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viernes, octubre 10, 2003

Confesiones de un burgués prejuicioso 

Murgas y murgueros (Argentina, 2003). Dirigida por Pedro Fernández Mouján.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: sin puntaje (por razones ideológicas).

Si existe una forma de definirme de manera parcialmente precisa, es a través de la palabra burgués. Mi crianza, mis placeres, mis manierismos y mis prejuicios son característicos de ese grupo social acomodado y falsamente comprometido, apegado a las etiquetas y a las apariencias, amante del dinero y del buen vivir. Más por influencia del contexto que por elección personal, aprendí a alejarme de todo aquello que resultara popular, marginal, tradicional o barrial. Aprendí a rechazar con ímpetu todo aquello que Murgas y murgueros con tanto énfasis defiende.
Si bien la videoproyección – me gustaría llamarla película, pero debo reconocer que el grano de video digital no alcanza ni a la legua la hermosa poesía del celuloide – apunta a captar la atención de cualquier tipo de espectador, se enfrenta a un severo problema de contenido: la murga jamás alcanzó en la Argentina la popularidad que obtuvo en otros países limítrofes, a la vez que, como forma musical, no presenta ningún rasgo distintivo admirable, como sería la adorable melancolía del jazz. Salvo por el hecho de que es un golpeteo rítmico con escasa variación y de que en varias zonas todo el pueblo participa en los bailes, poco hay para decir del movimiento murguero. Así resulta que el documental pronto deriva en distintas direcciones que exceden al tema central, sea ya el peronismo, los viejos tiempos o la relación con el fútbol.
A través de una estructura rígida dividida en cuatro partes, Fernández Mouján busca convencernos del romanticismo que emana la murga, de los misterios en las danzas y de lo sagrado y profano en cada ensemble. Pero, por más empeño que estos muchachos pongan, sus asados aburren, sus coloridos trajes encandilan y sus interminables mateadas discutiendo memorias y experiencias conducen al monótono costumbrismo. Pero no es su culpa si sus vidas generan poco interés; el culpable es el señor director, quien se empeña en recurrir al lugar común, a la metáfora banal, a la falta de distancia crítica. Son demasiados puntos en contra si se busca llegar a alguien tan ajeno a las murgas como un burgués prejuicioso.
Guido Segal.

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