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lunes, noviembre 10, 2003

Abismo 

Devorador de pecados (The Order, Estados Unidos, 2003) Dirigida por Brian Helgeland. Con Heath Ledger, Shannyn Sossamon, Peter Weller.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Pablo 0. Scholz (Clarín): 4; Adolfo C. Martínez (La Nación): 4; Ambito Financiero: 4.

Brian Helgeland retoma el juego de anacronías que desató con éxito en su película anterior Corazón de caballero (2001). Helgeland mostró una historia de caballería con una puesta en escena que derrochaba modernismo. La pareja protagonista (Heath Ledger y Shannyn Sossamon), enfundada en un vestuario que parecía proveniente de una pasarela de Dolce & Gabanna, bailaba como en una disco actual. Los bellos jóvenes se cortejaban en un ambiente fresco y desafectado. Corazón de caballero apostaba al amor en los tiempos de El Quijote, mas transcurría en una atmósfera digna de un artículo de la revista Cosmopolitan.
Devorador de pecados sucede a principios de Milenio, la época es contemporánea, aunque los personajes parecen de otro tiempo. Heath Ledger imponente, introduce al espectador en el relato. En tono solemne, riguroso, habla de un principio, de un misterio, de un abismo, de búsquedas. Más tarde, lo veremos celebrando Misa en Latín, de espalda a los fieles, así como lo hacían todos los sacerdotes antes del Concilio Vaticano II. Alex Bernier es uno de los últimos integrantes de los Carolingios, una orden acusada de perseguir el conocimiento casi de manera hereje. El destino de Alex está determinado por una escritura que no es la de Dios, sino la de William Eden (Beno Furman): el devorador de pecados. Una suerte de médium atildado, que oficia de sacerdote cuando la Iglesia decide excomulgar a los fieles.
El devorador de pecados presenta una Iglesia Católica con un papa enfermo, un maquiavélico cardenal en ascenso, persecuciones ideológicas entre las órdenes, planteos acerca del celibato, exorcismos, intrigas históricas, combates políticos. Un sin fin de interrogantes que exponen lo insondable de la Barca de San Pedro.
Brian Helgeland adoptó la severidad de la antigua Iglesia y escribió un guión a la manera de las Tablas de la Ley, plagado de frases con sentido eminente. El discurso de Helgeland comulga con la magnificente puesta en escena; somos conducidos en círculos cada vez más estrechos hacia el temido y preludiado abismo.
María Marta Sosa.

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