domingo, noviembre 09, 2003
Pièce de resistence
El arca rusa (Russian Ark, Rusia/Alemania, 2002) Dirigida por Alexander Sokurov. Con Sergei
Dreiden, Mariya Kuznetsova, Leonid Mozgovoy. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 10 (el autor prefiere decir 5 Cadmos). En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 10; Luciano Monteagudo (Página/12): 10; Fernando López (La Nación): 10; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 8.
D.W. Griffith, ese maldito cabrón, plantó la semilla de la perdición. Al dar a luz al melodrama cinematográfico, madre de todos los géneros, el pionero impuso no sólo un tipo de historia sino también un modo de representación y todo un sistema ideológico del cual Hollywood nunca se liberaría. En palabras de Deleuze, “... el cine americano no cesó de rodar y de volver a rodar un mismo film fundamental, que era Nacimiento de una nación-civilización, y cuya primera versión se debió a Griffith”.
Fueron los rusos tal vez los principales opositores a este régimen, desde Eisenstein hasta Tarkovski, y, si bien no lo han doblegado, siguen luchando. Es una batalla no sólo de idiosincrasias, sino también de ideas fílmicas, de recursos narrativos. La colonia rusa sabe que pelea contra un enemigo salvaje, pedagógico y demagogo. Las masas fueron adoctrinadas para disfrutar de los melodramas estructurados; el cine de la búsqueda, de la innovación y de los límites nunca fue del agrado del público masivo.
Alexander Sokurov es un cineasta – antropólogo, un investigador del hombre y de su historia (de la Historia), de los orígenes y los extremos. Si El arca rusa es su obra más lograda se debe a que conjuga esta visión tan particular de Rusia y su turbulenta historia con una idea – cine verdadera, de esas que ya no quedan: la utilización de un único y eterno plano secuencia. Su aplicación no es caprichosa; mediante este recurso se transforma al inmenso museo en un flujo espacial, hecho que se traduce en una fascinante intimidad (acentuada por los susurros del narrador). A través de un preciso montaje dentro del cuadro, Sokurov logra una obra aceitada, viva, plena en matices, a la vez que alcanza un aumento en la intesidad de movimiento típico de la tradición francesa de Vigo y Renoir.
El arca rusa no es únicamente una maravillosa reflexión fílmica, es también una importante arma de resistencia; una espada con la cual herir al cine en primera persona que impuso Griffith, una pistola para dispararle al esquematismo narrativo y al desgastado plano/ contraplano. Es pensar al cine desde otro lugar: desde el futuro.
Guido Segal.
Dreiden, Mariya Kuznetsova, Leonid Mozgovoy. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 10 (el autor prefiere decir 5 Cadmos). En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 10; Luciano Monteagudo (Página/12): 10; Fernando López (La Nación): 10; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 8.
D.W. Griffith, ese maldito cabrón, plantó la semilla de la perdición. Al dar a luz al melodrama cinematográfico, madre de todos los géneros, el pionero impuso no sólo un tipo de historia sino también un modo de representación y todo un sistema ideológico del cual Hollywood nunca se liberaría. En palabras de Deleuze, “... el cine americano no cesó de rodar y de volver a rodar un mismo film fundamental, que era Nacimiento de una nación-civilización, y cuya primera versión se debió a Griffith”.
Fueron los rusos tal vez los principales opositores a este régimen, desde Eisenstein hasta Tarkovski, y, si bien no lo han doblegado, siguen luchando. Es una batalla no sólo de idiosincrasias, sino también de ideas fílmicas, de recursos narrativos. La colonia rusa sabe que pelea contra un enemigo salvaje, pedagógico y demagogo. Las masas fueron adoctrinadas para disfrutar de los melodramas estructurados; el cine de la búsqueda, de la innovación y de los límites nunca fue del agrado del público masivo.
Alexander Sokurov es un cineasta – antropólogo, un investigador del hombre y de su historia (de la Historia), de los orígenes y los extremos. Si El arca rusa es su obra más lograda se debe a que conjuga esta visión tan particular de Rusia y su turbulenta historia con una idea – cine verdadera, de esas que ya no quedan: la utilización de un único y eterno plano secuencia. Su aplicación no es caprichosa; mediante este recurso se transforma al inmenso museo en un flujo espacial, hecho que se traduce en una fascinante intimidad (acentuada por los susurros del narrador). A través de un preciso montaje dentro del cuadro, Sokurov logra una obra aceitada, viva, plena en matices, a la vez que alcanza un aumento en la intesidad de movimiento típico de la tradición francesa de Vigo y Renoir.
El arca rusa no es únicamente una maravillosa reflexión fílmica, es también una importante arma de resistencia; una espada con la cual herir al cine en primera persona que impuso Griffith, una pistola para dispararle al esquematismo narrativo y al desgastado plano/ contraplano. Es pensar al cine desde otro lugar: desde el futuro.
Guido Segal.