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sábado, octubre 09, 2004

Algunos quieren llenar el mundo de tontas canciones de amor... 

El amor (primera parte) (Argentina, 2004). Dirigida por Alejandro Fadel, Martín Máuregui, Santiago Mitre y Juan Schnitman. Con Leonora Balcarce y Luciano Cáceres.
ESTRENO
Puntaje: 10.

...¿y cuál es el problema?, se preguntaba Paul, aunque después, en la misma tonta canción de amor, también decía que el amor no llega en un minuto, cosa que las cuatro cabezas (¡basta con lo de "ocho manos", por favorrr!) detrás de El amor (primera parte), inteligente comedia romántica si las hay, vienen a desmentir de entrada nomás, cronometrando la hora y el minuto exactos en que Pedro y Sofía se enamoran, con una (irónica) vocación cientifista que recién dejarán un poco de lado cuando lo mejor del amor (¿y qué será lo mejor del amor?) haya pasado, cuando Pedro y Sofía estén por dejar de ser Pedro y Sofía, y hayamos reído, sufrido y entendido con ellos, como parecen haber entendido estos cuatro chicos a los que, como se sigan portando así y regalándonos la película argentina del año (que para el INCAA no es ni película ni argentina, aunque ésa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión) habrá que dejar de llamar chicos; hayamos entendido, decía, que nadie tiene nada para decir del Amor, ni en canciones ni en películas, y que, un poco palindrómicamente, nos gustan tanto las canciones y las películas de amor porque no dicen nada de nadie, o mejor, como aclaraba Llinás el otro día: son pura forma. Todo este tirón barroco -a propósito de una película en la que el barroquismo es sistema y sirve, entre otras cosas, para hacer imperceptibles las transiciones Fadel / Mauregui / Mitre / Schnitman- para decir que El amor (primera parte) es y no puede ser otra cosa que, lo dicho, pura forma, un montón de maneras -en lenguaje cinematográfico: videoclips, animación, fotonovelas, etc. - de no contar más que trivialidades sobre Pedro y Sofía, las mismas trivialidades que los de veintitantos vivimos de vez en cuando, cuando por un reordenamiento cósmico perfectamente azaroso, creemos de a dos que el mundo fue construido sólo para nosotros, que somos el centro de toda geografía, que el sol brilla más y las flores florecen y las cosas se visten de sentido a nuestro paso, y queremos que el mundo se llene de canciones tontas y de comedias inteligentes.
Agustín Masaedo.

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