<$BlogRSDUrl$>

lunes, marzo 29, 2004

El gusto por la crueldad 

La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2003). Dirigida por Mel Gibson. Con Jim Caviezel, Monica Belucci y Maia Morgenstern.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 2. En los diarios: Marcelo Zapata (Ámbito Financiero): 6; Bartolomé de Vedia (La Nación): 8, Pablo O. Scholz (Clarín): 6 pero hay otra mirada por Diego Lerer; Horacio Bernades (Página/12). Metacritic: 43. Rottentomatoes: 50%

Antes de empezar cualquier polémica y de debatir sobre los aspectos religiosos, ideológicos o éticos de la Pasión de Cristo, hay que decir que se trata de una muy mala película. Nada importa que sea fiel a los Evangelios, una vez que Mel Gibson decidió hacer película esos textos (o una parte de ellos) lo único que interesa es el resultado estético de esa adaptación. Y el resultado es nulo. Si uno piensa en Corazón Valiente, en los maravillosos planos generales de esa película y en sus batallas filmadas con imaginación y pasión, resulta imposible creer que se trate del mismo director que ahora filmó La pasión de cristo, una película perezosa y monótona, llena de planos cortos cargados de actuaciones intensas (y falsas) y de ralentis excesivos que sólo sirven para estirar un relato sin rumbo. Pareciera que Gibson se tragó la biblia y la escupió así nomás, sin elaborarla, sin hacer una lectura de ella. Por eso todo parece estar resuelto desde un comienzo, todo está sobreentendido y no hace falta darle al personaje de Cristo algún tipo de dimensión dentro la película. Y esto lleva a lo que tal vez sea el origen del pésimo resultado conseguido por el director. Lo único que parece interesarle a Gibson es el sufrimiento físico. Por eso le dedica tanto a ese aspecto y tan poco a la construcción de un relato interesante. Mientras que los momentos en los que se ve a Jesús predicando los resuelve a través de flasbacks desganados filmados de compromiso, todas y cada una de las torturas físicas son retratadas con mucho cuidado en los detalles, con especial atención en las armas utilizadas, con un sádico regodeo en las heridas y resaltando el placer que los soldados romanos sienten al castigar a su víctima. Mismo placer que siente Gibson al ver sufrir a su personaje. Por eso en el final, en el momento de la resurrección, lo que más le importa es encuadrar de tal forma que se note el agujero de la mano de Jesús. Ese placer por la crueldad hace que La pasión de Cristo sea, además de mala, abyecta.
Sebastián Nuñez.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Listed on BlogShares