<$BlogRSDUrl$>

lunes, marzo 29, 2004

Fiat voluntas tua, sicut in populo et in cinema 

La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2003). Dirigida por Mel Gibson. Con Jim Caviezel, Monica Belucci y Maia Morgenstern.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Marcelo Zapata (Ámbito Financiero): 6; Bartolomé de Vedia (La Nación): 8, Pablo O. Scholz (Clarín): 6 pero hay otra mirada por Diego Lerer; Horacio Bernades (Página/12). Metacritic: 43. Rottentomatoes: 50%


No es novedad que la pintura italiana prerrenacentista se basa casi enteramente en temas religiosos. Antes de la concepción antropocentrista, el arte se valoraba más por su carácter evangelizador que por su estética; esto no implica que el cuidado por las formas esté ausente. De hecho, si estos cuadros y sus respectivos creadores persisten en los estudios contemporáneos, escasas veces se debe al tema pintado (establecido por la época) ya que es la manera de pintarlo lo innovador o distintivo. Si los nombres de el Giotto, Masaccio o Piero della Francesca son para nosotros nombres de peso, no es por pintar la Enunciación o la Crucificción, sino por sus trabajos con el volumen o con la composición.
Recién considerando este hecho podemos apreciar La Pasión de Cristo en su entera dimensión. En efecto, ¿hay alguien que no conozca el relato de la vida y muerte de Jesús de Nazareth? ¿Importa la historia si hasta el detalle más nimio es de público conocimiento? Mel Gibson se inscribe en la línea de los pintores italianos medievales y utiliza una historia ultraconocida para un trabajo formal descomunal. Es maravillosa la paleta tonal de la película, que oscila entre un color ocre/naranja, que da la sensación de lejanía pero a la vez realza el misticismo y lo exótico, y un tono azul apagado, que contagia la idea de desolación y desamparo. No es menos relevante el uso del latín y el arameo: generan una distancia revitalizadora con el relato, le dan vida a un pedazo de Historia.
Sin embargo, existe un mérito por sobre todos los otros en el film de Gibson y es que logra darle vida a una narración petrificada. Aun si podemos predecir qué pasará a continuación, las escenas fluyen con una potencia visual arrolladora. Hermosos planos cenitales, perturbadoras subjetivas del Jesús malherido, primeros planos de rostros sucios y lastimados, todo se fusiona admirablemente para reinventar un cuento conocido. La crucificción es un momento verdaderamente emocionante y ni el combo cámara lenta + canto gregoriano logran empañar esto.
Algunos dirán que Gibson es un maestro de catequésis, pero se vale de recursos plenamente cinematográficos (los flashbacks en base a la obra de Cristo están justificados dramáticamente) para construir una película fascinante. Cabría decir que si la cinefilia es una religión, odiar a esta película es sinónimo de herejía.
Guido Segal.

This page is powered by Blogger. Isn't yours?

Listed on BlogShares