viernes, marzo 26, 2004
Shock de la cárcel
Carandiru (Brasil, 2003). Dirigida por Héctor Babenco. Con Luiz Carlos Vasconcelos, Milhem Cortaz, Aida Leiner y Rodrigo Santoro. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 1
Estamos aquí ante un nuevo despropósito en envase de docudrama perpetrado por Babenco. Film carcelario basado en hechos reales, sobre la vida de los internos de la cárcel del título, la historia está vista desde los ojos de un médico de la cárcel, Dráuzio Varella, autor de la novela en la que se basa y cuya voz en off va y viene cuando a Babenco le conviene. Durante los primeros tres cuartos de esta innecesaria y soporíferamente larga película, uno puede apreciar un relato completamente banal y superficial, con personajes carentes de interés –no por mérito propio sino debido a la chatura con la que fueron trazados por Babenco- y un humor rayano en la homofobia –algo raro viniendo de alguien que alguna vez adaptó a Puig-, que rara vez escapa del formato telefilm.
Hasta aquí un bodrio más. Pero lo más indignante de la película se sucede en su desenlace, donde se arma un motín y la policía perpetra una sangrienta masacre. Es en este momento donde Babenco abandona la chatura visual –más allá de algún que otro juego de luces para lograr formas de cruces y otras bobadas por el estilo- y comienza la pesadilla. Mientras se suceden las sangrientas muertes, Babenco las estetiza de modo canallesco, se regodea todo el tiempo con la sangre y así justifica de punta a punta aquel famoso ensayo de Serge Daney sobre el travelling de Kapó. El plano que ilustra el afiche del film, con una imagen visualmente “linda” de los internos desnudos esperando ser asesinados es un monumento a la abyección, y el momento en el que corre un río de sangre que remite a –bah, está robado de- El resplandor de Kubrick es simplemente inadmisible. Es así como Carandiru termina pasando de ser una mala película a ser un film muy peligroso. A Babenco debería darle vergüenza.
Juan P. Martínez.
ESTRENO
Puntaje: 1
Estamos aquí ante un nuevo despropósito en envase de docudrama perpetrado por Babenco. Film carcelario basado en hechos reales, sobre la vida de los internos de la cárcel del título, la historia está vista desde los ojos de un médico de la cárcel, Dráuzio Varella, autor de la novela en la que se basa y cuya voz en off va y viene cuando a Babenco le conviene. Durante los primeros tres cuartos de esta innecesaria y soporíferamente larga película, uno puede apreciar un relato completamente banal y superficial, con personajes carentes de interés –no por mérito propio sino debido a la chatura con la que fueron trazados por Babenco- y un humor rayano en la homofobia –algo raro viniendo de alguien que alguna vez adaptó a Puig-, que rara vez escapa del formato telefilm.
Hasta aquí un bodrio más. Pero lo más indignante de la película se sucede en su desenlace, donde se arma un motín y la policía perpetra una sangrienta masacre. Es en este momento donde Babenco abandona la chatura visual –más allá de algún que otro juego de luces para lograr formas de cruces y otras bobadas por el estilo- y comienza la pesadilla. Mientras se suceden las sangrientas muertes, Babenco las estetiza de modo canallesco, se regodea todo el tiempo con la sangre y así justifica de punta a punta aquel famoso ensayo de Serge Daney sobre el travelling de Kapó. El plano que ilustra el afiche del film, con una imagen visualmente “linda” de los internos desnudos esperando ser asesinados es un monumento a la abyección, y el momento en el que corre un río de sangre que remite a –bah, está robado de- El resplandor de Kubrick es simplemente inadmisible. Es así como Carandiru termina pasando de ser una mala película a ser un film muy peligroso. A Babenco debería darle vergüenza.
Juan P. Martínez.