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domingo, mayo 23, 2004

El mismo horror, la misma mierda  

LA PEOR PELICULA DEL AÑO (NAZIONAL, 2004). Dirigida por Juan José Campanella. Con Valeria Bertuccelli, Ricardo Darín, Eduardo Blanco y Mercedes Morán.
ESTRENO.
PUNTAJE: 0. En los diarios:
Horacio Bernades (Página/12): 6; Pablo O. Scholz (Clarín): 8; Marcelo Zapata (Ambito Financiero): 8; Adolfo C. Martínez (La Nación): 8.

Voy a empezar diciendo que alguna vez el Campanella este fue alguien respetable. Los telefilms que hizo para HBO no estaban nada mal, Ni el tiro del final era una película fallida pero con varios puntos de interés y El mismo amor, la misma lluvia pudo haber sido una gran comedia romántica pero terminó siendo una buena comedia dramática, debido a su seriedad y trazo grueso cuando a “lo sociopolítico” se refería. El tipo sabía narrar y filmaba aceptablemente, cosas que desde El hijo de la novia y culminando ahora en su último film, parece haber perdido por completo. Lo que sí ganó fue un populacherismo reaccionario que data de los peores ’70. Tanto EHDLN como LPPDA remiten nostalgiosamente al cine que Sandrini y otros fachos hicieron en esa época. De hecho, EHDLN se parece mucho a Vivir con alegría, film de 1979 dirigido por Ramón Ortega, que protagoniza con Sandrini. Y no, Campanella, no te emociones por eso (ver acá).
Pero aquí estamos ante algo todavía peor que la horrenda EHDLN. Como en aquella, tenemos un guión matemático en el que una escena “de risa” es seguida por una “de llorar” y así por 142 minutos (contra los 123 de la anterior, lo que matemáticamente resulta en una película 19 minutos peor). Ambos films comparten una sensiblería desatada, pero LPPDA se va directamente a la mierda con este recurso barato y deshonesto en la escena que Naza mencionó en su nota de la nena de la villa mirando fijamente a Fanego –cuyo personaje es el colmo del subrayado vil- , que resulta tan o más indignante que Michael Moore dejando la fotito de la nena muerta en la casa de Charlton Heston en Bowling For Columbine, y con la que JJC nos refriega en la cara su accionar. Pero lo que más se exalta en esta película es aquello de retratar al “argentino medio”, “el barrio”, y toda esa diatriba reaccionaria y nazionalista que aquí JJC festeja más que nunca, especialmente en la escena que se sucede durante los créditos finales, donde se nos dice una vez más que “somos unos vivos bárbaros”.
Además de ser todo eso y mucho más, LPPDA es una película hipócrita, ya que en todo momento nos habla de lo malas que son las grandes empresas pero después mete un chivo ostentoso de Mc Donald’s. No estoy haciendo aquí un acto de repudio hacia los chivos en el cine –muchas películas que me gustan están plagadas de “product placement”-, ni estoy defendiendo los ideales que el film parecería proclamar, lo que digo es que su presencia va en contra de todo lo que se venía contando y revela a la película como algo aun más falso.
Dicho todo esto, tal vez lo que más moleste de LPPDA sea el hecho de que recibe el apoyo de la peor crítica nacional –que utiliza este tipo de cine argentino para descalificar al bueno-, y que el público festeja al repugnante Eduardo Blanco y las cosas feas que dicen y hacen él y los demás personajes, se enorgullecen como ellos de ser argentinos-medio-pelotudos y aprueban como ellos aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”, cuando no tienen en cuenta (o sí, pero aprueban igual) las implicancias que tiene esa idea. La argentinidad al palo, como dice LA PEOR BANDA DEL ROCK NAZIONAL.
Juan P. Martínez.

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