuencia final, en la que Eastwood, con su habitual maestría, termina de cerrar el sentido moral (no moralista) de su nueva obra maestra.
Estos temas son demasiados complejos y se necesitarían muchísimas más líneas para desarrollarlos con la altura que exige un director como Clint Eastwood, uno de los artistas más complejos, interesantes y personales del cine norteamericano de todos los tiempos.
Sebastián Nuñez.
miércoles, noviembre 26, 2003
Edición Chiche
A los trece (Thirteen, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Catherine Hardwicke. Con Evan Rachel Wood, Holly Hunter, Nikki Reed, Deborah Kara Unger, Jeremy Sisto y Kip Pardue. Ficha técnica.
CAPRICHOS
Puntaje: 1
A los trece es el equivalente cinematográfico a un informe televisivo sobre la "adolescencia perdida" a cargo de Chiche Gelblung. Es una película absolutamente nefasta, simplificadora, moralista y recalcitrantemente fascista. Si no fuera por su sordidez y su cámara en mano movediza, bien a lo Sundance, podría pasar tranquilamente por un telefilm barato de chica-buena-que-es-llevada- por-el-mal-camino. Y narrativamente el film es igual a estas películas. Los personajes son unidimensionales y el cambio de la protagonista de chica buena que juega a las Barbies a monstruo egoista, drogadicto y promiscuo es tan abrupto como absolutamente inverosímil.
En el film, los que representan "el mal", los drogadictos, los promiscuos, en fin, los que llevan a la waspita rubiecita Tracy por el mal camino, son todos negros y latinos. Si, si, entendieron bien. Tracy se hace amiga de Evie, la chica popular del colegio, que es latina, esta le presenta a sus amigos negros y latinos y Tracy comienza a descarriarse. Peor aún, en un intento de hacer las cosas "políticamente correctas", el film tiene a un personaje que es una chica latina buena. Pero como sucede con todo lo "políticamente correcto", esto deja entrever aún más la peligrosa ideología de A los trece, con una excusa al estilo "tengo un amigo judío". Hay un momento en el que Tracy dice algo así como: "Ojalá toda la gente de distinta raza, color y nacionalidad se reproduzca entre sí, así no hay más discriminación". Pero claro, cuando Tracy lo dice está completamente reventada y no es consciente de lo que hace ni de lo que dice.
A los trece es una película peligrosísima, y a la vez es una fiel representante de los ideales republicanos de su país de origen. En un momento en que la xenofobia está tan "in", películas como esta le hacen muy mal al mundo. A Jorgito Arbusto debe haberle encantado.
Juan P. Martínez.
Esto empezó acá. Y sigue acá. Y después acá.
CAPRICHOS
Puntaje: 1
A los trece es el equivalente cinematográfico a un informe televisivo sobre la "adolescencia perdida" a cargo de Chiche Gelblung. Es una película absolutamente nefasta, simplificadora, moralista y recalcitrantemente fascista. Si no fuera por su sordidez y su cámara en mano movediza, bien a lo Sundance, podría pasar tranquilamente por un telefilm barato de chica-buena-que-es-llevada- por-el-mal-camino. Y narrativamente el film es igual a estas películas. Los personajes son unidimensionales y el cambio de la protagonista de chica buena que juega a las Barbies a monstruo egoista, drogadicto y promiscuo es tan abrupto como absolutamente inverosímil.
En el film, los que representan "el mal", los drogadictos, los promiscuos, en fin, los que llevan a la waspita rubiecita Tracy por el mal camino, son todos negros y latinos. Si, si, entendieron bien. Tracy se hace amiga de Evie, la chica popular del colegio, que es latina, esta le presenta a sus amigos negros y latinos y Tracy comienza a descarriarse. Peor aún, en un intento de hacer las cosas "políticamente correctas", el film tiene a un personaje que es una chica latina buena. Pero como sucede con todo lo "políticamente correcto", esto deja entrever aún más la peligrosa ideología de A los trece, con una excusa al estilo "tengo un amigo judío". Hay un momento en el que Tracy dice algo así como: "Ojalá toda la gente de distinta raza, color y nacionalidad se reproduzca entre sí, así no hay más discriminación". Pero claro, cuando Tracy lo dice está completamente reventada y no es consciente de lo que hace ni de lo que dice.
A los trece es una película peligrosísima, y a la vez es una fiel representante de los ideales republicanos de su país de origen. En un momento en que la xenofobia está tan "in", películas como esta le hacen muy mal al mundo. A Jorgito Arbusto debe haberle encantado.
Juan P. Martínez.
Esto empezó acá. Y sigue acá. Y después acá.
El retorno del rey
Kill Bill, Vol. 1 Original Soundtrack. Productores ejecutivos: Quentin Tarantino y Lawrence Bender. Maverick. Ficha Técnica.
DISCOS
Puntaje: 10
¿Hay alguno de nosotros que nunca se haya abandonado en una banda sonora tarantinesca? Así lo creí. Ahora a la lista de bandas de sonidos que escuchamos todos debemos anexar este amor amarillo que es el soundtrack de Kill Bill Vol.1. Aquí Quentin vuelve a usar su traje favorito: el de un frenético colonizador de paraísos musicales huérfanos, de conquistador de islotes-melodías que transforman canción en un adjetivo. En Kill Bill Vol. 1, Tarantino bate y para colmo de Bond mezcla sin tapujos sus fulgores con radicales bagatelas que evolucionan en olas expansivas cinéticas y agrega como novedad canciones de films ajenos. Logra una textura, similar a lo sucedido con el soul en Jackie Brown, gracias a pasear genéricamente por las melodías con mas libertad que en el film.
Kill Bill abre con un nirvana que en loop sería lo mas parecido al Edén en tierra: Bang Bang (My baby shot me down) en la versión de ese diamante con forma de voz que es Nancy Sinatra. Rápidamente se nos permite disfrutar a un Charlie Feathers tan clásico como siempre y a centímetros de los substanciales acordes del difunto Jonnhy Cash. Luego se nos acuartela en esos ponientes de spaghetti western a lomo de un Bacalov, siempre gigantón, siempre hipnotizante, siempre belleza, en esta ocasión con el main theme de Il grande duello. Después linkeamos a un Bernad Herrmann undercover, totalmente recubierto de Oriente hasta sus silbidos. Quentin saca sus cachiporrazos melodiosos al estilo del videogame Street Fighter: una trompada de vientos catódicos directa a la cara, la canción de Green Hornet que se reafirma como zumbido exacerbado, fastidiado e indispensable; el puñetazo al estomago con la guitarras de Tomoyasu Hotei en un tema (el del trailer) que se pierde en acordes ochentosos que podrían ser algún film de Charles Bronson (en realidad son dedicados a Fukasaku, oops); la patada al centro propinada en un grasoso disco, baby, disco Gipsykingeano de Santa Esmeralda; el puntapié a los tobillos que nos postra ante un estereotipo musical propinado por Zamfir, tan rectángulo como inmune y por último el salto de diez metros, la felicidad en tres chicas japonesas que tiñéndose de Beach Boys solo gritan ¨Whoo Hoo¨ y eso es todo lo que necesitamos.
Por supuesto están los diálogos taratinescos, un par de deltas que reflotan: Meiko Kaji (actriz oriental), Isaac Hayes (el querido Chef de South Park) y el único tema-anillo original del film compuesto por RZA. Y lo mejor es que todavía nos falta el soundtrack del Vol. 2, más de nuestra droga favorita.
Juan Manuel Dominguez.
DISCOS
Puntaje: 10
¿Hay alguno de nosotros que nunca se haya abandonado en una banda sonora tarantinesca? Así lo creí. Ahora a la lista de bandas de sonidos que escuchamos todos debemos anexar este amor amarillo que es el soundtrack de Kill Bill Vol.1. Aquí Quentin vuelve a usar su traje favorito: el de un frenético colonizador de paraísos musicales huérfanos, de conquistador de islotes-melodías que transforman canción en un adjetivo. En Kill Bill Vol. 1, Tarantino bate y para colmo de Bond mezcla sin tapujos sus fulgores con radicales bagatelas que evolucionan en olas expansivas cinéticas y agrega como novedad canciones de films ajenos. Logra una textura, similar a lo sucedido con el soul en Jackie Brown, gracias a pasear genéricamente por las melodías con mas libertad que en el film.
Kill Bill abre con un nirvana que en loop sería lo mas parecido al Edén en tierra: Bang Bang (My baby shot me down) en la versión de ese diamante con forma de voz que es Nancy Sinatra. Rápidamente se nos permite disfrutar a un Charlie Feathers tan clásico como siempre y a centímetros de los substanciales acordes del difunto Jonnhy Cash. Luego se nos acuartela en esos ponientes de spaghetti western a lomo de un Bacalov, siempre gigantón, siempre hipnotizante, siempre belleza, en esta ocasión con el main theme de Il grande duello. Después linkeamos a un Bernad Herrmann undercover, totalmente recubierto de Oriente hasta sus silbidos. Quentin saca sus cachiporrazos melodiosos al estilo del videogame Street Fighter: una trompada de vientos catódicos directa a la cara, la canción de Green Hornet que se reafirma como zumbido exacerbado, fastidiado e indispensable; el puñetazo al estomago con la guitarras de Tomoyasu Hotei en un tema (el del trailer) que se pierde en acordes ochentosos que podrían ser algún film de Charles Bronson (en realidad son dedicados a Fukasaku, oops); la patada al centro propinada en un grasoso disco, baby, disco Gipsykingeano de Santa Esmeralda; el puntapié a los tobillos que nos postra ante un estereotipo musical propinado por Zamfir, tan rectángulo como inmune y por último el salto de diez metros, la felicidad en tres chicas japonesas que tiñéndose de Beach Boys solo gritan ¨Whoo Hoo¨ y eso es todo lo que necesitamos.
Por supuesto están los diálogos taratinescos, un par de deltas que reflotan: Meiko Kaji (actriz oriental), Isaac Hayes (el querido Chef de South Park) y el único tema-anillo original del film compuesto por RZA. Y lo mejor es que todavía nos falta el soundtrack del Vol. 2, más de nuestra droga favorita.
Juan Manuel Dominguez.
domingo, noviembre 23, 2003
Britney, creciendo con amor
Britney Spears: In The Zone. Producido por Trixter, Roy Hamilton, Bloodshy & Avant, Mark Taylor, Moby, R. Kelly, Jimmy Harry & Shep Solomon, THE MATRIX, Brian & Josh, Guy Sigsworth y Sean "P. Diddy" Combs. Jive/BMG. Ficha técnica.
DISCOS
Puntaje: 10
Si hay alguien que ha mostrado un crecimiento increible disco a disco es Britney Spears. Desde el bubblegum pop berretón de ...Baby One More Time a la sofisticación de Britney, su album de 2001, hay un mundo de distancia. Para ese disco, Britney contrató al genial duo de productores The Neptunes (a.k.a. Chad Hugo & Pharrell Williams, a.k.a. N.E.R.D.) para que le produzcan los increibles temazos Boys y I’m a Slave 4 U, que, junto con What It’s Like To Be Me, coescrito y producido por Justin Timberlake, se alejaban del formato teen-pop del resto de los temas, que igualmente también habian aumentado en calidad. Luego los Neptunes se fueron con Justin para terminar produciendo junto con Timbaland el debut solista de JT, Justified, un disco excelente que solía ser el mejor disco de ex teenpopper de la historia. Digo solía ser porque el martes 18 de noviembre se editó In the Zone, el nuevo disco de Britney Spears, que no sólo supera a Justified sino que también supera a casi todo el pop actual.
In the Zone es un disco a prueba de prejuicios. No tiene una sola canción que responda al formato teen-pop. Este es básicamente un disco hiphoppero, con momentos dance y de pop ochentoso. Abre con Me Against The Music, el gran duo con Madonna que es sólo un aperitivo para lo que viene después, (I Got That) Boom Boom, a duo con los tales Ying Yang Twins, que quita el aliento. Showdown es otro gran tema, y Breathe On Me, la mejor canción dance posible, con ecos del Music de Madonna (cuyo fantasma sobrevuela por todo el disco, no sólo por el primer track). Early Mornin’, la canción producida por Moby, no sólo es excelente sino que está al nivel de lo mejor del peladín Melville. Luego tenemos Toxic, un tema absolutamente perfecto, con guitarras surf-rockers y beat esquizofrénico. Y así por 6 temas más, uno de los cuales, el ochentosísimo Brave New Girl, sobresale de todo el pop contemporáneo y es el punto más alto del disco. In The Zone no tiene un solo segundo de filler, por lo menos en las 12 canciones que lo conforman. Luego hay dos bonus tracks: un remix de Me Against The Music que supera a la versión original y The Answer, producido por Sean Combs (a.k.a. Puff Daddy, P. Diddy o Puffy) que, si bien es bueno, es un plagio descarado a los Neptunes de I’m A Slave 4 U. In The Zone no sólo demuestra que Britney creció, también es el mejor disco del año y en años.
Juan Martínez.
DISCOS
Puntaje: 10
Si hay alguien que ha mostrado un crecimiento increible disco a disco es Britney Spears. Desde el bubblegum pop berretón de ...Baby One More Time a la sofisticación de Britney, su album de 2001, hay un mundo de distancia. Para ese disco, Britney contrató al genial duo de productores The Neptunes (a.k.a. Chad Hugo & Pharrell Williams, a.k.a. N.E.R.D.) para que le produzcan los increibles temazos Boys y I’m a Slave 4 U, que, junto con What It’s Like To Be Me, coescrito y producido por Justin Timberlake, se alejaban del formato teen-pop del resto de los temas, que igualmente también habian aumentado en calidad. Luego los Neptunes se fueron con Justin para terminar produciendo junto con Timbaland el debut solista de JT, Justified, un disco excelente que solía ser el mejor disco de ex teenpopper de la historia. Digo solía ser porque el martes 18 de noviembre se editó In the Zone, el nuevo disco de Britney Spears, que no sólo supera a Justified sino que también supera a casi todo el pop actual.
In the Zone es un disco a prueba de prejuicios. No tiene una sola canción que responda al formato teen-pop. Este es básicamente un disco hiphoppero, con momentos dance y de pop ochentoso. Abre con Me Against The Music, el gran duo con Madonna que es sólo un aperitivo para lo que viene después, (I Got That) Boom Boom, a duo con los tales Ying Yang Twins, que quita el aliento. Showdown es otro gran tema, y Breathe On Me, la mejor canción dance posible, con ecos del Music de Madonna (cuyo fantasma sobrevuela por todo el disco, no sólo por el primer track). Early Mornin’, la canción producida por Moby, no sólo es excelente sino que está al nivel de lo mejor del peladín Melville. Luego tenemos Toxic, un tema absolutamente perfecto, con guitarras surf-rockers y beat esquizofrénico. Y así por 6 temas más, uno de los cuales, el ochentosísimo Brave New Girl, sobresale de todo el pop contemporáneo y es el punto más alto del disco. In The Zone no tiene un solo segundo de filler, por lo menos en las 12 canciones que lo conforman. Luego hay dos bonus tracks: un remix de Me Against The Music que supera a la versión original y The Answer, producido por Sean Combs (a.k.a. Puff Daddy, P. Diddy o Puffy) que, si bien es bueno, es un plagio descarado a los Neptunes de I’m A Slave 4 U. In The Zone no sólo demuestra que Britney creció, también es el mejor disco del año y en años.
Juan Martínez.
sábado, noviembre 22, 2003
Pasión de los fuertes
Pacto de Justicia (Open Range, Estados Unidos, 2003) Dirigida por Kevin Costner. Con Kevin Costner, Robert Duvall, Diego Luna y Annette Bening. Ficha Técnica.
ESTRENOS
Puntaje: 10. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Fernando López (La Nación): 6; Luciano Monteagudo (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.
Pacto de justicia es la obra (maestra) de un director como Kevin Costner que de tan clásico puede ser acusado de tozudo, un cineasta que ya había demostrado esa férrea veta en sus colosales (en todas las capas y sentidos posibles) films anteriores, Danza con Lobos y El mensajero. Pacto de justicia dista de ser una celebración de un género tan subvalorado como el Western, es sino la convicción hecha cine de un director acerca de la vigencia, la importancia y el candor de aquella naturaleza cinematográfica. Del crepúsculo al amanecer, es decir desde Los imperdonables de Clint Eastwood a Pacto de Justicia de Costner, dos paraísos extremos que reconquistan la tradición narrativa clásica para inducir elementos de rejuvenecimiento, una utopía tan simple que ambos directores cumplen y dignifican. En Los imperdonables dominaba el corazón y las tinieblas, un film melancólico que reflexionaba (arqueaba) acerca del fin del género. En cambio en PDJ la luminosidad ennoblece a la película, dotándola de una belleza que permite -aún en la lluvia- el anclaje en campos verdes (tierras natales) de códigos genéricos. Allí será donde la sangre de héroes inundará a un guión que cuenta una-que-sabemos-todos y permitirá la firmeza mediante la dignidad de sus arquetipos con sensatez y sentimientos. Costner filma con pasión, a través de imperios (de Sturges, de Aldrich, de Mann) que contraatacan, la historia de Charley Waite y Boss Spearman (Robert Duvall), doliente y seco el primero, un cowboy old school el otro, una amistad que pondría de pie al viejo Hawks. Ambos son avasallados por la historia, dejados de lado por la civilización y por eso generan una empatía adictiva, un don fordiano utilizado eruditamente por Costner. Y si de Ford hablamos, la mujer (Annette Bening) es una mujer decidida y fuerte. Es ella quien los expone vulnerables borrando la falsa autosuficiencia y crea la cordura entre sentimiento y violencia (también sucede entre los amigos). La amenaza de aquella amistad por parte de un estanciero que les ordena qué hacer valdrá sus propias vidas, tan nobles y radicales como las decisiones del director. Pero Costner no es consecuente y desarticula las convenciones genéricas cuando pueden devorarlo. El duelo final es un prodigio de puesta en escena y está narrado de una forma poco común. Vemos todo lo que sucede sin perder ningún extremo del combate, saturado de modernidad sonora y visual. Costner, gracias a su sabiduría garantizada e hidalguía para con el mejor género ever, logra hacer de Pacto de Justicia uno de los mejores Westerns de todos los tiempos.
Juan Manuel Dominguez.
ESTRENOS
Puntaje: 10. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Fernando López (La Nación): 6; Luciano Monteagudo (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.
Pacto de justicia es la obra (maestra) de un director como Kevin Costner que de tan clásico puede ser acusado de tozudo, un cineasta que ya había demostrado esa férrea veta en sus colosales (en todas las capas y sentidos posibles) films anteriores, Danza con Lobos y El mensajero. Pacto de justicia dista de ser una celebración de un género tan subvalorado como el Western, es sino la convicción hecha cine de un director acerca de la vigencia, la importancia y el candor de aquella naturaleza cinematográfica. Del crepúsculo al amanecer, es decir desde Los imperdonables de Clint Eastwood a Pacto de Justicia de Costner, dos paraísos extremos que reconquistan la tradición narrativa clásica para inducir elementos de rejuvenecimiento, una utopía tan simple que ambos directores cumplen y dignifican. En Los imperdonables dominaba el corazón y las tinieblas, un film melancólico que reflexionaba (arqueaba) acerca del fin del género. En cambio en PDJ la luminosidad ennoblece a la película, dotándola de una belleza que permite -aún en la lluvia- el anclaje en campos verdes (tierras natales) de códigos genéricos. Allí será donde la sangre de héroes inundará a un guión que cuenta una-que-sabemos-todos y permitirá la firmeza mediante la dignidad de sus arquetipos con sensatez y sentimientos. Costner filma con pasión, a través de imperios (de Sturges, de Aldrich, de Mann) que contraatacan, la historia de Charley Waite y Boss Spearman (Robert Duvall), doliente y seco el primero, un cowboy old school el otro, una amistad que pondría de pie al viejo Hawks. Ambos son avasallados por la historia, dejados de lado por la civilización y por eso generan una empatía adictiva, un don fordiano utilizado eruditamente por Costner. Y si de Ford hablamos, la mujer (Annette Bening) es una mujer decidida y fuerte. Es ella quien los expone vulnerables borrando la falsa autosuficiencia y crea la cordura entre sentimiento y violencia (también sucede entre los amigos). La amenaza de aquella amistad por parte de un estanciero que les ordena qué hacer valdrá sus propias vidas, tan nobles y radicales como las decisiones del director. Pero Costner no es consecuente y desarticula las convenciones genéricas cuando pueden devorarlo. El duelo final es un prodigio de puesta en escena y está narrado de una forma poco común. Vemos todo lo que sucede sin perder ningún extremo del combate, saturado de modernidad sonora y visual. Costner, gracias a su sabiduría garantizada e hidalguía para con el mejor género ever, logra hacer de Pacto de Justicia uno de los mejores Westerns de todos los tiempos.
Juan Manuel Dominguez.
viernes, noviembre 21, 2003
Bridge Over Troubled Pre-nups
El amor cuesta caro (Intolerable Cruelty, EEUU, 2003). Dirigida por Joel Coen. Con George Clooney, Catherine Zeta-Jones, Geoffrey Rush, Edward Hermann y Billy Bob Thornton. Ficha técnica.
ESTRENOS
Puntaje: 7. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Luciano Monteagudo (Página/12): 7; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8; Pablo 0. Scholz (Clarín): 8.
Voy a confesar que no soy fanático de los hermanitos Coen ni nada que se le parezca. Si bien creo que tienen un par de grandes películas (Educando a Arizona, De paseo a la muerte, Dónde estás hermano), creo que algunas están muy sobrevaloradas (Fargo, Simplemente sangre, Barton Fink, El hombre que nunca estuvo). El amor cuesta caro, su proyecto más "hollywoodense", si bien no llega a ser excelente, está entre las buenas. Muchos dicen que la película es "la menos Coen" de Joel y Ethan. Para mi no es así en absoluto. El tono y el humor coeniano pueden encontrarse en muchos pasajes de El amor...
Aquí los hermanos toman como punto de partida las screwball comedies de gente como Preston Sturges y Lubitsch. Y teniendo en cuenta esto, la elección de ambos protagonistas es muy acertada, ya que tanto George Clooney (que encima se parece cada día más a Cary Grant) como Catherine Zeta-Jones, tienen chapa de actores clásicos.
Intolerable Cruelty empieza de maravillas, con una excelente, desorbitada, desenfrenada y desopilante escena protagonizada por Geoffrey Rush haciendo de marido engañado. Luego de eso viene una secuencia de títulos animada, musicalizada con Suspicious Minds de Elvis Presley. Hasta ahí vamos bien, muy bien, más aún si se menciona que durante la secuencia inicial suena The Boxer, de Simon & Garfunkel. De hecho, el duo está siempre presente en la película (incluyendo un casamiento escocés con Bridge Over Troubled Water tocada con gaitas que es una maravilla), cosa que siempre suma una considerable cantidad de puntos.
Luego de ese comienzo-tren bala, la película cobra un ritmo más pausado que funciona bastante bien pero que en un par de momentos hace que el film se estanque un poco.
El personaje que interpreta George Clooney es Miles Massey, abogado de divorcios famoso por sus contratos prenupciales a prueba de todo, a cuya vida llega un dia Marylin Rexroth (CZ-J), ex esposa de un cliente suyo con quien se casó para robarle su dinero. A eso se dedica Marylin, y al pelmazo de Miles no se le ocurre mejor idea que enamorarse de ella. Esto da pie a una suceción de escenas desopilantes bien al estilo de las screwball, porque como ya dije, esta es una screwball moderna. Pero sin duda los personajes más graciosos de Intolerable Cruelty son el de un excelente Billy Bob Thornton, cuyo personaje siempre habla de más y el que interpreta Irwin Keyes, que hace de Wheezy Joe, asesino a sueldo con problemas de asma.
El amor cuesta caro podrá tener sus altibajos, pero es muy divertida y graciosa, todos los actores están bien y resulta un gran homenaje a aquel subgénero del cine clásico americano. Ah, y hay muchas canciones de aquel maravilloso duo de fines de los sesenta compuesto por Paul Simon y Art Garfunkel.
Juan Martínez.
ESTRENOS
Puntaje: 7. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Luciano Monteagudo (Página/12): 7; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8; Pablo 0. Scholz (Clarín): 8.
Voy a confesar que no soy fanático de los hermanitos Coen ni nada que se le parezca. Si bien creo que tienen un par de grandes películas (Educando a Arizona, De paseo a la muerte, Dónde estás hermano), creo que algunas están muy sobrevaloradas (Fargo, Simplemente sangre, Barton Fink, El hombre que nunca estuvo). El amor cuesta caro, su proyecto más "hollywoodense", si bien no llega a ser excelente, está entre las buenas. Muchos dicen que la película es "la menos Coen" de Joel y Ethan. Para mi no es así en absoluto. El tono y el humor coeniano pueden encontrarse en muchos pasajes de El amor...
Aquí los hermanos toman como punto de partida las screwball comedies de gente como Preston Sturges y Lubitsch. Y teniendo en cuenta esto, la elección de ambos protagonistas es muy acertada, ya que tanto George Clooney (que encima se parece cada día más a Cary Grant) como Catherine Zeta-Jones, tienen chapa de actores clásicos.
Intolerable Cruelty empieza de maravillas, con una excelente, desorbitada, desenfrenada y desopilante escena protagonizada por Geoffrey Rush haciendo de marido engañado. Luego de eso viene una secuencia de títulos animada, musicalizada con Suspicious Minds de Elvis Presley. Hasta ahí vamos bien, muy bien, más aún si se menciona que durante la secuencia inicial suena The Boxer, de Simon & Garfunkel. De hecho, el duo está siempre presente en la película (incluyendo un casamiento escocés con Bridge Over Troubled Water tocada con gaitas que es una maravilla), cosa que siempre suma una considerable cantidad de puntos.
Luego de ese comienzo-tren bala, la película cobra un ritmo más pausado que funciona bastante bien pero que en un par de momentos hace que el film se estanque un poco.
El personaje que interpreta George Clooney es Miles Massey, abogado de divorcios famoso por sus contratos prenupciales a prueba de todo, a cuya vida llega un dia Marylin Rexroth (CZ-J), ex esposa de un cliente suyo con quien se casó para robarle su dinero. A eso se dedica Marylin, y al pelmazo de Miles no se le ocurre mejor idea que enamorarse de ella. Esto da pie a una suceción de escenas desopilantes bien al estilo de las screwball, porque como ya dije, esta es una screwball moderna. Pero sin duda los personajes más graciosos de Intolerable Cruelty son el de un excelente Billy Bob Thornton, cuyo personaje siempre habla de más y el que interpreta Irwin Keyes, que hace de Wheezy Joe, asesino a sueldo con problemas de asma.
El amor cuesta caro podrá tener sus altibajos, pero es muy divertida y graciosa, todos los actores están bien y resulta un gran homenaje a aquel subgénero del cine clásico americano. Ah, y hay muchas canciones de aquel maravilloso duo de fines de los sesenta compuesto por Paul Simon y Art Garfunkel.
Juan Martínez.
jueves, noviembre 20, 2003
Anita y los otros
Anita no pierde el tren (Anita no perd el tren, España, 2001). Dirigida por Ventura Pons. Con Rosa María Sardà, José Coronado, María Barranco y Jordi Dauder. Ficha técnica.
ESTRENOS
Puntaje: 3. En los diarios: Luciano Monteagudo (Página/12): 7; Fernando López (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8.
Al público A Anita le genera incomodad. Una irascible incomodidad. No saber que posición ocupar en la butaca, descalzarse, tomarse los pies, levantar las rodillas, mirar de un lado a otro, encender la luz del reloj para intentar en vano apurar el paso del tiempo. Al publico B, en cambio, Anita le genera risas. Disfrutan con una historia sencilla que habla de la soledad y el paso del tiempo, de la sexualidad, las esperanzas, los impulsos, la inteligencia y las costumbres. Yo estoy dentro de los A, admito que me gustaría disfrutar como los B, pero lamentablemente no puedo. Y con esto no rescato una supremacía de A sobre B ni una intención de B sobre A. Es una simple polarización. Anita permanentemente tiene guiños con el espectador B y torturas con el A, hablándole a cámara y otras veces en off ¿Por que? Nadie lo sabe.
Los mejores momentos de la película son los que recapitula la historia de ella en el cine y como vivió sus 34 años alternando las modas según las épocas entre el cine porno, el de arte y las películas de reestreno. También es interesante el recorrido en los títulos finales por algunas de las Anas importantes de la historia.
Anita tiene que dejar su trabajo como vendedora de entradas porque los dueños del nuevo multicine que se construye en lugar del cine que trabajo toda la vida la consideran antigua y no esta en sus planes. Al principio vive una situación angustiosa, pero más adelante conoce el amor de mano de uno de los obreros que está trabajando en el terreno del cine y que precisamente maneja una excavadora. El obrero tiene pocas palabras pero mucha acción. Ella parecía querer enamorarse, pero finalmente, termina enamorándose de su excavadora y Anita descarga sus deseos atrasados. Sigo sin entender qué tren ya no pierde en el título de la película. ¿El tren del sexo? ¿El vagón como elemento fálico? ¿El humo de la locomotora como el cigarrillo post coito? ¡Qué se yo! Quién entiende esas metáforas que solo sirven para la felicidad del ego del director y para aburrirnos una vez mas con una película que no es intrascendente, es incomoda, aburrida y fuera de tiempo (al menos para los A).
Leandro Rosenzveig.
ESTRENOS
Puntaje: 3. En los diarios: Luciano Monteagudo (Página/12): 7; Fernando López (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8.
Al público A Anita le genera incomodad. Una irascible incomodidad. No saber que posición ocupar en la butaca, descalzarse, tomarse los pies, levantar las rodillas, mirar de un lado a otro, encender la luz del reloj para intentar en vano apurar el paso del tiempo. Al publico B, en cambio, Anita le genera risas. Disfrutan con una historia sencilla que habla de la soledad y el paso del tiempo, de la sexualidad, las esperanzas, los impulsos, la inteligencia y las costumbres. Yo estoy dentro de los A, admito que me gustaría disfrutar como los B, pero lamentablemente no puedo. Y con esto no rescato una supremacía de A sobre B ni una intención de B sobre A. Es una simple polarización. Anita permanentemente tiene guiños con el espectador B y torturas con el A, hablándole a cámara y otras veces en off ¿Por que? Nadie lo sabe.
Los mejores momentos de la película son los que recapitula la historia de ella en el cine y como vivió sus 34 años alternando las modas según las épocas entre el cine porno, el de arte y las películas de reestreno. También es interesante el recorrido en los títulos finales por algunas de las Anas importantes de la historia.
Anita tiene que dejar su trabajo como vendedora de entradas porque los dueños del nuevo multicine que se construye en lugar del cine que trabajo toda la vida la consideran antigua y no esta en sus planes. Al principio vive una situación angustiosa, pero más adelante conoce el amor de mano de uno de los obreros que está trabajando en el terreno del cine y que precisamente maneja una excavadora. El obrero tiene pocas palabras pero mucha acción. Ella parecía querer enamorarse, pero finalmente, termina enamorándose de su excavadora y Anita descarga sus deseos atrasados. Sigo sin entender qué tren ya no pierde en el título de la película. ¿El tren del sexo? ¿El vagón como elemento fálico? ¿El humo de la locomotora como el cigarrillo post coito? ¡Qué se yo! Quién entiende esas metáforas que solo sirven para la felicidad del ego del director y para aburrirnos una vez mas con una película que no es intrascendente, es incomoda, aburrida y fuera de tiempo (al menos para los A).
Leandro Rosenzveig.
martes, noviembre 18, 2003
Deseos múltiples
A los trece (Thirteen, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Catherine Hardwick. Con Evan Rachel Wood, Holly Hunter y Nikki Reed.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Diego Batlle (La Nación): 6; Horacio Bernades (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.
Los lugares de la discordia por los que transitan los personajes de A los trece pertenecen al paradigma de la adolescencia. Ese universo determinado por la biología, un tiempo inestable. A los trece retrata la primera etapa de adolescencia. Ahí comienzan las interrogaciones acerca de cada cosa a la que se debe adscribir. La impaciencia gobierna el ánimo, se crean necesidades insólitas, se cae en la cuenta de que uno es un sujeto social y como tal se debe conducir conforme a la moda. Es fundamental ser popular entre la comunidad juvenil, provocar fascinación. En resumen, comienza un extravagante safari hacia lo desconocido, con el objeto de incorporar cuanta excentricidad sea posible.
Catherine Hardwick escribió el guión junto a Nikki Reed (quien interpreta a Evie Zamora, el objeto de deseo de las chicas/os; Evie es el estilo, selecciona a sus amistades con absoluta deferencia, al tiempo que diferencia a las/los que no tienen el privilegio de disfrutar de su compañía), las dos mujeres lograron una escritura ambidiestra, ya que muestra la mirada femenina como madre y como hija.
Tracy (Evan Rachel Wood) sufre cuando ve a su madre enamorada de un hombre que no tiene futuro y del que no tiene los mejores recuerdos. Llora, se agrede en silencio, cortándose el antebrazo con una tijera (esos planos, construidos con una delicadeza tan extrema que potencian la violencia de la agresión y movilizan al espectador por la angustia que provocan). Melanie (Holly Hunter) quiere acompañar a su hija e hijo, recomponer el espacio del padre ausente, llevar adelante su recuperación del alcoholismo, pero cae en los manejos de su hija y de su amiga Evie (ya instalada en la casa, dispuesta a convertirse en hija adoptiva de Melanie) y comienza a perder la amistad con su hija.
A los trece describe el cambio que implica crecer; el relato se desarrolla en combustión. La ideología de la película no compensa a sus protagonistas, ellas siguen dando vueltas como un trompo... Esta frescura es la que permite que la narración respire y que abrace a las protagonistas en lugar de condenarlas.
María Marta Sosa.
Esto sigue acá. Y después sigue acá. Y también acá.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Diego Batlle (La Nación): 6; Horacio Bernades (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.
Los lugares de la discordia por los que transitan los personajes de A los trece pertenecen al paradigma de la adolescencia. Ese universo determinado por la biología, un tiempo inestable. A los trece retrata la primera etapa de adolescencia. Ahí comienzan las interrogaciones acerca de cada cosa a la que se debe adscribir. La impaciencia gobierna el ánimo, se crean necesidades insólitas, se cae en la cuenta de que uno es un sujeto social y como tal se debe conducir conforme a la moda. Es fundamental ser popular entre la comunidad juvenil, provocar fascinación. En resumen, comienza un extravagante safari hacia lo desconocido, con el objeto de incorporar cuanta excentricidad sea posible.
Catherine Hardwick escribió el guión junto a Nikki Reed (quien interpreta a Evie Zamora, el objeto de deseo de las chicas/os; Evie es el estilo, selecciona a sus amistades con absoluta deferencia, al tiempo que diferencia a las/los que no tienen el privilegio de disfrutar de su compañía), las dos mujeres lograron una escritura ambidiestra, ya que muestra la mirada femenina como madre y como hija.
Tracy (Evan Rachel Wood) sufre cuando ve a su madre enamorada de un hombre que no tiene futuro y del que no tiene los mejores recuerdos. Llora, se agrede en silencio, cortándose el antebrazo con una tijera (esos planos, construidos con una delicadeza tan extrema que potencian la violencia de la agresión y movilizan al espectador por la angustia que provocan). Melanie (Holly Hunter) quiere acompañar a su hija e hijo, recomponer el espacio del padre ausente, llevar adelante su recuperación del alcoholismo, pero cae en los manejos de su hija y de su amiga Evie (ya instalada en la casa, dispuesta a convertirse en hija adoptiva de Melanie) y comienza a perder la amistad con su hija.
A los trece describe el cambio que implica crecer; el relato se desarrolla en combustión. La ideología de la película no compensa a sus protagonistas, ellas siguen dando vueltas como un trompo... Esta frescura es la que permite que la narración respire y que abrace a las protagonistas en lugar de condenarlas.
María Marta Sosa.
Esto sigue acá. Y después sigue acá. Y también acá.
lunes, noviembre 17, 2003
Otra vez sopa (inglesa)
Shiner (Reino Unido, 2000). Dirigida por John Irvin. Con Michael Caine, Martin Landau, Frances Barber y Claire Rushbrook. Ficha técnica.
ESTRENOS
Puntaje: 3. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12): 5; Pablo 0. Scholz (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 4.
Después del reciente estreno de La noche del crimen, este film parece una redundancia, algo así como un deja vu. Ambos tienen mucho en común, no sólo en la historia sino también en su torpe puesta en escena (aquí tenemos, por ejemplo, a un joven a punto de saltar de una terraza para que la película ilustre que “tiene miedo de enfrentar su futuro”). Esta vez el RRPP (Pacino en La noche del crimen) se hace a un lado y el protagónico es ocupado por un promotor de boxeadores. La primera parte de Shiner no muestra grandes aciertos pero se sostiene, tal vez gracias a la actuación del gran Caine, que ayuda a darle mínima forma a ese representante pugilístico con tan pocos escrúpulos como éxitos acumulados. Llamativamente todos los personajes (sin excepción) carecen de cualquier tipo de dignidad. Y por más esfuerzo que realice la película por profundizar en ellos el resultado es en vano: son todos intrínsecamente tan chatos, primarios y transparentes que es imposible encontrarle más capas. Este primer intento de construcción de un policial negro en la capital inglesa cae en la segunda mitad a pesar de todos sus manotazos; cuanto más británica se torna y más conflictos se agregan a la trama, la película se vuelve más ineficaz en su resolución. El resultado final es un bodoque que se asemeja más a un telefilm de bajo presupuesto que a cualquiera de las grandes películas cuya trama gira en torno al boxeo. No puedo dejar de preguntarme por qué se estrena Shiner (después de casi tres años) y tantos otros films muchísimo más interesantes pasan directamente a video.
Fabiana Ferraz.
ESTRENOS
Puntaje: 3. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12): 5; Pablo 0. Scholz (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 4.
Después del reciente estreno de La noche del crimen, este film parece una redundancia, algo así como un deja vu. Ambos tienen mucho en común, no sólo en la historia sino también en su torpe puesta en escena (aquí tenemos, por ejemplo, a un joven a punto de saltar de una terraza para que la película ilustre que “tiene miedo de enfrentar su futuro”). Esta vez el RRPP (Pacino en La noche del crimen) se hace a un lado y el protagónico es ocupado por un promotor de boxeadores. La primera parte de Shiner no muestra grandes aciertos pero se sostiene, tal vez gracias a la actuación del gran Caine, que ayuda a darle mínima forma a ese representante pugilístico con tan pocos escrúpulos como éxitos acumulados. Llamativamente todos los personajes (sin excepción) carecen de cualquier tipo de dignidad. Y por más esfuerzo que realice la película por profundizar en ellos el resultado es en vano: son todos intrínsecamente tan chatos, primarios y transparentes que es imposible encontrarle más capas. Este primer intento de construcción de un policial negro en la capital inglesa cae en la segunda mitad a pesar de todos sus manotazos; cuanto más británica se torna y más conflictos se agregan a la trama, la película se vuelve más ineficaz en su resolución. El resultado final es un bodoque que se asemeja más a un telefilm de bajo presupuesto que a cualquiera de las grandes películas cuya trama gira en torno al boxeo. No puedo dejar de preguntarme por qué se estrena Shiner (después de casi tres años) y tantos otros films muchísimo más interesantes pasan directamente a video.
Fabiana Ferraz.
sábado, noviembre 15, 2003
San Telmo´s (on) Fire
The Happiness of the Katakuris (Katakuri-ke no kofuku, Japón, 2001). Dirigida por Takashi Miike. Con Kenji Sawada, Keiko Matsuzaka, Shinji Takeda y Naomi Nishida. Ficha técnica.
CAPRICHOS
Puntaje: 10
El domingo 16 de noviembre a las 21hs., en el ciclo The Golden Dwarf (en Urania, Cochabamba 360, San Telmo), se proyectará esta película que nadie que no la haya visto debe dejar de ver. Créanme, será una de las experiencias más maravillosas de sus vidas.
THOTK es una de las siete películas que ese japonés trastornado llamado Takashi Miike estrenó en el año 2001. Vi cuatro de esas siete y todas me parecieron obras maestras, pero esta va más allá de todo lo conocido. Katakuris es un film que depara un millón de sorpresas por minuto, algo como nunca se ha visto antes. Remake del film coreano The Quiet Family, de Ji Woon Kim (el director de la maravillosa The Foul King), Katakuris debe ser tal vez la película más ecléctica de la historia. Muta de género cada cinco minutos, y en todos los géneros por donde transita deja una marca imborrable. Comienza con una escena en un restaurant que de repente se convierte en una animación con plastilina. De ahí muta en comedia familiar, luego pasa a ser un film de terror hasta convertirse en un musical al mejor estilo Rodgers & Hammerstein, y a veces es todos esos géneros juntos.
Katakuris es una rareza absoluta, un film que sorprende minuto a minuto y que no para nunca de hacerlo. Es Takashi Miike (cuyas películas gozan de una libertad incomparable) en versión muchísimo más libre. Libertad es lo que respira Katakuris en cada cambio de tono y de género, en cada movimiento de cámara, en cada plano, en cada cuadro. Es un film que cuando uno lo ve por primera vez piensa que es la declaración definitiva de la muerte del cine, pero que luego se da cuenta de que son películas como esta las que demuestran que el cine está más vivo que nunca, y esto es gracias a directores como Takashi Miike, quien por suerte no para nunca de filmar. En el año 2002 hizo siete películas más y en el 2003 hizo cinco. Lo que se dice un workaholic. Nos vemos el domingo en Urania.
Juan P. Martínez.
CAPRICHOS
Puntaje: 10
El domingo 16 de noviembre a las 21hs., en el ciclo The Golden Dwarf (en Urania, Cochabamba 360, San Telmo), se proyectará esta película que nadie que no la haya visto debe dejar de ver. Créanme, será una de las experiencias más maravillosas de sus vidas.
THOTK es una de las siete películas que ese japonés trastornado llamado Takashi Miike estrenó en el año 2001. Vi cuatro de esas siete y todas me parecieron obras maestras, pero esta va más allá de todo lo conocido. Katakuris es un film que depara un millón de sorpresas por minuto, algo como nunca se ha visto antes. Remake del film coreano The Quiet Family, de Ji Woon Kim (el director de la maravillosa The Foul King), Katakuris debe ser tal vez la película más ecléctica de la historia. Muta de género cada cinco minutos, y en todos los géneros por donde transita deja una marca imborrable. Comienza con una escena en un restaurant que de repente se convierte en una animación con plastilina. De ahí muta en comedia familiar, luego pasa a ser un film de terror hasta convertirse en un musical al mejor estilo Rodgers & Hammerstein, y a veces es todos esos géneros juntos.
Katakuris es una rareza absoluta, un film que sorprende minuto a minuto y que no para nunca de hacerlo. Es Takashi Miike (cuyas películas gozan de una libertad incomparable) en versión muchísimo más libre. Libertad es lo que respira Katakuris en cada cambio de tono y de género, en cada movimiento de cámara, en cada plano, en cada cuadro. Es un film que cuando uno lo ve por primera vez piensa que es la declaración definitiva de la muerte del cine, pero que luego se da cuenta de que son películas como esta las que demuestran que el cine está más vivo que nunca, y esto es gracias a directores como Takashi Miike, quien por suerte no para nunca de filmar. En el año 2002 hizo siete películas más y en el 2003 hizo cinco. Lo que se dice un workaholic. Nos vemos el domingo en Urania.
Juan P. Martínez.
¡Plop!
Click! (Argentina, 2001). Dirigida por Ricardo Julio Berreta. Con Silvina Bosco, Mara Bestelli, Sergio Lumbardini, Claudio Giúdice. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 1. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 2; Luciano Monteagudo (Página/12): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6.
Click! es la nueva gota cinematográfica que cae en el charco ubicado a cinco metros del vaso rebalsado de malos estrenos nacionales. Llega a pantallas dos años después de su filmación y cuenta los encuentros cercanos de cualquier tipo y factor entre dos hombres y dos mujeres que compartieron un veraneo en Villa Gessel del cual se volvió con alfajores, arena y un hijo. Las olas y el viento quedaron ocho años atrás y aquella criatura y su madre buscan al viejo amante estival, e incluso lo encontrarén con la misma impericia que el film despide a lo largo de todo su metraje.
Click! intenta superar el estadio precario de la imagen en video ,en este caso realmente antiestética, que permite gracias a las cabriolas de la cámara la comparación con un mal ejercicio de repetidor en escuela de cine. La película ambiciona ser ´una de enredos´ pero al saciar los antojos de un guión que mastica más de lo que puede tragar en materia de comedia y unos personajes con menos dimensiones que una zanahoria, imposibilita tal destino. El tiempo y el ritmo de cada situación intentan efervecer por medio de la agitación de canciones infantiles (por el preconcepto que ponen en juego, no por su genealogía), un montaje caprichoso en su chatura que recae en los peores lugares comunes de la televisión nacional, chistes que intentan funcionar por la lógica de las sitcom ( la contradicción) pero que recuerdan a la simetría de la crónica diaria de Dobal. El director Ricardo Julio Berretta agota sus recursos poco naturales a fuerza de exponerlos como el nene del film exterioriza, a fibra de martillo, su necesidad de amor paternal. Tengan en cuenta que no hice la broma consecuente con el apellido del director Berretta pero si siguiera la lógica de la película lo haría tres veces seguidas. La comedia es un asunto muy serio para tomarlo tan a la ligera.
Juan Manuel Dominguez.
ESTRENO
Puntaje: 1. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 2; Luciano Monteagudo (Página/12): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6.
Click! es la nueva gota cinematográfica que cae en el charco ubicado a cinco metros del vaso rebalsado de malos estrenos nacionales. Llega a pantallas dos años después de su filmación y cuenta los encuentros cercanos de cualquier tipo y factor entre dos hombres y dos mujeres que compartieron un veraneo en Villa Gessel del cual se volvió con alfajores, arena y un hijo. Las olas y el viento quedaron ocho años atrás y aquella criatura y su madre buscan al viejo amante estival, e incluso lo encontrarén con la misma impericia que el film despide a lo largo de todo su metraje.
Click! intenta superar el estadio precario de la imagen en video ,en este caso realmente antiestética, que permite gracias a las cabriolas de la cámara la comparación con un mal ejercicio de repetidor en escuela de cine. La película ambiciona ser ´una de enredos´ pero al saciar los antojos de un guión que mastica más de lo que puede tragar en materia de comedia y unos personajes con menos dimensiones que una zanahoria, imposibilita tal destino. El tiempo y el ritmo de cada situación intentan efervecer por medio de la agitación de canciones infantiles (por el preconcepto que ponen en juego, no por su genealogía), un montaje caprichoso en su chatura que recae en los peores lugares comunes de la televisión nacional, chistes que intentan funcionar por la lógica de las sitcom ( la contradicción) pero que recuerdan a la simetría de la crónica diaria de Dobal. El director Ricardo Julio Berretta agota sus recursos poco naturales a fuerza de exponerlos como el nene del film exterioriza, a fibra de martillo, su necesidad de amor paternal. Tengan en cuenta que no hice la broma consecuente con el apellido del director Berretta pero si siguiera la lógica de la película lo haría tres veces seguidas. La comedia es un asunto muy serio para tomarlo tan a la ligera.
Juan Manuel Dominguez.
Beat On The Brat
La guardería de papá (Daddy Day Care, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Steve Carr. Con Eddie Murphy, Jeff Garlin, Steve Zahn, Regina King, Kevin Nealon, Lacey Chabert y Anjelica Huston. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 3. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): 5; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 4; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 2; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4.
Otra película boluda orientada al público infantil con doblaje insufrible. ¿Cuándo aprenderán de Lilo & Stitch, de Matilda, de Un ratoncito duro de cazar, de Babe 2, de La princesita, grandes películas que superan por un millón de cuerpos a cosas como La guardería de papá?
Los primeros 30 minutos del film de Steve Carr (Next Friday, Dr. Dolittle 2, doble ouch) son insoportablemente aburridos, y uno piensa que se va a comer el embole de su vida viendo una película sin una onza de gracia. Por suerte más adelante el film, sin dejar de ser decididamente malo, por lo menos empieza a tener momentos divertidos gracias a la aparición del genio de Steve Zahn, que hace de nerd trekkie y comiquero, y de alguno que otro de los niños (el que se cree The Flash, el que habla sólo en Klingoniano), hasta llegar a un pico de felicidad cuando aparecen los subvaloradisísimos Cheap Trick tocando su inmortal hit Surrender.
El resto es chatura absoluta. Eddie Murphy, que puede ser bueno si lo dirigen John Landis o Frank Oz y puede ser insufrible como lo es en el resto de sus films, acá no es ni lo uno ni lo otro. Si bien es el protagonista de la película, podría no estar y casi nada cambiaría. Anjelica Huston está absolutamente desaprovechada como villana dueña de colegio estricto, y el director es tan pero tan torpe que lo tiene al genial Kevin Nealon y no le hace hacer casi nada.
Pero tal vez lo más ennervante de La guardería de papá sean los niños que invaden la pantalla. No tanto cuando están descontrolados y hacen lio, sino cuando cerca del final cuentan todo lo que aprendieron estando en la antedicha guardería, cómo mejoraron como personas. Es ahí donde el film se convierte en Nutra Sweet y uno quiere llamar a Merlina y Pericles para que golpeen a estos brats con un baseball bat. Oh yeah. Oh yeah.
Juan P. Martínez.
ESTRENO
Puntaje: 3. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): 5; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 4; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 2; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4.
Otra película boluda orientada al público infantil con doblaje insufrible. ¿Cuándo aprenderán de Lilo & Stitch, de Matilda, de Un ratoncito duro de cazar, de Babe 2, de La princesita, grandes películas que superan por un millón de cuerpos a cosas como La guardería de papá?
Los primeros 30 minutos del film de Steve Carr (Next Friday, Dr. Dolittle 2, doble ouch) son insoportablemente aburridos, y uno piensa que se va a comer el embole de su vida viendo una película sin una onza de gracia. Por suerte más adelante el film, sin dejar de ser decididamente malo, por lo menos empieza a tener momentos divertidos gracias a la aparición del genio de Steve Zahn, que hace de nerd trekkie y comiquero, y de alguno que otro de los niños (el que se cree The Flash, el que habla sólo en Klingoniano), hasta llegar a un pico de felicidad cuando aparecen los subvaloradisísimos Cheap Trick tocando su inmortal hit Surrender.
El resto es chatura absoluta. Eddie Murphy, que puede ser bueno si lo dirigen John Landis o Frank Oz y puede ser insufrible como lo es en el resto de sus films, acá no es ni lo uno ni lo otro. Si bien es el protagonista de la película, podría no estar y casi nada cambiaría. Anjelica Huston está absolutamente desaprovechada como villana dueña de colegio estricto, y el director es tan pero tan torpe que lo tiene al genial Kevin Nealon y no le hace hacer casi nada.
Pero tal vez lo más ennervante de La guardería de papá sean los niños que invaden la pantalla. No tanto cuando están descontrolados y hacen lio, sino cuando cerca del final cuentan todo lo que aprendieron estando en la antedicha guardería, cómo mejoraron como personas. Es ahí donde el film se convierte en Nutra Sweet y uno quiere llamar a Merlina y Pericles para que golpeen a estos brats con un baseball bat. Oh yeah. Oh yeah.
Juan P. Martínez.
jueves, noviembre 13, 2003
Sin sexo ni mentiras (parte 2)
Videoacción 2! (muestra de videoclips nacionales) en el Centro Cultural Gral. San Martín el domingo 9 de noviembre. Cierre en vivo: MGO y Jaime sin tierra. Los videos de Miguelius y Lalann se pueden ver en proyecto under. El video de Ambar se puede ver acá.
VIDEOCLIPS / CAPRICHOS
Puntaje: 7
Click para leer la primera parte.
La placa que decía Mal mortal de San Martín Vampire provocó la primera ovación generalizada. Un video en blanco y negro con algunos planos detalles escalofriantes, pero no tanto como la prueba del desgaste físico que sufrieron en menos de 5 años Pángaro, Fabio Rey y Rudy Martínez. Lástima que el video no haya tenido un apoyo fuerte en su momento por parte de las cadenas cliperas. Agua viva de Los brujos, también ovacionado antes de empezar, era un alien dentro de la programación, tal vez por ser el único video que en su tiempo se pasó hasta el hartazgo. Como la expedición de IKV sorprendió probar que el video no envejeció tanto como la canción. También sirvió para reafirmar la evolución musical y la involución corporal de Fabio Rey.
Los sonidos electrónicos volvieron a hacerse presentes con Inocentes de Gustavo Lamas y What happen? de Miguelius. El video de Lamas tenía una puesta en escena típica de un video casero (¡qué poco glamorosas son las terrazas de Buenos Aires!) y mostraba planos entrecortados (en los momentos más afortunados en synchro con la música) de gente pasando cables entre macetas. El final, tan previsible como efectivo, dejó ver al menos unos segundos del baile nocturno de las plantas. El video de Miguelius comenzó con una idea interesante. Lo mostraba en una ducha cantando su música electrónica (es increible que sus sonidos lleguen a lograr verosimilitud y que la frase del título, la única que canta, esté mal pronunciada). La inspiración se diluyó en segundos y comenzó un catálogo de efectos de programa de edición digital. El video sirve también para probar que los humanos jamás podrán igualar a las máquinas.
Proyector de cine de Peligrosos gorriones demostró que los ex San Martín Vampire no son los únicos hoy desmejorados física y musicalmente. Con pocos planos de los chicos liderados por Francisco Bochatón, el video es dignísimo y bastante más interesante que el mucho más popular Escafandra. Deja pensando por qué Gabriel Arregui no siguió haciendo videos en lugar de una película como Mataperros, que es tan digna como fallida.
Morirían de Suárez muestra a la banda de Rosario Bléfari jugando como nenes en una cancha de papi fútbol. El juego estaba planteado a través de los colores y los contrastes que adquirían la alfombra de la cancha con la vestimenta de los cuatro Suárez y algunos instrumentos de juguete que andaban dando vueltas. El video se hubiera llevado la ovación de la noche de no ser porque Jaime sin tierra jugaba de local. El techo de mi cuarto cerró la muestra. La redundancia entre imagen y letra era tan grande que terminó por hacer funcionar al video. Luego de la frase “eso era Jaime sin tierra antes, esto es Jaime sin tierra ahora” comenzó el show de una banda que parece haberse consolidado siguiendo un camino propio. Una vez más probaron que las proyecciones de fondo en pantalla gigante les sienta a la perfección y que el dictatorial formato canción les quita vuelo. Jaime sin tierra parece sonar cada día más tranquilo y prolijo. Por momentos es una pena.
Naza Chong.
VIDEOCLIPS / CAPRICHOS
Puntaje: 7
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La placa que decía Mal mortal de San Martín Vampire provocó la primera ovación generalizada. Un video en blanco y negro con algunos planos detalles escalofriantes, pero no tanto como la prueba del desgaste físico que sufrieron en menos de 5 años Pángaro, Fabio Rey y Rudy Martínez. Lástima que el video no haya tenido un apoyo fuerte en su momento por parte de las cadenas cliperas. Agua viva de Los brujos, también ovacionado antes de empezar, era un alien dentro de la programación, tal vez por ser el único video que en su tiempo se pasó hasta el hartazgo. Como la expedición de IKV sorprendió probar que el video no envejeció tanto como la canción. También sirvió para reafirmar la evolución musical y la involución corporal de Fabio Rey.
Los sonidos electrónicos volvieron a hacerse presentes con Inocentes de Gustavo Lamas y What happen? de Miguelius. El video de Lamas tenía una puesta en escena típica de un video casero (¡qué poco glamorosas son las terrazas de Buenos Aires!) y mostraba planos entrecortados (en los momentos más afortunados en synchro con la música) de gente pasando cables entre macetas. El final, tan previsible como efectivo, dejó ver al menos unos segundos del baile nocturno de las plantas. El video de Miguelius comenzó con una idea interesante. Lo mostraba en una ducha cantando su música electrónica (es increible que sus sonidos lleguen a lograr verosimilitud y que la frase del título, la única que canta, esté mal pronunciada). La inspiración se diluyó en segundos y comenzó un catálogo de efectos de programa de edición digital. El video sirve también para probar que los humanos jamás podrán igualar a las máquinas.
Proyector de cine de Peligrosos gorriones demostró que los ex San Martín Vampire no son los únicos hoy desmejorados física y musicalmente. Con pocos planos de los chicos liderados por Francisco Bochatón, el video es dignísimo y bastante más interesante que el mucho más popular Escafandra. Deja pensando por qué Gabriel Arregui no siguió haciendo videos en lugar de una película como Mataperros, que es tan digna como fallida.
Morirían de Suárez muestra a la banda de Rosario Bléfari jugando como nenes en una cancha de papi fútbol. El juego estaba planteado a través de los colores y los contrastes que adquirían la alfombra de la cancha con la vestimenta de los cuatro Suárez y algunos instrumentos de juguete que andaban dando vueltas. El video se hubiera llevado la ovación de la noche de no ser porque Jaime sin tierra jugaba de local. El techo de mi cuarto cerró la muestra. La redundancia entre imagen y letra era tan grande que terminó por hacer funcionar al video. Luego de la frase “eso era Jaime sin tierra antes, esto es Jaime sin tierra ahora” comenzó el show de una banda que parece haberse consolidado siguiendo un camino propio. Una vez más probaron que las proyecciones de fondo en pantalla gigante les sienta a la perfección y que el dictatorial formato canción les quita vuelo. Jaime sin tierra parece sonar cada día más tranquilo y prolijo. Por momentos es una pena.
Naza Chong.
miércoles, noviembre 12, 2003
El premio va para...
Gerente en 2 ciudades (Argentina, 2001). Dirigida por Diego Soffici. Con Adrián Airala, Carolina Fal, Lorenzo Quinteros y Dolores Fonzi.
Bonifacio (Argentina, 2003). Dirigida por Rodrigo Magallanes. Con Alfredo Steimberg, Carlos Pedraza, Sebastián Lucas Carrión, Ramón Benito Romero.
ESTRENOS
Puntajes: Gerente en 2 ciudades: 1. En los diarios:
Bonifacio: 2. En los diarios:
En ambas películas su núcleo narrativo se desarrolla en el interior. Gerente... en Santa Fe con algunos devaneos porteños y Bonifacio en Santa Cruz. Quizás las semejanzas entre los dos films no superen el mero capricho de bajar dos pajarones de un solo disparo, aunque lo dudo. Si juntamos los actores de ambos films, exceptuando a Fonzi y a Fal, con quince pesos nos dan un Juan Leyrado en el quiosco cinéfilo y hay que salir como perro con dos colas y sin dos películas. Sorpresivamente ambos films estrujan guiones para agotarse en un tercio de lo que duran; Bonifacio, (una historia sencilla que jamás puede conformar un largo) se ahoga en paisajismos y provincialismos del sur que carecen de densidad en la pantalla y sólo empapelan una caricatura. En ambos casos la narración es aturdida y peca en su construcción: Bonifacio intenta cargarse un género como el terror pero a lomo de cordero patagónico sin más ideas que aquellos recursos básicos del fantástico mal usados: fuera de campo y música haciendo ruido con aviso. De terror. Gerente... inicia con un plano picado que muestra Santa Fe toda, ruiditos que avisan los desvaríos mentales del banquero protagonista y así hasta el infinito y mas allá.
Son películas perecederas a priori pero apestan a algo más que rutina de mal cineasta argentino ¿No hay temporada para cazar de esos? Todas las semanas hay un eslabón perdido que no logró estrenarse en su momento y ahora se cuelan por los Espacios INCAA en nuestro guiso de cada jueves: Ciudad del sol, India Pravile, más estas dos películas fueron financiadas por el Instituto. La calidad de estas películas dista de otras cuya filmación no logro el sustento por parte de aquel organismo estatal que juzga a Los rubios, y se permite decirle qué hacer a Agustina Carri, con la misma impunidad que banca bodoques como Un día en el paraíso o El polaquito. Al parecer, siempre hay que seguir participando.
Juan Manuel Dominguez.
Bonifacio (Argentina, 2003). Dirigida por Rodrigo Magallanes. Con Alfredo Steimberg, Carlos Pedraza, Sebastián Lucas Carrión, Ramón Benito Romero.
ESTRENOS
Puntajes: Gerente en 2 ciudades: 1. En los diarios:
Bonifacio: 2. En los diarios:
En ambas películas su núcleo narrativo se desarrolla en el interior. Gerente... en Santa Fe con algunos devaneos porteños y Bonifacio en Santa Cruz. Quizás las semejanzas entre los dos films no superen el mero capricho de bajar dos pajarones de un solo disparo, aunque lo dudo. Si juntamos los actores de ambos films, exceptuando a Fonzi y a Fal, con quince pesos nos dan un Juan Leyrado en el quiosco cinéfilo y hay que salir como perro con dos colas y sin dos películas. Sorpresivamente ambos films estrujan guiones para agotarse en un tercio de lo que duran; Bonifacio, (una historia sencilla que jamás puede conformar un largo) se ahoga en paisajismos y provincialismos del sur que carecen de densidad en la pantalla y sólo empapelan una caricatura. En ambos casos la narración es aturdida y peca en su construcción: Bonifacio intenta cargarse un género como el terror pero a lomo de cordero patagónico sin más ideas que aquellos recursos básicos del fantástico mal usados: fuera de campo y música haciendo ruido con aviso. De terror. Gerente... inicia con un plano picado que muestra Santa Fe toda, ruiditos que avisan los desvaríos mentales del banquero protagonista y así hasta el infinito y mas allá.
Son películas perecederas a priori pero apestan a algo más que rutina de mal cineasta argentino ¿No hay temporada para cazar de esos? Todas las semanas hay un eslabón perdido que no logró estrenarse en su momento y ahora se cuelan por los Espacios INCAA en nuestro guiso de cada jueves: Ciudad del sol, India Pravile, más estas dos películas fueron financiadas por el Instituto. La calidad de estas películas dista de otras cuya filmación no logro el sustento por parte de aquel organismo estatal que juzga a Los rubios, y se permite decirle qué hacer a Agustina Carri, con la misma impunidad que banca bodoques como Un día en el paraíso o El polaquito. Al parecer, siempre hay que seguir participando.
Juan Manuel Dominguez.
martes, noviembre 11, 2003
Sin sexo ni mentiras (parte 1)
Videoacción 2! (muestra de videoclips nacionales) en el Centro Cultural Gral. San Martín el domingo 9 de noviembre. Cierre en vivo: MGO y Jaime sin tierra. Los videos de Miguelius y Lalann se pueden ver en proyecto under. El video de Ambar se puede ver acá.
VIDEOCLIPS / CAPRICHOS
Puntaje: 7
La segunda jornada de la muestra comenzó con el videoclip Data incoming de MGO que, según sus propias palabras, lo mostraba tres veces en pantalla. Es decir, un plano fijo, la pantalla dividida en tres de manera poco visible y bajista, cantante y guitarrista que intentaban parecer compartir una habitación aunque, obviamente, no lo hacían. Chiste viejo, pero ayudó la vuelta de tuerca propuesta: el trabajo en post producción de imágenes por momentos congeladas y algún loop imaginativo. Lo más interesante vino después del video con su mini show que incluía otra vuelta de tuerca, esta vez bastante más original. El responsable de la música de Tan de repente salió guitarra en mano y auriculares en los oídos a un escenario que incluía a un muñeco parado en el frente, con las manos en los bolsillos y cabeza de monitor. El televisor se llenó con una grabación de su cara con los mencionados auriculares, y comenzó el show que jugaba con bases y voces pregrabadas en perfecta armonía con la voz y guitarra en vivo.
Al rato arrancaron los videos programados. Los dos primeros fueron Breeze de Lalann y Oberture de Charly García. Al primero, animado y con la ya envejecida ilusión de que la música electrónica es cool por definición, le faltaban más horas de trabajo en la imagen que ideas. El segundo igual, pero con los sustantivos en el orden inverso, aunque el hipnotismo de la puesta de luces prevenía de notar la presencia del rocker que se quiere morir y no puede.
Corcel de Bébete el mar apostó al pop saturado en azul, con algunos inserts en blanco y negro que parecían de algún corto anterior hecho para alguna escuela de cine. Playa de luz de Ambar jugaba con una paleta más amplia de colores, simulaba su amateurismo de una forma más amable y lograba momentos placenteros principalmente cuando remplazaba en pantalla al dúo de techno pop por flamencos o imágenes sueltas experimentales (en el sentido estudiantil del género) de la ciudad.
Siguieron los Illya Kuriaki & The Valderramas con Expedición al Klama Hama, tal vez el video más interesante de la banda. Sin embargo, su coqueteo con las artes marciales y los contrastes entre verdes y blancos fue recibido por el público con la misma frialdad y sorna que El símbolo de mi alma de Erica García. La bocona exiliada se transformó en el Bjorn Borg de Guillermo Vilas y le patea el culo en un partido de tenis. El MGO decapitado que quedó sobre el escenario no permitía ver el resultado de la paliza que recibió Guillermo, el grande. Tarea imposible fue tratar de simular que García juega bien al tenis, pero la presencia de Vilas en pantalla gigante fue uno de los momentos más placenteros de la noche.
Naza Chong.
Click para leer la segunda parte.
VIDEOCLIPS / CAPRICHOS
Puntaje: 7
La segunda jornada de la muestra comenzó con el videoclip Data incoming de MGO que, según sus propias palabras, lo mostraba tres veces en pantalla. Es decir, un plano fijo, la pantalla dividida en tres de manera poco visible y bajista, cantante y guitarrista que intentaban parecer compartir una habitación aunque, obviamente, no lo hacían. Chiste viejo, pero ayudó la vuelta de tuerca propuesta: el trabajo en post producción de imágenes por momentos congeladas y algún loop imaginativo. Lo más interesante vino después del video con su mini show que incluía otra vuelta de tuerca, esta vez bastante más original. El responsable de la música de Tan de repente salió guitarra en mano y auriculares en los oídos a un escenario que incluía a un muñeco parado en el frente, con las manos en los bolsillos y cabeza de monitor. El televisor se llenó con una grabación de su cara con los mencionados auriculares, y comenzó el show que jugaba con bases y voces pregrabadas en perfecta armonía con la voz y guitarra en vivo.
Al rato arrancaron los videos programados. Los dos primeros fueron Breeze de Lalann y Oberture de Charly García. Al primero, animado y con la ya envejecida ilusión de que la música electrónica es cool por definición, le faltaban más horas de trabajo en la imagen que ideas. El segundo igual, pero con los sustantivos en el orden inverso, aunque el hipnotismo de la puesta de luces prevenía de notar la presencia del rocker que se quiere morir y no puede.
Corcel de Bébete el mar apostó al pop saturado en azul, con algunos inserts en blanco y negro que parecían de algún corto anterior hecho para alguna escuela de cine. Playa de luz de Ambar jugaba con una paleta más amplia de colores, simulaba su amateurismo de una forma más amable y lograba momentos placenteros principalmente cuando remplazaba en pantalla al dúo de techno pop por flamencos o imágenes sueltas experimentales (en el sentido estudiantil del género) de la ciudad.
Siguieron los Illya Kuriaki & The Valderramas con Expedición al Klama Hama, tal vez el video más interesante de la banda. Sin embargo, su coqueteo con las artes marciales y los contrastes entre verdes y blancos fue recibido por el público con la misma frialdad y sorna que El símbolo de mi alma de Erica García. La bocona exiliada se transformó en el Bjorn Borg de Guillermo Vilas y le patea el culo en un partido de tenis. El MGO decapitado que quedó sobre el escenario no permitía ver el resultado de la paliza que recibió Guillermo, el grande. Tarea imposible fue tratar de simular que García juega bien al tenis, pero la presencia de Vilas en pantalla gigante fue uno de los momentos más placenteros de la noche.
Naza Chong.
Click para leer la segunda parte.
Evolution Revolution Pop
Travis: 12 Memories. Producido por Travis, Steve Orchard y Tchad Blake. Sony. Ficha técnica.
DISCOS
Puntaje: 9
12 Memories marca el regreso de los subvalorados glasgoweanos liderados por Fran Healy luego de la que tal vez sea su obra maestra definitiva, The Invisible Band (2001), una colección de canciones hermosas, pegadizas y contagiosas. Con ese disco se los acusó de softies cuando, si me preguntan a mi, no hay nada de malo en eso. Con su segundo disco, The Man Who, se los acusó de plagiar a medio mundo, cuando lo que en realidad estaban haciendo era reflexionar sobre la música actual –Fran Healy cantaba, con su dulce voz: "And what’s a Wonderwall anyway", "There’s no design for my life, there’s no devil’s haircut in my mind"-. Ahora se los está acusando de haberse estancado, cuando no es así ni por asomo.
12 Memories plantea cómo seguir haciendo cosas interesantes luego de haber hecho un disco donde encontraron la perfección pop. Y la respuesta es: haciendo más canciones pop perfectas. Las 12 canciones de 12 Memories (11 más un hidden track) son todas excelentes y conforman otra colección poppera tranquilita (con un par de miniexplosiones eléctricas) que es un placer escuchar. El álbum suena distinto a los dos anteriores –ni que hablar de su debut, Good Feeling, un gran disco que, juzgando por lo que hicieron después, estilísticamente parece de otra banda-. Aquí los chicos, sin perder su sensibilidad pop, tienden a experimentar un poco, especialmente con la extraña -por tener una estructura de canción pop convencional pero con arreglos bastante raros para una canción pop convencional- Paperclips, y el álbum termina sonando como un disco de outtakes de los Beatles circa Abbey Road, aunque políticamente comprometido. El mejor ejemplo de esto es Peace the Fuck Out, una excelente protest song que termina con un corito de hooligans repitiendo una y otra vez el nombre de la canción.
Los highlights de 12 Memories son The Beautiful Occupation –otra protest song-, How Many Hearts y la hermosísima Love Will Come Through. Bah, todos los temas son brillantes. Estos chicos volvieron con otro disco excelente, y espero que no se vayan nunca.
Juan P. Martínez.
DISCOS
Puntaje: 9
12 Memories marca el regreso de los subvalorados glasgoweanos liderados por Fran Healy luego de la que tal vez sea su obra maestra definitiva, The Invisible Band (2001), una colección de canciones hermosas, pegadizas y contagiosas. Con ese disco se los acusó de softies cuando, si me preguntan a mi, no hay nada de malo en eso. Con su segundo disco, The Man Who, se los acusó de plagiar a medio mundo, cuando lo que en realidad estaban haciendo era reflexionar sobre la música actual –Fran Healy cantaba, con su dulce voz: "And what’s a Wonderwall anyway", "There’s no design for my life, there’s no devil’s haircut in my mind"-. Ahora se los está acusando de haberse estancado, cuando no es así ni por asomo.
12 Memories plantea cómo seguir haciendo cosas interesantes luego de haber hecho un disco donde encontraron la perfección pop. Y la respuesta es: haciendo más canciones pop perfectas. Las 12 canciones de 12 Memories (11 más un hidden track) son todas excelentes y conforman otra colección poppera tranquilita (con un par de miniexplosiones eléctricas) que es un placer escuchar. El álbum suena distinto a los dos anteriores –ni que hablar de su debut, Good Feeling, un gran disco que, juzgando por lo que hicieron después, estilísticamente parece de otra banda-. Aquí los chicos, sin perder su sensibilidad pop, tienden a experimentar un poco, especialmente con la extraña -por tener una estructura de canción pop convencional pero con arreglos bastante raros para una canción pop convencional- Paperclips, y el álbum termina sonando como un disco de outtakes de los Beatles circa Abbey Road, aunque políticamente comprometido. El mejor ejemplo de esto es Peace the Fuck Out, una excelente protest song que termina con un corito de hooligans repitiendo una y otra vez el nombre de la canción.
Los highlights de 12 Memories son The Beautiful Occupation –otra protest song-, How Many Hearts y la hermosísima Love Will Come Through. Bah, todos los temas son brillantes. Estos chicos volvieron con otro disco excelente, y espero que no se vayan nunca.
Juan P. Martínez.
lunes, noviembre 10, 2003
La rebelión de las personas
Matrix: Revoluciones (The Matrix Revolutions, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Andy y Larry Wachowski. Con Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Laurence Fishburne, Hugo Weaving, Jada Pinkett Smith, Monica Bellucci, Mary Alice, Rachel Blackman. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Diego Batlle (La Nación): 6; Pablo 0. Scholz (Clarín): 8; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.
Filmada junto con Matrix: Recargado, esta película prometía las mismas virtudes y los mismos defectos de su antecesora. Pero curiosamente no es así. De hecho son tan distintas entre sí que resulta llamativo. Matrix había impactado a los espectadores en 1999, los críticos, en cambio, desconfiaron desde el comienzo. La filosofía, la mitología y la religión no pueden ir de la mano de historias divertidas protagonizadas por el incomparable Keanu Reeves. Matrix: recargado era tan recargado que confundía. Se perdía en su universo al mismo tiempo que parecía mostrar la muerte de la narración clásica tal cual la conocíamos hasta la fecha. La fecha fue 2003 y Matrix: Revoluciones desmintió ese mismo año que se tratara de tal revolución cinematográfica. En la segunda entrega las escenas espectaculares, el anuncio de la lucha final y –sobre todo eso- las historias de amor se combinaban de forma rara, confusa y por momentos decepcionante. Una película de amor dentro de una superproducción gigantesca. Un film que no tenía un final y dejaba a los espectadores frustrados por la abrupta interrupción.
Aquí la historia de amor ya fue planteada y todos la conocen, todos saben lo que los personajes sienten y no es necesario subrayarla más. La espectacularidad está más integrada a la trama, se recupera el universo del primer film y el clímax del film se divide en dos. Esto último es una apuesta fuerte que –milagrosamente- funciona. La saga se volvió autoconciente, se hace cargo de lo que cuenta y multiplica la locura. Grandilocuente hasta la parodia, la batalla entre Neo y Mr. Smith es sorprendente. Un disparate nunca visto. Antes, la batalla por Zion había sido espectacular en el sentido más tradicional del término. La lucha anónima del pueblo contra un poder invencible es seguida por otra lucha que ocurre en un mundo superior. El bien contra el mal reducido a dos contrincantes. Matrix: Revoluciones no anda con cosas pequeñas. Hay más referencias religiosas que en –por ejemplo- una película de Scorsese pero con un sentido del humor casi siempre ausente en esta clase de cineastas. La solemnidad no esta prohibida, pero Matrix no habría sobrevivido sin ese toque sutilmente delirante que acompaña sus principales escenas. Y aunque la saga no es todo lo brillante que debería ser para ocupar un lugar de privilegio en la historia del cine, no hay duda de que ha hecho méritos para ser tomada en cuenta. No se dejen asustar por el exceso de salas donde se exhibe, tal barbaridad no tiene que ver con el contenido de la película. La primera trilogía de Matrix ha llegado a su fin. El resultado ha sido positivo y las tres películas juntas forman una historia interesante, deslumbrante y coherente. Pasado el furor, podrán ser disfrutadas en su justa medida con el correr de los años. Y reestrenadas cuando una nueva trilogía dé comienzo. Porque todo lo que tiene un final puede tener luego un nuevo comienzo.
Santiago García.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Diego Batlle (La Nación): 6; Pablo 0. Scholz (Clarín): 8; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 8.
Filmada junto con Matrix: Recargado, esta película prometía las mismas virtudes y los mismos defectos de su antecesora. Pero curiosamente no es así. De hecho son tan distintas entre sí que resulta llamativo. Matrix había impactado a los espectadores en 1999, los críticos, en cambio, desconfiaron desde el comienzo. La filosofía, la mitología y la religión no pueden ir de la mano de historias divertidas protagonizadas por el incomparable Keanu Reeves. Matrix: recargado era tan recargado que confundía. Se perdía en su universo al mismo tiempo que parecía mostrar la muerte de la narración clásica tal cual la conocíamos hasta la fecha. La fecha fue 2003 y Matrix: Revoluciones desmintió ese mismo año que se tratara de tal revolución cinematográfica. En la segunda entrega las escenas espectaculares, el anuncio de la lucha final y –sobre todo eso- las historias de amor se combinaban de forma rara, confusa y por momentos decepcionante. Una película de amor dentro de una superproducción gigantesca. Un film que no tenía un final y dejaba a los espectadores frustrados por la abrupta interrupción.
Aquí la historia de amor ya fue planteada y todos la conocen, todos saben lo que los personajes sienten y no es necesario subrayarla más. La espectacularidad está más integrada a la trama, se recupera el universo del primer film y el clímax del film se divide en dos. Esto último es una apuesta fuerte que –milagrosamente- funciona. La saga se volvió autoconciente, se hace cargo de lo que cuenta y multiplica la locura. Grandilocuente hasta la parodia, la batalla entre Neo y Mr. Smith es sorprendente. Un disparate nunca visto. Antes, la batalla por Zion había sido espectacular en el sentido más tradicional del término. La lucha anónima del pueblo contra un poder invencible es seguida por otra lucha que ocurre en un mundo superior. El bien contra el mal reducido a dos contrincantes. Matrix: Revoluciones no anda con cosas pequeñas. Hay más referencias religiosas que en –por ejemplo- una película de Scorsese pero con un sentido del humor casi siempre ausente en esta clase de cineastas. La solemnidad no esta prohibida, pero Matrix no habría sobrevivido sin ese toque sutilmente delirante que acompaña sus principales escenas. Y aunque la saga no es todo lo brillante que debería ser para ocupar un lugar de privilegio en la historia del cine, no hay duda de que ha hecho méritos para ser tomada en cuenta. No se dejen asustar por el exceso de salas donde se exhibe, tal barbaridad no tiene que ver con el contenido de la película. La primera trilogía de Matrix ha llegado a su fin. El resultado ha sido positivo y las tres películas juntas forman una historia interesante, deslumbrante y coherente. Pasado el furor, podrán ser disfrutadas en su justa medida con el correr de los años. Y reestrenadas cuando una nueva trilogía dé comienzo. Porque todo lo que tiene un final puede tener luego un nuevo comienzo.
Santiago García.
Abismo
Devorador de pecados (The Order, Estados Unidos, 2003) Dirigida por Brian Helgeland. Con Heath Ledger, Shannyn Sossamon, Peter Weller. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Pablo 0. Scholz (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4; Ambito Financiero: 4.
Brian Helgeland retoma el juego de anacronías que desató con éxito en su película anterior Corazón de caballero (2001). Helgeland mostró una historia de caballería con una puesta en escena que derrochaba modernismo. La pareja protagonista (Heath Ledger y Shannyn Sossamon), enfundada en un vestuario que parecía proveniente de una pasarela de Dolce & Gabanna, bailaba como en una disco actual. Los bellos jóvenes se cortejaban en un ambiente fresco y desafectado. Corazón de caballero apostaba al amor en los tiempos de El Quijote, mas transcurría en una atmósfera digna de un artículo de la revista Cosmopolitan.
Devorador de pecados sucede a principios de Milenio, la época es contemporánea, aunque los personajes parecen de otro tiempo. Heath Ledger imponente, introduce al espectador en el relato. En tono solemne, riguroso, habla de un principio, de un misterio, de un abismo, de búsquedas. Más tarde, lo veremos celebrando Misa en Latín, de espalda a los fieles, así como lo hacían todos los sacerdotes antes del Concilio Vaticano II. Alex Bernier es uno de los últimos integrantes de los Carolingios, una orden acusada de perseguir el conocimiento casi de manera hereje. El destino de Alex está determinado por una escritura que no es la de Dios, sino la de William Eden (Beno Furman): el devorador de pecados. Una suerte de médium atildado, que oficia de sacerdote cuando la Iglesia decide excomulgar a los fieles.
El devorador de pecados presenta una Iglesia Católica con un papa enfermo, un maquiavélico cardenal en ascenso, persecuciones ideológicas entre las órdenes, planteos acerca del celibato, exorcismos, intrigas históricas, combates políticos. Un sin fin de interrogantes que exponen lo insondable de la Barca de San Pedro.
Brian Helgeland adoptó la severidad de la antigua Iglesia y escribió un guión a la manera de las Tablas de la Ley, plagado de frases con sentido eminente. El discurso de Helgeland comulga con la magnificente puesta en escena; somos conducidos en círculos cada vez más estrechos hacia el temido y preludiado abismo.
María Marta Sosa.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Pablo 0. Scholz (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4; Ambito Financiero: 4.
Brian Helgeland retoma el juego de anacronías que desató con éxito en su película anterior Corazón de caballero (2001). Helgeland mostró una historia de caballería con una puesta en escena que derrochaba modernismo. La pareja protagonista (Heath Ledger y Shannyn Sossamon), enfundada en un vestuario que parecía proveniente de una pasarela de Dolce & Gabanna, bailaba como en una disco actual. Los bellos jóvenes se cortejaban en un ambiente fresco y desafectado. Corazón de caballero apostaba al amor en los tiempos de El Quijote, mas transcurría en una atmósfera digna de un artículo de la revista Cosmopolitan.
Devorador de pecados sucede a principios de Milenio, la época es contemporánea, aunque los personajes parecen de otro tiempo. Heath Ledger imponente, introduce al espectador en el relato. En tono solemne, riguroso, habla de un principio, de un misterio, de un abismo, de búsquedas. Más tarde, lo veremos celebrando Misa en Latín, de espalda a los fieles, así como lo hacían todos los sacerdotes antes del Concilio Vaticano II. Alex Bernier es uno de los últimos integrantes de los Carolingios, una orden acusada de perseguir el conocimiento casi de manera hereje. El destino de Alex está determinado por una escritura que no es la de Dios, sino la de William Eden (Beno Furman): el devorador de pecados. Una suerte de médium atildado, que oficia de sacerdote cuando la Iglesia decide excomulgar a los fieles.
El devorador de pecados presenta una Iglesia Católica con un papa enfermo, un maquiavélico cardenal en ascenso, persecuciones ideológicas entre las órdenes, planteos acerca del celibato, exorcismos, intrigas históricas, combates políticos. Un sin fin de interrogantes que exponen lo insondable de la Barca de San Pedro.
Brian Helgeland adoptó la severidad de la antigua Iglesia y escribió un guión a la manera de las Tablas de la Ley, plagado de frases con sentido eminente. El discurso de Helgeland comulga con la magnificente puesta en escena; somos conducidos en círculos cada vez más estrechos hacia el temido y preludiado abismo.
María Marta Sosa.
Sensatez y sentimientos
Ser y tener (Être et avoir, Francia, 2002) Dirigida por Nicolas Philibert. Con Georges Lopez, Alizé, Guillaume, Jojo, Olivier. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 8; Luciano Monteagudo (Página/12): ; Fernando López (La Nación): 8; Ambito Financiero: 8.
A través de la observación, casi sin intervención alguna más que la presencia de la cámara que suponemos invisible casi en todo momento, Philibert nos acerca una historia conmovedora filmada durante varios meses en una escuela rural de Francia. El mayor logro de este documentalista con varias películas en su haber (se vieron hace poco en Buenos Aires cuatro de ellas en una retrospectiva; La ville Louvre y Un animal, los animales se habían estrenado hace unos años) es la cálida fusión entre intimidad y distancia con la que retrata a los protagonistas de su film. Ser y tener es el retrato de un maestro rural, Georges Lopez, y sus trece alumnos, que oscilan entre los 4 y los 12 años, divididos en tres grupos. Todos comparten la sala y el espacio de los recreos, y en este caso, el ámbito de filmación. La elección de este universo y estos protagonistas no podría haber sido más acertada, no hay causas tramposas ni mensajes escondidos tras la corrección política. Este documental es el retrato de procesos tan cotidianos como complejos: el aprendizaje de los niños, el día a día del maestro, la intervención de algunas familias de los estudiantes en sus tareas escolares. Y todo está expuesto como si estuviera crudo; es que la cocción de Philibert tiene que ver con lo no visible, como la paciencia para encontrar esos momentos que quedan luego de depurar, de elegir. Truffaut decía que el cine era mejor que la realidad porque no tenía tiempos muertos; la realidad que ofrece Philibert es cinematográfica y por eso sus tiempos, sus momentos están llenos de vida. El humor que surge en muchas oportunidades y la ternura que genera Jojó con sus excusas y explicaciones son momentos excepcionales que merecen ser filmados, sobre todo con el respeto con el que lo hace Philibert. El director incluye una sola entrevista al maestro Lopez, para acercarse finalmente a la vida de este personaje un poco más allá de su profesión relacional (lo que vemos durante toda la película). Las preguntas que se le hacen carecen de toda ambición didáctica, sencillamente lo descubren como un hijo de inmigrante español, a punto de retirarse y orgulloso de su vocación, tanto por lo que le dio a sus padres como por lo que les ofreció a sus alumnos: lo mejor de sí. Casi lo mismo que hace Philibert con nosotros por medio de Ser y tener.
Fabiana Ferraz.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 8; Luciano Monteagudo (Página/12): ; Fernando López (La Nación): 8; Ambito Financiero: 8.
A través de la observación, casi sin intervención alguna más que la presencia de la cámara que suponemos invisible casi en todo momento, Philibert nos acerca una historia conmovedora filmada durante varios meses en una escuela rural de Francia. El mayor logro de este documentalista con varias películas en su haber (se vieron hace poco en Buenos Aires cuatro de ellas en una retrospectiva; La ville Louvre y Un animal, los animales se habían estrenado hace unos años) es la cálida fusión entre intimidad y distancia con la que retrata a los protagonistas de su film. Ser y tener es el retrato de un maestro rural, Georges Lopez, y sus trece alumnos, que oscilan entre los 4 y los 12 años, divididos en tres grupos. Todos comparten la sala y el espacio de los recreos, y en este caso, el ámbito de filmación. La elección de este universo y estos protagonistas no podría haber sido más acertada, no hay causas tramposas ni mensajes escondidos tras la corrección política. Este documental es el retrato de procesos tan cotidianos como complejos: el aprendizaje de los niños, el día a día del maestro, la intervención de algunas familias de los estudiantes en sus tareas escolares. Y todo está expuesto como si estuviera crudo; es que la cocción de Philibert tiene que ver con lo no visible, como la paciencia para encontrar esos momentos que quedan luego de depurar, de elegir. Truffaut decía que el cine era mejor que la realidad porque no tenía tiempos muertos; la realidad que ofrece Philibert es cinematográfica y por eso sus tiempos, sus momentos están llenos de vida. El humor que surge en muchas oportunidades y la ternura que genera Jojó con sus excusas y explicaciones son momentos excepcionales que merecen ser filmados, sobre todo con el respeto con el que lo hace Philibert. El director incluye una sola entrevista al maestro Lopez, para acercarse finalmente a la vida de este personaje un poco más allá de su profesión relacional (lo que vemos durante toda la película). Las preguntas que se le hacen carecen de toda ambición didáctica, sencillamente lo descubren como un hijo de inmigrante español, a punto de retirarse y orgulloso de su vocación, tanto por lo que le dio a sus padres como por lo que les ofreció a sus alumnos: lo mejor de sí. Casi lo mismo que hace Philibert con nosotros por medio de Ser y tener.
Fabiana Ferraz.
domingo, noviembre 09, 2003
Pièce de resistence
El arca rusa (Russian Ark, Rusia/Alemania, 2002) Dirigida por Alexander Sokurov. Con Sergei
Dreiden, Mariya Kuznetsova, Leonid Mozgovoy. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 10 (el autor prefiere decir 5 Cadmos). En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 10; Luciano Monteagudo (Página/12): 10; Fernando López (La Nación): 10; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 8.
D.W. Griffith, ese maldito cabrón, plantó la semilla de la perdición. Al dar a luz al melodrama cinematográfico, madre de todos los géneros, el pionero impuso no sólo un tipo de historia sino también un modo de representación y todo un sistema ideológico del cual Hollywood nunca se liberaría. En palabras de Deleuze, “... el cine americano no cesó de rodar y de volver a rodar un mismo film fundamental, que era Nacimiento de una nación-civilización, y cuya primera versión se debió a Griffith”.
Fueron los rusos tal vez los principales opositores a este régimen, desde Eisenstein hasta Tarkovski, y, si bien no lo han doblegado, siguen luchando. Es una batalla no sólo de idiosincrasias, sino también de ideas fílmicas, de recursos narrativos. La colonia rusa sabe que pelea contra un enemigo salvaje, pedagógico y demagogo. Las masas fueron adoctrinadas para disfrutar de los melodramas estructurados; el cine de la búsqueda, de la innovación y de los límites nunca fue del agrado del público masivo.
Alexander Sokurov es un cineasta – antropólogo, un investigador del hombre y de su historia (de la Historia), de los orígenes y los extremos. Si El arca rusa es su obra más lograda se debe a que conjuga esta visión tan particular de Rusia y su turbulenta historia con una idea – cine verdadera, de esas que ya no quedan: la utilización de un único y eterno plano secuencia. Su aplicación no es caprichosa; mediante este recurso se transforma al inmenso museo en un flujo espacial, hecho que se traduce en una fascinante intimidad (acentuada por los susurros del narrador). A través de un preciso montaje dentro del cuadro, Sokurov logra una obra aceitada, viva, plena en matices, a la vez que alcanza un aumento en la intesidad de movimiento típico de la tradición francesa de Vigo y Renoir.
El arca rusa no es únicamente una maravillosa reflexión fílmica, es también una importante arma de resistencia; una espada con la cual herir al cine en primera persona que impuso Griffith, una pistola para dispararle al esquematismo narrativo y al desgastado plano/ contraplano. Es pensar al cine desde otro lugar: desde el futuro.
Guido Segal.
Dreiden, Mariya Kuznetsova, Leonid Mozgovoy. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 10 (el autor prefiere decir 5 Cadmos). En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 10; Luciano Monteagudo (Página/12): 10; Fernando López (La Nación): 10; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 8.
D.W. Griffith, ese maldito cabrón, plantó la semilla de la perdición. Al dar a luz al melodrama cinematográfico, madre de todos los géneros, el pionero impuso no sólo un tipo de historia sino también un modo de representación y todo un sistema ideológico del cual Hollywood nunca se liberaría. En palabras de Deleuze, “... el cine americano no cesó de rodar y de volver a rodar un mismo film fundamental, que era Nacimiento de una nación-civilización, y cuya primera versión se debió a Griffith”.
Fueron los rusos tal vez los principales opositores a este régimen, desde Eisenstein hasta Tarkovski, y, si bien no lo han doblegado, siguen luchando. Es una batalla no sólo de idiosincrasias, sino también de ideas fílmicas, de recursos narrativos. La colonia rusa sabe que pelea contra un enemigo salvaje, pedagógico y demagogo. Las masas fueron adoctrinadas para disfrutar de los melodramas estructurados; el cine de la búsqueda, de la innovación y de los límites nunca fue del agrado del público masivo.
Alexander Sokurov es un cineasta – antropólogo, un investigador del hombre y de su historia (de la Historia), de los orígenes y los extremos. Si El arca rusa es su obra más lograda se debe a que conjuga esta visión tan particular de Rusia y su turbulenta historia con una idea – cine verdadera, de esas que ya no quedan: la utilización de un único y eterno plano secuencia. Su aplicación no es caprichosa; mediante este recurso se transforma al inmenso museo en un flujo espacial, hecho que se traduce en una fascinante intimidad (acentuada por los susurros del narrador). A través de un preciso montaje dentro del cuadro, Sokurov logra una obra aceitada, viva, plena en matices, a la vez que alcanza un aumento en la intesidad de movimiento típico de la tradición francesa de Vigo y Renoir.
El arca rusa no es únicamente una maravillosa reflexión fílmica, es también una importante arma de resistencia; una espada con la cual herir al cine en primera persona que impuso Griffith, una pistola para dispararle al esquematismo narrativo y al desgastado plano/ contraplano. Es pensar al cine desde otro lugar: desde el futuro.
Guido Segal.
viernes, noviembre 07, 2003
El sonido del silencio
Camino a casa (Jibeuro, Corea del sur, 2002). Dirigida por Jeong-hyang Lee. Con Eul-boon Kim y Seung-ho Yu. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Horacio Bernades (Página/12): 8; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 8.
Más que una historia sencilla, Camino a casa es una historia mínima, con el sentimentalismo sorinianno más nefasto de esa frase. Una lección que nos opone a la ciudad con el campo y demás sandeces que puede rescatar como punto de interés la crítica más perezosa. Pero esa no es la única dicotomía a subrayar por Jeong-hyang Lee. Queda tiempo para niñez-vejez, modernidad-tradición y, por supuesto, para descubrir el amor y resignificar el valor de los lazos familiares. Claro que todo esto suena como si se tratase de una película estúpida a priori, pero no es condenable la elección del tema a tratar o sobre el que ensayar (nunca lo es). El problema reside en cómo hacerlo y resolverlo. La decisión de la directora fue realizar una película emotiva y es en la búsqueda de esas emociones donde falla. Jeong-hyang Lee apela innecesariamente a una música de foso berreta a la que le gusta hacerse sentir bien fuerte, cuando el delineamiento de los dos personajes principales necesitaba todo lo contrario. Esa construcción, con un maniqueísmo que funciona a la perfección, de un mocoso que pide a gritos que lo sopapeen y una anciana muda con forma de ángulo recto y una paciencia exasperante es el punto más alto de la película. Pero los picos a los que llega esa relación hacen más notorias y molestas todas las decisiones erróneas que toma la directora. Es importante destacar el fuera de campo como otra de esas decisiones fallidas. Existe una tendencia en la crítica a halagar el uso de este recurso, pero casi siempre se lo defiende por su mera aparición, no por una aplicación interesante de él. Este recurso chillaba por hacerse ver en el final de la película, pero la directora se decidió por una música que manipula sobre imágenes histéricas de una despedida. Podría haber sido un ejemplo de mainstream valiente pero, a partir de la elección de cómo resolver cada escena, Camino a casa no es más que una película valentina, en el sentido agrestiano del adjetivo. La aparición de una película de Corea del Sur en la cartelera podría ser un motivo de festejos desmedidos hace un tiempo, pero desde los últimos baficis quedan pocos boludos. No jodan, traigan Kim Ki-duks que los Sorines y Agrestis sobran.
Naza Chong.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Horacio Bernades (Página/12): 8; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 8.
Más que una historia sencilla, Camino a casa es una historia mínima, con el sentimentalismo sorinianno más nefasto de esa frase. Una lección que nos opone a la ciudad con el campo y demás sandeces que puede rescatar como punto de interés la crítica más perezosa. Pero esa no es la única dicotomía a subrayar por Jeong-hyang Lee. Queda tiempo para niñez-vejez, modernidad-tradición y, por supuesto, para descubrir el amor y resignificar el valor de los lazos familiares. Claro que todo esto suena como si se tratase de una película estúpida a priori, pero no es condenable la elección del tema a tratar o sobre el que ensayar (nunca lo es). El problema reside en cómo hacerlo y resolverlo. La decisión de la directora fue realizar una película emotiva y es en la búsqueda de esas emociones donde falla. Jeong-hyang Lee apela innecesariamente a una música de foso berreta a la que le gusta hacerse sentir bien fuerte, cuando el delineamiento de los dos personajes principales necesitaba todo lo contrario. Esa construcción, con un maniqueísmo que funciona a la perfección, de un mocoso que pide a gritos que lo sopapeen y una anciana muda con forma de ángulo recto y una paciencia exasperante es el punto más alto de la película. Pero los picos a los que llega esa relación hacen más notorias y molestas todas las decisiones erróneas que toma la directora. Es importante destacar el fuera de campo como otra de esas decisiones fallidas. Existe una tendencia en la crítica a halagar el uso de este recurso, pero casi siempre se lo defiende por su mera aparición, no por una aplicación interesante de él. Este recurso chillaba por hacerse ver en el final de la película, pero la directora se decidió por una música que manipula sobre imágenes histéricas de una despedida. Podría haber sido un ejemplo de mainstream valiente pero, a partir de la elección de cómo resolver cada escena, Camino a casa no es más que una película valentina, en el sentido agrestiano del adjetivo. La aparición de una película de Corea del Sur en la cartelera podría ser un motivo de festejos desmedidos hace un tiempo, pero desde los últimos baficis quedan pocos boludos. No jodan, traigan Kim Ki-duks que los Sorines y Agrestis sobran.
Naza Chong.
Zas
Dave Matthews: Some Devil. Producido por Stephen Harris. BMG. Ficha técnica.
DISCOS
Puntaje: 8.
Volvió David Mateos. Volvió solito, sin su Band, pero acompañado de su amigote Tim Reynolds y del líder de Phish, el gran Trey Anastasio. Y volvió con un muy buen disco, que no llega a las alturas de sus obras maestras Before These Crowded Streets y Everyday -éste último un gran ejemplo de disco 100% pop producido por Glen Ballard y despreciado por sus fans, que no se dan cuenta de que Dave hace pop desde su primer disco oficial, Under The Table and Dreaming- pero que tiene un buen puñado de grandes canciones.
Some Devil arranca de maravillas, con tres canciones que están entre lo mejor de su repertorio: Dodo, So Damn Lucky y Gravedigger, hermosas canciones de una fuerza increible. Luego el disco sigue con más buenas canciones, hasta llegar a un momento, hacia la mitad, donde se empantana un poco en un par de baladas donde su falsete puede llegar a cansar un poco. Pero luego vuelve a levantar, con la excepción de Up And Away, un reggae que no le sienta muy bien que digamos. Some Devil cierra con una versión acústica de Gravedigger, que es tal vez mejor que la "eléctrica" (esa palabra, en Dave Matthews, es sólo un decir, salvo en Everyday).
El álbum puede llegar a ser excelente si se programa el CD player para que se saltée los baches antedichos, que son sólo dos o tres canciones de las 14 que tiene. Así como está es otro buen disco de Dave Matthews. Los arreglos orquestales son excelentes, y la producción lo hace sonar muy bien (hasta las canciones feas "suenan bien"). Es verdad que a veces se extrañan las zapadas popperas de 8 minutos de Before These Crowded Streets, con las baterías insanas de Carter Beauford, los maravillosos violinazos de Boyd Tinsley y los saxos de Leroi Moore, pero esto también se extrañaba en Everyday –del que Some Devil vendría a ser la versión acústica- y el disco era una obra maestra. Este no llega a ese status, pero tiene 3 canciones que sí.
Juan Martínez.
DISCOS
Puntaje: 8.
Volvió David Mateos. Volvió solito, sin su Band, pero acompañado de su amigote Tim Reynolds y del líder de Phish, el gran Trey Anastasio. Y volvió con un muy buen disco, que no llega a las alturas de sus obras maestras Before These Crowded Streets y Everyday -éste último un gran ejemplo de disco 100% pop producido por Glen Ballard y despreciado por sus fans, que no se dan cuenta de que Dave hace pop desde su primer disco oficial, Under The Table and Dreaming- pero que tiene un buen puñado de grandes canciones.
Some Devil arranca de maravillas, con tres canciones que están entre lo mejor de su repertorio: Dodo, So Damn Lucky y Gravedigger, hermosas canciones de una fuerza increible. Luego el disco sigue con más buenas canciones, hasta llegar a un momento, hacia la mitad, donde se empantana un poco en un par de baladas donde su falsete puede llegar a cansar un poco. Pero luego vuelve a levantar, con la excepción de Up And Away, un reggae que no le sienta muy bien que digamos. Some Devil cierra con una versión acústica de Gravedigger, que es tal vez mejor que la "eléctrica" (esa palabra, en Dave Matthews, es sólo un decir, salvo en Everyday).
El álbum puede llegar a ser excelente si se programa el CD player para que se saltée los baches antedichos, que son sólo dos o tres canciones de las 14 que tiene. Así como está es otro buen disco de Dave Matthews. Los arreglos orquestales son excelentes, y la producción lo hace sonar muy bien (hasta las canciones feas "suenan bien"). Es verdad que a veces se extrañan las zapadas popperas de 8 minutos de Before These Crowded Streets, con las baterías insanas de Carter Beauford, los maravillosos violinazos de Boyd Tinsley y los saxos de Leroi Moore, pero esto también se extrañaba en Everyday –del que Some Devil vendría a ser la versión acústica- y el disco era una obra maestra. Este no llega a ese status, pero tiene 3 canciones que sí.
Juan Martínez.
martes, noviembre 04, 2003
Somos una familia feliz
Stan Lee: monstruos, mutantes y superhéroes (Stan Lee: Monters, Mutants and Superheroes, Estados Unidos, 2003) Dirigida por Scott Zakarin. Con Stan Lee y Kevin Smith. Ficha técnica.
CAPRICHOS
Puntaje: 7.
Stan Lee es un viejito bastante simpaticón que hace cameos en casi todas las películas de la Marvel y el nombre mas reconocible dentro y fuera del subvalorado universo del comic superheroico. Stan ¨The man¨ Lee junto a Jack ¨King¨ Kirby (¿somos originales poniendo nicks, no?) reinventaron al superhéroe, y como algún cursi por ahí suelto diría, "le pusieron un corazón". Pero aquel corazón no fue de fantasía sino real, Stan dotaba a sus personajes de un dramatismo que el comic que nunca había visto, sobre todo considerando el período inmediatamente anterior donde el camp reinaba ante el clasicismo aventurero. Lee fue un dios particular que superó el rol de simple creador para convertirse en uno de los artistas más importantes surgidos durante el siglo pasado. Sus héroes-íconos, Spiderman, los X-men, Hulk, Captain America, eran seres que vivían en el centro de su época, en contacto directo con su marco histórico. A diferencia de Superman o Batman, la fantasía cuestionaba la realidad y no caía en arquetipos simplificadores.
Quiero ser un superhéroe. Soy stanleenista de antaño y amo los comics. Kevin Smith también los ama. Si hasta bautizó a su hija con el nombre de un personaje de Batman (Freakkkk). Compararme con Smith pasa a años luz de mis esperanzas en la vida. lo mismo le sucede a Smith mientras adora a Stan Lee en esta entrevista disfrazada de documental. El disfraz, elemento superheroico si los hay, que Lee usa es el de un noble caballero pedagógico en extremo (¿explicar quién es Spiderman?) y comparte el mérito de casi todas su creaciones. Pero que a la vez considera al creador de la idea como dueño del personaje y que una anécdota propia sería ¨el mejor chiste del universo¨. Lee es un Banner, estalla de ego y no de furia. Un fotograma que incluya a estas dos ¿personas? es más que suficiente para mí pero, la presentación en diferentes segmentos de la vida de Stan, sus creaciones y sus tratos con otros artistas del medio recaen en los vicios mas comunes del ideal de documental. Un material que debido a la falta de una idea que vaya mas allá del general Lee y sus anécdotas es solo apto para comiqueros. Así que como diría el gran Stan: "true believers, nuff said".
Juan Manuel Dominguez.
CAPRICHOS
Puntaje: 7.
Stan Lee es un viejito bastante simpaticón que hace cameos en casi todas las películas de la Marvel y el nombre mas reconocible dentro y fuera del subvalorado universo del comic superheroico. Stan ¨The man¨ Lee junto a Jack ¨King¨ Kirby (¿somos originales poniendo nicks, no?) reinventaron al superhéroe, y como algún cursi por ahí suelto diría, "le pusieron un corazón". Pero aquel corazón no fue de fantasía sino real, Stan dotaba a sus personajes de un dramatismo que el comic que nunca había visto, sobre todo considerando el período inmediatamente anterior donde el camp reinaba ante el clasicismo aventurero. Lee fue un dios particular que superó el rol de simple creador para convertirse en uno de los artistas más importantes surgidos durante el siglo pasado. Sus héroes-íconos, Spiderman, los X-men, Hulk, Captain America, eran seres que vivían en el centro de su época, en contacto directo con su marco histórico. A diferencia de Superman o Batman, la fantasía cuestionaba la realidad y no caía en arquetipos simplificadores.
Quiero ser un superhéroe. Soy stanleenista de antaño y amo los comics. Kevin Smith también los ama. Si hasta bautizó a su hija con el nombre de un personaje de Batman (Freakkkk). Compararme con Smith pasa a años luz de mis esperanzas en la vida. lo mismo le sucede a Smith mientras adora a Stan Lee en esta entrevista disfrazada de documental. El disfraz, elemento superheroico si los hay, que Lee usa es el de un noble caballero pedagógico en extremo (¿explicar quién es Spiderman?) y comparte el mérito de casi todas su creaciones. Pero que a la vez considera al creador de la idea como dueño del personaje y que una anécdota propia sería ¨el mejor chiste del universo¨. Lee es un Banner, estalla de ego y no de furia. Un fotograma que incluya a estas dos ¿personas? es más que suficiente para mí pero, la presentación en diferentes segmentos de la vida de Stan, sus creaciones y sus tratos con otros artistas del medio recaen en los vicios mas comunes del ideal de documental. Un material que debido a la falta de una idea que vaya mas allá del general Lee y sus anécdotas es solo apto para comiqueros. Así que como diría el gran Stan: "true believers, nuff said".
Juan Manuel Dominguez.
lunes, noviembre 03, 2003
Atrácame si puedes
El gran ladrón (The good thief, 2002). Dirigida por Neil Jordan. Con Nick Nolte,
Ralph Fiennes, Emir Kusturica y Tchéky Karyo. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: estoy cansado de poner puntajes. No son representativos. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): 7; Diego Lerer (Clarín): 6; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 6; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4.
Ser crítico de cine implica todo un problema ontológico. El crítico se autoproclama una autoridad en cuestiones de la imagen y el público, aún a regañadientes, le concede ese lugar. El crítico, extasiado por el poder adquirido, desenfunda su sable corvo y desata su saña con todo tipo de producciones, como si destruir fuese sinónimo de analizar. Eso debe terminar; el crítico debe poder cuestionar y preguntar, pero jamás enojarse, ya que caería en la sandez de que existe un solo tipo de espectador para cada película.
Sería muy fácil enojarse con El gran ladrón. Su constante búsqueda de exotismo publicitario – Niza + elenco multiétnico + Kusturica, en un cameo absolutamente delirante -; su inadmisible elección de montaje, basada en la retención del último fotograma de cada plano por escasos segundos; su torpe indecisión entre quedarse con el retrato cool del robo multimillonario o el relato intimista de un perdedor redimido... todo en la película de Neil Jordan, destacado maestro en el arte del tedio, conduce a la molestia, al aburrimiento, al déjà vu de geografías visuales archiconocidas. Hasta Nick Nolte, el actor más admirablemente cansado de la historia del cine, genera indiferencia.
Sin embargo, a fin de cuentas, enojarse con Jordan sería asumir un rol que no nos corresponde. Se puede remarcar que se embarcó en rehacer una película ya de por sí maravillosa (el film original de Melville roza la perfección) y falló, pero no sería el primero en ese rubro. Tal vez Jordan sea un poco como el personaje de Ralph Fiennes, quien admira las verdaderas obras de arte pero vende sus viles imitaciones; tal vez la falta de ideas lo empujó a un producto
norteamericano con ropa francesa; tal vez...
Tal vez es hora de contener nuestro odio hacia los grandes ladrones del cine y dedicarnos pura y exclusivamente a alabar a los grandes creadores, aquellos que en vez de hurtar momentos regalan recuerdos.
Guido Segal.
Ralph Fiennes, Emir Kusturica y Tchéky Karyo. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: estoy cansado de poner puntajes. No son representativos. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): 7; Diego Lerer (Clarín): 6; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 6; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4.
Ser crítico de cine implica todo un problema ontológico. El crítico se autoproclama una autoridad en cuestiones de la imagen y el público, aún a regañadientes, le concede ese lugar. El crítico, extasiado por el poder adquirido, desenfunda su sable corvo y desata su saña con todo tipo de producciones, como si destruir fuese sinónimo de analizar. Eso debe terminar; el crítico debe poder cuestionar y preguntar, pero jamás enojarse, ya que caería en la sandez de que existe un solo tipo de espectador para cada película.
Sería muy fácil enojarse con El gran ladrón. Su constante búsqueda de exotismo publicitario – Niza + elenco multiétnico + Kusturica, en un cameo absolutamente delirante -; su inadmisible elección de montaje, basada en la retención del último fotograma de cada plano por escasos segundos; su torpe indecisión entre quedarse con el retrato cool del robo multimillonario o el relato intimista de un perdedor redimido... todo en la película de Neil Jordan, destacado maestro en el arte del tedio, conduce a la molestia, al aburrimiento, al déjà vu de geografías visuales archiconocidas. Hasta Nick Nolte, el actor más admirablemente cansado de la historia del cine, genera indiferencia.
Sin embargo, a fin de cuentas, enojarse con Jordan sería asumir un rol que no nos corresponde. Se puede remarcar que se embarcó en rehacer una película ya de por sí maravillosa (el film original de Melville roza la perfección) y falló, pero no sería el primero en ese rubro. Tal vez Jordan sea un poco como el personaje de Ralph Fiennes, quien admira las verdaderas obras de arte pero vende sus viles imitaciones; tal vez la falta de ideas lo empujó a un producto
norteamericano con ropa francesa; tal vez...
Tal vez es hora de contener nuestro odio hacia los grandes ladrones del cine y dedicarnos pura y exclusivamente a alabar a los grandes creadores, aquellos que en vez de hurtar momentos regalan recuerdos.
Guido Segal.
domingo, noviembre 02, 2003
Nunca más
Ciudad del sol (Argentina, 2002). Dirigida por Carlos Galettini. Con Jazmín Stuart, Darío Grandinetti, Nicolás Cabré. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 1. En los diarios: Aníbal M. Vinelli (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 2; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6.
Nota: Darle un punto a Ciudad del sol es más que generoso. Dedicarle más de una línea es más generoso todavía, así que desde acá van mis felicitaciones a todo crítico que dedicó su tiempo a este engendro.
Curioso es el hecho de que el autor de objetos propagandísticos de la dictadura como las películas de los Superagentes ahora quiera contar algo parecido a una historia sobre una hija de guerrilleros que va en busca de su pasado para entender el suicidio de su madre. Hecho curioso que igual se explica en el modo en que elige contarlo: cinematográficamente pobre y torpe, pero sobretodo ideológicamente reaccionario, simplista hasta la estupidez, y en el fondo, muy peligroso.
Hecho más curioso todavía es que Galettini estrene esta película el mismo día que Los rubios, en donde Albertina Carri lo escracha literalmente leyendo la respuesta del comité de pre-clasificación del INCAA (del que Galettini formaba parte) en donde se le aconseja a la directora sobre cómo tratar la desaparición de sus padres. Si Ciudad del sol es el ejemplo de cómo hacerlo, entonces estemos tranquilos, porque la realidad es tan simple como la tabla del uno y entonces el modo de expresarla cinematográficamente no requiere ninguna virtud. Para hablar del pasado basta con flashbacks insertables en cualquier momento (total, son flashbacks); para reconstruir el ambiente de los 70, todo se resuelve con un par de colas de caballo, camperas de cuero, pelos largos y un riff de guitarra eléctrica que dé clima de peligro. El presente también es fácil de armar: alcanza con agregar un gay (pero que se note que es gay, o sea: cursi y víctima constante), un exiliado con acento, y hacer de una discusión sobre la lucha armada algo más idiota que una reflexión del Clarín Porteño.
Ciudad del sol es un insulto a la inteligencia hasta para un retrasado mental, y su estreno en simultáneo con Los rubios le da una importancia (en tanto ejemplo de lo que no se debe hacer), que por sí sola no tiene, importancia ínfima de todas maneras. Su efecto más intenso –además del asco- es el deseo de que Galettini no filme –ni aconseje sobre cómo filmar- nunca más.
Agustín Mango.
ESTRENO
Puntaje: 1. En los diarios: Aníbal M. Vinelli (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 2; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6.
Nota: Darle un punto a Ciudad del sol es más que generoso. Dedicarle más de una línea es más generoso todavía, así que desde acá van mis felicitaciones a todo crítico que dedicó su tiempo a este engendro.
Curioso es el hecho de que el autor de objetos propagandísticos de la dictadura como las películas de los Superagentes ahora quiera contar algo parecido a una historia sobre una hija de guerrilleros que va en busca de su pasado para entender el suicidio de su madre. Hecho curioso que igual se explica en el modo en que elige contarlo: cinematográficamente pobre y torpe, pero sobretodo ideológicamente reaccionario, simplista hasta la estupidez, y en el fondo, muy peligroso.
Hecho más curioso todavía es que Galettini estrene esta película el mismo día que Los rubios, en donde Albertina Carri lo escracha literalmente leyendo la respuesta del comité de pre-clasificación del INCAA (del que Galettini formaba parte) en donde se le aconseja a la directora sobre cómo tratar la desaparición de sus padres. Si Ciudad del sol es el ejemplo de cómo hacerlo, entonces estemos tranquilos, porque la realidad es tan simple como la tabla del uno y entonces el modo de expresarla cinematográficamente no requiere ninguna virtud. Para hablar del pasado basta con flashbacks insertables en cualquier momento (total, son flashbacks); para reconstruir el ambiente de los 70, todo se resuelve con un par de colas de caballo, camperas de cuero, pelos largos y un riff de guitarra eléctrica que dé clima de peligro. El presente también es fácil de armar: alcanza con agregar un gay (pero que se note que es gay, o sea: cursi y víctima constante), un exiliado con acento, y hacer de una discusión sobre la lucha armada algo más idiota que una reflexión del Clarín Porteño.
Ciudad del sol es un insulto a la inteligencia hasta para un retrasado mental, y su estreno en simultáneo con Los rubios le da una importancia (en tanto ejemplo de lo que no se debe hacer), que por sí sola no tiene, importancia ínfima de todas maneras. Su efecto más intenso –además del asco- es el deseo de que Galettini no filme –ni aconseje sobre cómo filmar- nunca más.
Agustín Mango.
Argentinísima
Bar El chino (Argentina, 2003). Dirigida por Daniel Burak. Con Boy Olmi, Jimena La Torre, Juan Pablo Baillinou, José Sacristán. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 2. En los diarios: Fernando López (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 4.
El tango es tierra proclamada por el pasado (en sus letras, en sus tiempos, en sus penas) y, más aún en su praxis auditiva, un terreno en el que la audición del extemporáneo es un suceso mas cercano a la profanación que a la celebración de la llegada de un nuevo oído. Por la vuelta, el documental de Pauls sobre Leopoldo Federico, permitía el descubrimiento y reafirmación a través de un desconocido del tema; la sensibilidad y ética del director permitieron un acercamiento desleal pero a la vez lleno de nobleza, como el tango. En Bar El Chino, la música ciudadana es aquel lugar ocupado con ingreso restringido. El sitio que da nombre a la película, Bar El chino, es un barcito en Pompeya donde se llevan a cabo espectáculos de amateurs y cantantes tangueros. Será un monasterio armado de un romanticismo que se adhiere sobre diferentes superficies, sobre todo si estas están recubiertas de un poco de Tango - ese que catan los que saben -, y afectado por el snobcentrismo de ¨este lugar es nuestra casa¨ que a veces sufrimos los argentinos. El director Daniel Burak utiliza el registro documental a la hora de reconstruir aquel misticismo que el bar parecía emanar y allí peca con la pasión de mostrar sin crear: aquello que ama se convierte en axioma sin ideas detrás. El uso de una serie de entrevistas con el Chino, fallecido dueño del lugar, y algunos espectáculos filmados serán lo que conformen el núcleo documental. Una historia sencilla. La ficción, menos imaginativa y carente de matices, se desarrollará durante fines del 2001 en Argentina. En ese punto del film es donde la pasión parece tornarse en el eco desmedido de pensares populares, el estropajo de una doxa que siente demasiado y reflexiona en el aire acerca de aquel momento tan especial para nuestra historia. Todo será andamio para despachar el tren de las emociones baratas y el cine o el tango ya no pueden ser vehículos de alta velocidad de nacionalización, al menos con una idea tan chata de identidad. Ese ínfimo punto de partida que finaliza en su mismo comienzo, una idea vacía por la nimiez del mismo concepto de representaciones culturales de nuestro país: asado, vinito, tango, garra y quedarse a pelear. Existe un cine nacional (Los rubios, Nadar solo, Tan de repente) que afirma una identidad pero no debe hacerlo mediante productos disponibles en una tienda de recuerdos, sino mediante la constatación de un lazo permanente con su época, sus sentimientos y, en definitiva, con el cine mismo.
Juan Manuel Dominguez.
ESTRENO
Puntaje: 2. En los diarios: Fernando López (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 4.
El tango es tierra proclamada por el pasado (en sus letras, en sus tiempos, en sus penas) y, más aún en su praxis auditiva, un terreno en el que la audición del extemporáneo es un suceso mas cercano a la profanación que a la celebración de la llegada de un nuevo oído. Por la vuelta, el documental de Pauls sobre Leopoldo Federico, permitía el descubrimiento y reafirmación a través de un desconocido del tema; la sensibilidad y ética del director permitieron un acercamiento desleal pero a la vez lleno de nobleza, como el tango. En Bar El Chino, la música ciudadana es aquel lugar ocupado con ingreso restringido. El sitio que da nombre a la película, Bar El chino, es un barcito en Pompeya donde se llevan a cabo espectáculos de amateurs y cantantes tangueros. Será un monasterio armado de un romanticismo que se adhiere sobre diferentes superficies, sobre todo si estas están recubiertas de un poco de Tango - ese que catan los que saben -, y afectado por el snobcentrismo de ¨este lugar es nuestra casa¨ que a veces sufrimos los argentinos. El director Daniel Burak utiliza el registro documental a la hora de reconstruir aquel misticismo que el bar parecía emanar y allí peca con la pasión de mostrar sin crear: aquello que ama se convierte en axioma sin ideas detrás. El uso de una serie de entrevistas con el Chino, fallecido dueño del lugar, y algunos espectáculos filmados serán lo que conformen el núcleo documental. Una historia sencilla. La ficción, menos imaginativa y carente de matices, se desarrollará durante fines del 2001 en Argentina. En ese punto del film es donde la pasión parece tornarse en el eco desmedido de pensares populares, el estropajo de una doxa que siente demasiado y reflexiona en el aire acerca de aquel momento tan especial para nuestra historia. Todo será andamio para despachar el tren de las emociones baratas y el cine o el tango ya no pueden ser vehículos de alta velocidad de nacionalización, al menos con una idea tan chata de identidad. Ese ínfimo punto de partida que finaliza en su mismo comienzo, una idea vacía por la nimiez del mismo concepto de representaciones culturales de nuestro país: asado, vinito, tango, garra y quedarse a pelear. Existe un cine nacional (Los rubios, Nadar solo, Tan de repente) que afirma una identidad pero no debe hacerlo mediante productos disponibles en una tienda de recuerdos, sino mediante la constatación de un lazo permanente con su época, sus sentimientos y, en definitiva, con el cine mismo.
Juan Manuel Dominguez.