viernes, noviembre 07, 2003
El sonido del silencio
Camino a casa (Jibeuro, Corea del sur, 2002). Dirigida por Jeong-hyang Lee. Con Eul-boon Kim y Seung-ho Yu. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Horacio Bernades (Página/12): 8; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 8.
Más que una historia sencilla, Camino a casa es una historia mínima, con el sentimentalismo sorinianno más nefasto de esa frase. Una lección que nos opone a la ciudad con el campo y demás sandeces que puede rescatar como punto de interés la crítica más perezosa. Pero esa no es la única dicotomía a subrayar por Jeong-hyang Lee. Queda tiempo para niñez-vejez, modernidad-tradición y, por supuesto, para descubrir el amor y resignificar el valor de los lazos familiares. Claro que todo esto suena como si se tratase de una película estúpida a priori, pero no es condenable la elección del tema a tratar o sobre el que ensayar (nunca lo es). El problema reside en cómo hacerlo y resolverlo. La decisión de la directora fue realizar una película emotiva y es en la búsqueda de esas emociones donde falla. Jeong-hyang Lee apela innecesariamente a una música de foso berreta a la que le gusta hacerse sentir bien fuerte, cuando el delineamiento de los dos personajes principales necesitaba todo lo contrario. Esa construcción, con un maniqueísmo que funciona a la perfección, de un mocoso que pide a gritos que lo sopapeen y una anciana muda con forma de ángulo recto y una paciencia exasperante es el punto más alto de la película. Pero los picos a los que llega esa relación hacen más notorias y molestas todas las decisiones erróneas que toma la directora. Es importante destacar el fuera de campo como otra de esas decisiones fallidas. Existe una tendencia en la crítica a halagar el uso de este recurso, pero casi siempre se lo defiende por su mera aparición, no por una aplicación interesante de él. Este recurso chillaba por hacerse ver en el final de la película, pero la directora se decidió por una música que manipula sobre imágenes histéricas de una despedida. Podría haber sido un ejemplo de mainstream valiente pero, a partir de la elección de cómo resolver cada escena, Camino a casa no es más que una película valentina, en el sentido agrestiano del adjetivo. La aparición de una película de Corea del Sur en la cartelera podría ser un motivo de festejos desmedidos hace un tiempo, pero desde los últimos baficis quedan pocos boludos. No jodan, traigan Kim Ki-duks que los Sorines y Agrestis sobran.
Naza Chong.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 8; Horacio Bernades (Página/12): 8; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 8.
Más que una historia sencilla, Camino a casa es una historia mínima, con el sentimentalismo sorinianno más nefasto de esa frase. Una lección que nos opone a la ciudad con el campo y demás sandeces que puede rescatar como punto de interés la crítica más perezosa. Pero esa no es la única dicotomía a subrayar por Jeong-hyang Lee. Queda tiempo para niñez-vejez, modernidad-tradición y, por supuesto, para descubrir el amor y resignificar el valor de los lazos familiares. Claro que todo esto suena como si se tratase de una película estúpida a priori, pero no es condenable la elección del tema a tratar o sobre el que ensayar (nunca lo es). El problema reside en cómo hacerlo y resolverlo. La decisión de la directora fue realizar una película emotiva y es en la búsqueda de esas emociones donde falla. Jeong-hyang Lee apela innecesariamente a una música de foso berreta a la que le gusta hacerse sentir bien fuerte, cuando el delineamiento de los dos personajes principales necesitaba todo lo contrario. Esa construcción, con un maniqueísmo que funciona a la perfección, de un mocoso que pide a gritos que lo sopapeen y una anciana muda con forma de ángulo recto y una paciencia exasperante es el punto más alto de la película. Pero los picos a los que llega esa relación hacen más notorias y molestas todas las decisiones erróneas que toma la directora. Es importante destacar el fuera de campo como otra de esas decisiones fallidas. Existe una tendencia en la crítica a halagar el uso de este recurso, pero casi siempre se lo defiende por su mera aparición, no por una aplicación interesante de él. Este recurso chillaba por hacerse ver en el final de la película, pero la directora se decidió por una música que manipula sobre imágenes histéricas de una despedida. Podría haber sido un ejemplo de mainstream valiente pero, a partir de la elección de cómo resolver cada escena, Camino a casa no es más que una película valentina, en el sentido agrestiano del adjetivo. La aparición de una película de Corea del Sur en la cartelera podría ser un motivo de festejos desmedidos hace un tiempo, pero desde los últimos baficis quedan pocos boludos. No jodan, traigan Kim Ki-duks que los Sorines y Agrestis sobran.
Naza Chong.