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miércoles, octubre 20, 2004

Lecciones de fascismo con estética demodé 

Mosca y Smith (2004, Telefé). Dirigido por Diego Kaplan, con idea y realización general de Ramiro Agulla y Carlos Bacetti. Con Fabián Vena y Pablo Rago.
TV
Puntaje: 2

Los afiches callejeros, teñidos de esa gama de rojo tan supuestamente retro, llamaban al menos la atención. Las dos caras protagónicas, actores entrañables y de respetable trayectoria, también representaban un aliciente. Claro que, como contrapartida, teníamos al logo de Telefé, emblema del menemismo, de la degeneración, del lavado de cerebro televisivo, de la perversión encubierta y de todo eso que odiamos los hombres de bien y anhelamos ver morir algún día (incluyo en el paquete a la revista Gente, a Pancho Dotto y a Barrionuevo). Los nombres de Agulla y Bacetti, prototipos del banana argentino y propagadores de esa clase de publicidad insulsa y socarronamente intragable, basada en sarcasmo fallido y sinsentido barato -mal copiado de Cha Cha Cha- tampoco ayudaban. Era cuestión de prender la tele.
Hay que reconocer que la serie tiene una lograda estética retro, sobre todo desde la iluminación. Pero ahí se detienen los logros. Porque la puesta en escena es subtelevisiva, toscamente publicitaria; planos funcionales, abuso de angulares y ni un sólo zoom brusco, fundamental si vamos a parodiar a Starsky y Hutch en versión local (recomiendo, para entender la idea con un contraejemplo, ver la formidable película protagonizada por el dúo Stiller - Wilson bajo las órdenes de Todd Phillips).
Pero lo más desagradable de Mosca y Smith no está en su realización, sino en su pensamiento retrógrado, en su crasa generalización de las comunidades étnicas y en la bajeza (tanto moral como creativa) de sus gags. Si la idea, retomando a otro ícono de los setentas, era imitar a la imagen fascista y reaccionaria de Harry el Sucio, quien "no discriminaba porque odiaba a todos por igual", otra vez los muchachitos publicitarios erraron el concepto. Había una tremenda ironía detrás del personaje de Eastwood: Don Siegel establecía una distancia de él y no dejaba de dotarlo, cada tanto, de un gesto tierno que lo obligaba a contradecirse. Es fundamental entender que no es lo mismo burlarse de los prejuicios sociales que llevarlos a la apoteosis. Porque, vamos a aclarar, llamar a los coreanos "chinos" todo el tiempo, obligar a uno de ellos a que sólo entienda el español cuando se le habla con la letra L, hacer que los judíos sean avaros y hablen con acento exagerado, dar a entender que todos los peruanos son indocumentados, etc., no es reírse con las comunidades sino de ellas. Es xenofobia encubierta por comicidad, lo cual hace aún más grave el gesto de los realizadores.
Vena y Rago llevan adelante el guión que les tocó y Kaplan, un tipo que hasta ahora se mostró inteligente y personal, brilla por su transparencia. Concedo que recién va un capítulo, pero no cometamos el grosero error de confundir la realización en broma con la ligereza narrativa, estructural e ideológica. No vaya a ser que después nos vuelvan a insistir que eso de que se está proponiendo una nueva televisión, cuando la evidencia muestra que la mierda es la misma pero lo que cambió es el olor.
Guido Segal.

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