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miércoles, octubre 08, 2003

Sinfonías agridulces 

Rufus Wainwright: Want One. Producido por Marius DeVries. Dreamworks.
Ficha técnica.
DISCOS
Puntaje: 10.

Podría decirse que Rufus Wainwright es el Douglas Sirk del pop. Sus canciones son como gigantescos melodramas rimbombantes recargados de color (en este caso el color vendrian a ser los violines) y en poderoso Cinemascope. Want One, primera parte de lo que iba a ser un disco doble pero que después se decidió dividir en dos –Want Two sale en seis meses-, es la nueva producción de este maravilloso singer songwriter que irrumpió hace ya 5 años en el mundo de la música con un sorprendente disco homónimo producido por el genio que es Jon Brion, con arreglos orquestales nada menos que de Van Dyke Parks, el arreglador de los Beach Boys circa Pet Sounds. Luego, en el 2001 editó Poses, un disco tal vez menos rimbombante que el primero y que este pero igualmente estimulante, esta vez producido por Pierre Marchand y Ethan Johns. Ahora el productor es Marius DeVries (Massive Attack, Björk, Madonna), y puede decirse que DeVries entendió perfectamente lo que quería Rufus. Y aquí tenemos Want One, tal vez el mejor disco en lo que va de la carrera del canadiense.
Want One abre con Oh What a World que, sin exagerar, es una de las canciones más movilizadoras que yo haya escuchado jamás, con una melodía que va en un crescendo dramático hasta estallar en un amalgama moulinrougeano que combina la melodía que veníamos escuchando más un fragmento del Bolero de Ravel más un fragmento de Rhapsody in Blue de Gershwin. Una canción que casi literalmente quita el aliento. Rufus sigue con la beatlesca I Don’t Know What it Is y con la thomyorkeanamente relajada Vicious World.
Luego el disco sigue por 50 minutos más sin perder una onza de frescura y emocion, con un pico de grandeza en aquel tour de force musical llamado Go Or Go Ahead, la mejor canción que los Beatles jamás escribieron, con un estribillo imposiblemente bello y emocionante. Want One cierra con Dinner At Eight, hermosa canción que tranquilamente prodria formar parte del soundtrack de una película romántica del Hollywood de los 50. Un perfecto cierre para otro excelente disco de Rufus Wainwright. Nos vemos en seis meses.
Juan Martínez.

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