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martes, marzo 16, 2004

Con ánimo de andar 

Regreso a Cold Mountain (Cold Mountain. E.E.U.U. 2003) Dirigida por Anthony Minghella. Con Nicole Kidman, Jude Law, Renée Zellweger
ESTRENO
Puntaje: 4

La voz de Ada Monroe (Kidman) en off que inicia el relato, con un tono calmo y pausado, anuncia su llegada a Cold Mountain. Las palabras de Ada se escuchan mientras estalla la batalla de Petesburgo y el héroe homérico Inman (Law) decide abandonar el ejército y regresar junto a su amAda. El impacto visual y sonoro que reclama la secuencia inicial nos envuelve en el universo que Minghella supo construir desde su primera película: excesos escenográficos, temporales, sonoros (insoportables composiciones que no desentonan, ya que todo lo que se ve y escucha derrocha tragedia). Tanto despliegue de elegancia dificulta la impresión de realidad que Minghella quiere evocar (E.E.U.U. en 1864). Este despilfarro quiebra la coherencia del universo diegético.
En El talentoso Mr. Ripley todo era estilizado y elegante, pero los materiales fílmicos correspondían con el tiempo del relato; Law, Paltrow y Damon, sus vestuarios, sus modos, su garbo, nato en el caso de los dos primeros y adquirido por Damon/Ripley, no discordaban con los preciosos paisajes de Europa por los que circulaban, ni con aquel relato de apariencias y de aspiraciones personales de los bellos jóvenes insatisfechos.
La construcción del verosímil, del mundo posible en el que transcurren las historias, lo artificial y lo arbitrario, se borran en beneficio de la aparente realidad. Esta “naturalidad” proviene del modo de representación cinematográfica (el de Minghella en este caso), más allá del exceso, la construcción no entra en contradicción con la coherencia del mundo ficcional que se evoca.
En C.M. la gélida belleza de Nicole Kidman, con sus facciones tan poco naturales y ajenas a las condiciones cosméticas del siglo XIX, más ese registro glacial en el que la actriz ejecuta su rol de Ada Monroe, hacen increíble el amor, la atracción que supuestamente existe entre el adusto Inman y la perfecta Ada.
En Moulin Rouge, Satine (Kidman) imploraba a Christian que regresara a ella y olvidara todo; aquella imagen de ella destrozada de amor sobre el escenario, cantando con su último aliento conmovía hasta extenuar al espectador. En C. M., Ada envía una carta a su amado y le pide que deje el combate y regrese a la montaña, las palabras se perpetran sin emoción, la resolución y la fuerza con la que Inman sostiene su travesía se ve irrisoria, como toda la película.
María Marta Sosa.

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