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jueves, noviembre 20, 2003

Anita y los otros 

Anita no pierde el tren (Anita no perd el tren, España, 2001). Dirigida por Ventura Pons. Con Rosa María Sardà, José Coronado, María Barranco y Jordi Dauder.
Ficha técnica.
ESTRENOS
Puntaje: 3. En los diarios: Luciano Monteagudo (Página/12): 7; Fernando López (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8.

Al público A Anita le genera incomodad. Una irascible incomodidad. No saber que posición ocupar en la butaca, descalzarse, tomarse los pies, levantar las rodillas, mirar de un lado a otro, encender la luz del reloj para intentar en vano apurar el paso del tiempo. Al publico B, en cambio, Anita le genera risas. Disfrutan con una historia sencilla que habla de la soledad y el paso del tiempo, de la sexualidad, las esperanzas, los impulsos, la inteligencia y las costumbres. Yo estoy dentro de los A, admito que me gustaría disfrutar como los B, pero lamentablemente no puedo. Y con esto no rescato una supremacía de A sobre B ni una intención de B sobre A. Es una simple polarización. Anita permanentemente tiene guiños con el espectador B y torturas con el A, hablándole a cámara y otras veces en off ¿Por que? Nadie lo sabe.
Los mejores momentos de la película son los que recapitula la historia de ella en el cine y como vivió sus 34 años alternando las modas según las épocas entre el cine porno, el de arte y las películas de reestreno. También es interesante el recorrido en los títulos finales por algunas de las Anas importantes de la historia.
Anita tiene que dejar su trabajo como vendedora de entradas porque los dueños del nuevo multicine que se construye en lugar del cine que trabajo toda la vida la consideran antigua y no esta en sus planes. Al principio vive una situación angustiosa, pero más adelante conoce el amor de mano de uno de los obreros que está trabajando en el terreno del cine y que precisamente maneja una excavadora. El obrero tiene pocas palabras pero mucha acción. Ella parecía querer enamorarse, pero finalmente, termina enamorándose de su excavadora y Anita descarga sus deseos atrasados. Sigo sin entender qué tren ya no pierde en el título de la película. ¿El tren del sexo? ¿El vagón como elemento fálico? ¿El humo de la locomotora como el cigarrillo post coito? ¡Qué se yo! Quién entiende esas metáforas que solo sirven para la felicidad del ego del director y para aburrirnos una vez mas con una película que no es intrascendente, es incomoda, aburrida y fuera de tiempo (al menos para los A).
Leandro Rosenzveig.

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