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lunes, mayo 17, 2004

No arde ni divierte 

Troya (Troy, Estados Unidos, 2004). Dirigida por Wolfgang Petersen. Con Brad Pitt, Diane Kruger, Brendan Gleeson, Brian Cox, Eric Bana, Orlando Bloom, Peter O'Toole y Sean Bean.
Ficha técnica. Sitio oficial.
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12), Diego Curubeto (Ámbito Financiero): 8, Adolfo C. Martínez (La Nación): 8, Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6. Metacritic: 52. Rotten tomatoes: 59%.

Varias de las críticas publicadas el último jueves sobre la nueva película de Wolfgang Petersen la califican como un buen entretenimiento. Hay un par de cosas para decir sobre esta apreciación. Primero sobre el valor despectivo que se le da a la palabra entretenimiento. Cada vez que se usa la expresión "es un entretenimiento" o alguna otra similar se lo hace para destacar que la película en cuestión no vale la pena, carece de valor artístico o cinematográfico y que es superficial. Este tipo de proceder crítico es descartable no sólo por su carácter prejuicioso sino también porque al actuar desde el desdén y el desconocimiento suele ser errado en sus valoraciones. Y esto lleva a lo segundo: Troya no es entretenida, y si esas críticas dicen que sí lo es, lo hacen porque no saben diferenciar un relato de acción y aventura logrado de uno aburrido y fallido. También ignoran que para lograr una película entretenida hace falta un alto grado de sofisticación, ausente en esta adaptación de la Ilíada. Si bien desde el comienzo se nota la intención de ir directo al grano, a medida que van pasando las casi tres horas que dura la película la acumulación de desaciertos hace que las pulsaciones se mantengan a un ritmo normal. Las batallas, supuesto punto fuerte, son insignificantes luego de que Peter Jackson lograra lo que logró en El Señor de los anillos y el desarrollo de los personajes es mínimo, casi nulo. Por su parte, las situaciones que no son de acción están mal acopladas al resto, lo que da una sensación de rompecabezas mal armado. Lo mejor son las peleas de uno contra uno y el plano de los miles de barcos griegos cruzando el Mar Egeo, únicos momentos de adrenalina cinética. Hay en Troya también una intención de vincular aquella invasión griega con la actual guerra en Irak, pero además de ser banal y obvio, este paralelismo carece de sustento y es apenas otro de los carriles que la película recorre de manera trivial. Un buen entretenimiento necesita pasión, amor, imaginación y libertad. Troya no tiene ninguno de esos elementos y es por eso que se constituye como una película superficial y aburrida.
Sebastián Nuñez.

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