martes, septiembre 09, 2003
¿Es o no es?
Identidad (Identity, Estados Unidos, 2003). Dirigida por James Mangold. Con John Cusack, Ray Liotta, Amanda Peet y Alfred Molina. Ficha técnica
ESTRENO
Puntaje: 5
Coincidamos en que exceso no es sinónimo de calidad. Si bien esto no es cosa novedosa, vale la pena tenerlo bien presente al hablar de una película como Identidad.
Por aquí hay excesos de todo tipo: de oscuridad, de lluvia (puff!!), de sombras, de fútiles coincidencias, de ataques sorpresivos, de pistas ¿verdaderas? y de pistas falsas, y de muertes seguidas de desapariciones. Pero si hay algo que zozobra, a todas luces (valga por la falta de) es la historia que la sostiene. No porque no cierren las claves del enigma, ya que la película se encarga de darlas a conocer antes de llegar al final, cuando aún quedan varios personajes por ser desentrañados (casi literalmente), sino porque una vez develadas las incógnitas, se acaba la expectativa de verosimilitud –o de resolución inteligente– por parte del espectador. Pero, a pesar de quebrar el suspenso, estos buenos señores intentan mantener la coherencia de los hechos cuando ya sabemos (ya está!!) que no es necesario. Aunque, siendo justos, debemos agradecer que no hayan esperado hasta el final-final para iluminarnos. De haber sido así huiríamos de la sala con mayor malestar del ya obtenido.
Para más deshonra del asunto-thriller, el reparto incluye al gran John Cusack, a Ray Liotta más flaco que en Narc y a Amanda Peet pero –dada la “resolución-re-original-y-re-novedosa-capaz-de-explicar-cualquier-cosa” (y por eso mismo no sirve de nada, y además no es novedosa, ver Psicosis)– termina diciendo que no existen. Sí, claro, John Cusack no existe. Y la película dice que el que más existe –es más, recontramultiplicado– es Pruitt Taylor Vince. OK, a otra cosa.
Fabiana Ferraz.
ESTRENO
Puntaje: 5
Coincidamos en que exceso no es sinónimo de calidad. Si bien esto no es cosa novedosa, vale la pena tenerlo bien presente al hablar de una película como Identidad.
Por aquí hay excesos de todo tipo: de oscuridad, de lluvia (puff!!), de sombras, de fútiles coincidencias, de ataques sorpresivos, de pistas ¿verdaderas? y de pistas falsas, y de muertes seguidas de desapariciones. Pero si hay algo que zozobra, a todas luces (valga por la falta de) es la historia que la sostiene. No porque no cierren las claves del enigma, ya que la película se encarga de darlas a conocer antes de llegar al final, cuando aún quedan varios personajes por ser desentrañados (casi literalmente), sino porque una vez develadas las incógnitas, se acaba la expectativa de verosimilitud –o de resolución inteligente– por parte del espectador. Pero, a pesar de quebrar el suspenso, estos buenos señores intentan mantener la coherencia de los hechos cuando ya sabemos (ya está!!) que no es necesario. Aunque, siendo justos, debemos agradecer que no hayan esperado hasta el final-final para iluminarnos. De haber sido así huiríamos de la sala con mayor malestar del ya obtenido.
Para más deshonra del asunto-thriller, el reparto incluye al gran John Cusack, a Ray Liotta más flaco que en Narc y a Amanda Peet pero –dada la “resolución-re-original-y-re-novedosa-capaz-de-explicar-cualquier-cosa” (y por eso mismo no sirve de nada, y además no es novedosa, ver Psicosis)– termina diciendo que no existen. Sí, claro, John Cusack no existe. Y la película dice que el que más existe –es más, recontramultiplicado– es Pruitt Taylor Vince. OK, a otra cosa.
Fabiana Ferraz.