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lunes, mayo 17, 2004

A galopar, a galopar, hasta enterrarnos en el mar 

Océano de fuego (Hidalgo, Estados Unidos, 2004). Dirigida por Joe Johnston. Con Viggo Mortensen, Zuleikha Robinson y Omar Sharif.
Ficha técnica.
ESTRENO.
Puntaje: 8

En los títulos finales de Hidalgo ocurre algo extraño. Dice “A Joe Johnston/John Fusco Film”. Extraño porque Fusco no es más que el guionista. Y, teniendo en cuenta sus antecedentes -Fusco también escribió la horrible Spirit (otra de caballitos), la berretona aunque simpática saga de Young Guns y la excelente Encrucijada, de Walter Hill- , el éxito de las películas que escribe parecería depender exclusivamente del director, por lo que esa placa estaría demás. Más aún teniendo en cuenta que estamos ante otra gran película de un director personal como lo es Johnston, alguien en quien siempre se puede confiar. Clasicista hasta la médula, la obra anterior de Johnston incluye joyitas subvaloradas como Jurassic Park 3, Cielo de octubre y Jumanji. Aquí Johnston se le anima al western, al cine de aventuras y al cine deportivo, todo eso al mismo tiempo y por el mismo precio, y en los tres géneros que aborda logra sorprender y emocionar. Además, Joe arriesga mucho porque cuenta una historia de americanos en tierras árabes y logra salir bien parado.
Hidalgo cuenta la historia real de Frank T. Hopkins (Viggo, excelente como siempre), cowboy de sangre india quien, con su caballo Hidalgo, viaja a medio oriente a jugar una carrera de 5000 kilómetros por el desierto hasta llegar al mar de la cual es casi imposible salir vivo, más aún ganar, a pedido de un jeque (Omar Sharif) que quiere asegurarse de que su caballo es el mejor del mundo, y no Hidalgo.
Hidalgo es un personaje en si mismo, más que los animales disneyanos y tanto como aquel inolvidable Seabiscuit de la ídem película del año pasado. Si hablamos de una gran actuación equina deberíamos hablar de 7 grandes actuaciones equinas, ya que ese fue el número de caballos que interpretaron a Hidalgo. Su personaje tiene tanta o más profundidad que Hopkins, y es el que más emoción provoca.
Filmada y narrada con un clasicismo abrumador, Hidalgo termina siendo la gran película que prometía, y hasta se permite bajar línea sobre conflictos actuales con sobriedad y sin un gramo de complacencia, en la excelente escena en la que Hopkins y Jazira (la hija del jeque) dejan en claro que vienen de dos mundos aparentemente diferentes pero igual de horribles. Los últimos tres minutos de Hidalgo cuentan lo mismo y valen mucho más que Spirit entera, lo cual hace pensar que Fusco adquirió un gran poder de síntesis en los últimos dos años, o bien que debería nuevamente darle las gracias a Johnston.
Juan P. Martínez.

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