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jueves, febrero 26, 2004

Angeles Caídos 

Algo más sobre El gran pez.
ESTRENO
Puntaje: 6

No soy un fulano con la lágrima fácil de esos que se quejan sólo por vicio y me resulta soberanamente irritante cuando se produce un intento deliberado y alevoso para captar mi emoción. Resulta que después de centenares de experiencias frente a una pantalla fílmica uno suele distinguir a los pocos segundos si se encuentra frente a un director de tendencia lacrimógena o sabe de antemano - y confìa en la experiencia adquirida - si el realizador se alista en la tendencia seca/húmeda.
Se puede decir sin temor a equivocarse que en la milimétrica coherencia de Tim Burton se puede incluir el mérito de reemplazar emotividad por emoción contenida, celebración de la vida por frustración ante lo injusto y siniestro. ¿La diferencia? Que lo festivo tiende a tornarse meloso, desagradable, demagógico; lo incómodo y lo frustrante nos pueden llevar en cambio a una experiencia catártica y reflexiva. En escasas palabras: el canto a la vida conduce a una experiencia autoindulgente y masificadora, el relato desencantado conduce a una experiencia filosófica - reflexiva.
Resulta curioso que Burton, luego de una extensa carrera dedicada a predicar el placer melancólico de lo oscuro, haya decidido volcarse a la luz. El día menos pensado, Burton se convirtió en Giuseppe Tornatore y ese fue el día en que los freaks se hicieron teletubbies y la ambigüedad se disfrazó de banalidad. Muchos elogian la cualidad "fellinesca" de El Gran Pez, pero basta prestar atención a la última secuencia para notar la diferencia: Fellini desplegaba maravillosos paraísos artificiales pero los contrastaba al triste mundo real, para denotar el escape mental de sus protagonistas. Burton refuerza torpemente la supuesta realidad de las patrañas de Edward y no sólo eso, sino que hace que el escéptico traicionado vuelva a creer arbitrariamente y resalta todo esto con la insulsa música de Danny Elfman, varios escalones por debajo de Nino Rota.
Cuando Clint Eastwood nos evangelizó con Río Místico temblé; ahora que Tim nos obliga a llorar me mareo. Me pregunto: ¿Quién será el próximo héroe en tropezar? ¿Cuántos ángeles caídos más deberemos tolerar?
Guido Segal.

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