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domingo, marzo 14, 2004

Tedio y nostalgia en Mar del Plata  

Festival de Mar del Plata
CAPRICHO

Mar del Plara siempre me produce una sensación extraña, casi incómoda. Vuelvo a sus calles una vez por año para transitar el mundo festivalero y difícilmente me corra del circuito habitual, confinado a un estrecho círculo de 10 ó 15 cuadras. En ese pequeño reducto la vida corre a velocidad extrema, abundan los frívolos y los aduladores y los "famosos" (cada vez más ignotos) son manejados con algodón, adorados hasta la médula y venerados por ancianos (abundantes) y jóvenes (hiper excitados) por igual. Es una Mar del Plata falsa, una imitación fallida y trastornada, un invento de ciudad veraniega devenida en paraíso cinéfilo. Detrás, hacia los bordes, está la Mar del Plata fanstasma, la real, la nostálgica. La ciudad de tranquilas casa residenciales y de inviernos junto al mar, el retiro espiritual de la clase media argentina (o lo que quedó de ella), un fascinante mundo quedado en los cincuentas: los hoteles sindicales, las confiterías tradicionales, los reductos secretos. Ese mendo que yo no veo, el que me pierdo por ser parte del decaído festival de cine de la Feliz.
Pero este año las cosas parecen cambiar. ¿Por qué? Porque el cine parece ausente la edición 2004. Es sabido que Mardel no tiene ni por asomo el nivel del Fetival de Buenos Aires y que uno viene aquí más a relajarse que a desesperarse por ver films. Pero aún teniendo en cuenta el factor relajo, hay un marcado índice de mediocridad en la grilla y un altísimo porcentaje de desilusiones. Para citar ejemplos: Carandirú, del marplatense Babenco, resulta una pieza aberrante y demagógica, plagada de golpes bajos y chistes que rozan el humor televisivo; la sección competencia presenta películas aburridas hasta el hartazgo, entre ellas un pseudo telefilm británico llamado Tocuhing the Void sobre alpinistas o una fallida película espacial argentina (sí, con el Puma Goity haciendo de las suyas y una base espacial en Temperley); una película nominada al Oscar (la sueca Evil) que promete ser una obra delicada y acaba siendo un trivial film de colegiales que son provocados sin razón. Gracias a Dios que tenemos joyitas como Laurel Canyon, un destacado en la sección La Mujer y el Cine, que presenta un variedad de matices y de observaciones ácidas (sobre las relaciones de pareja, sobre el choque entre mundos diferentes, sobre la frivolidad y el rock ´n roll) y nunca deja de entretener; o American Splendor, la descomunalmente perfecta biografía- comic- documental sobre Harvey Pekar, amargado escritor de comics cuya vida se vuelca en cada número mensual. Mortadelo y Filemón, a pesar de su humor disparatado y de su inaudita velocidad, no deja de ser un evento menor y olvidable.
Basta recalcar finalmente la leve frustración que genera la sección Cerca de lo Oscuro, en la que algunos títulos promteían diversión alocada y hasta ahora solo han entregado tedio. Habrá que esperar a los films coreanos, cuyo aspecto inicial parece digno del mejor espectáculo.
Si bien el panorama no es prometedor, no hay que perder la esperanza. Siempre quedan como último recurso las fiestas nocturnas en el Café de las Sirenas, los churros de Manolo o los largos paseos por la playa, representante perfecto de esa Mar del Plata que olvido durante el festival.
Guido Segal.

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