martes, febrero 17, 2004
Cuentos asombrosos
Acerca del final de El gran pez.
ESTRENO
Puntaje (de la película entera): 10.
Luego de la que por lejos es su peor película –El planeta de los simios- el gran Tim volvió con un film a la altura de aquellos dos que se encuentran allá arriba en mi olimpo personal burtoniano (y en el de muchos otros, supongo): El joven manos de tijeras y Ed Wood. Estas tres películas no tienen en común solamente el hecho de que sus personajes principales lleven el nombre Edward, sino que también son todas fábulas maravillosas, cuentos de hadas en los que el universo de Burton se encuentra más que cómodo. También son las películas más personales del director, especialmente esta, con sus tintes autobiográficos.
Pero vamos al final de Big Fish. Es, a mi entender, el final perfecto para una película como esta, un final que no está a la altura de aquella maravillosa escena del film en la que el tiempo se detiene y luego se acelera para volver a la normalidad, pero vamos, pocos momentos de la historia del cine lo están. Edward Bloom yace en su lecho de muerte, con su hijo Will a su lado. Will, después de tantos años, comienza a comprender a su padre, comienza a conocerlo, comienza a darse cuenta de que aquellos cuentos asombrosos que contó durante toda su vida no fueron por completo apócrifos. Edward le pide a Will que imagine su muerte, y Will lo hace, cuenta la historia como su padre le contaba sus historias. Se han invertido los roles. En este cuento ellos huyen del hospital y hacia el río, donde los esperan todas las personas/personajes maravillosos que habitaron las historias/la vida de Edward. Allí, en una escena que remite a la despedida de Dorothy de Oz, Edward despide a todos, Will lo lleva al agua y lo suelta, Edward se convierte en pez. Burton vuelve al hospital, a la realidad. Edward está muriendo. Will, como no podría ser de otra manera, teniendo a su padre, a quien acaba de conocer/comprender su lado muriendo, está triste. Finalmente cuando muere vemos a Will con los ojos llorosos. Pero Burton se queda ahí, en la sutileza, Will no estalla en llantos en ningún momento. Todo es sutil, hasta el llamado de Will a su madre contándole la noticia.
Corte al funeral de Edward. Un funeral como deberían ser todos los funerales: no la angustia por la muerte sino la celebración de la vida de Edward. Comienzan a llegar los amigos de Edward: el gigante, los enanos, las hermanas chinas, muchos de los personajes que creíamos apócrifos están ahí, despidiendo a aquella persona que alguna vez los hizo un poco más felices. Y es por ello que ellos están felices en este momento, despidiendo a un amigo, contando anécdotas de Edward y celebrando su maravillosa vida, que no ha dejado de serlo por más que a los detalles aburridos Edward los haya hecho interesantes mediante sus historias.
Finalmente, el epílogo. Unos años después. Un asado en casa de Will, con su hijo y un amigo suyo en una pileta. El hijo de Will le cuenta a su amigo una de las historias de su abuelo. La voz en off de Will nos dice que gracias a sus maravillosas historias, que serán contadas de generación en generación, Edward se vuelve inmortal, como también se vuelve inmortal esta película hermosa, este cuento de hadas repleto de cuentos de hadas que pueden ser contados individualmente como cuentos de hadas, y que desborda de cine por todos lados.
Juan P. Martínez.
ESTRENO
Puntaje (de la película entera): 10.
Luego de la que por lejos es su peor película –El planeta de los simios- el gran Tim volvió con un film a la altura de aquellos dos que se encuentran allá arriba en mi olimpo personal burtoniano (y en el de muchos otros, supongo): El joven manos de tijeras y Ed Wood. Estas tres películas no tienen en común solamente el hecho de que sus personajes principales lleven el nombre Edward, sino que también son todas fábulas maravillosas, cuentos de hadas en los que el universo de Burton se encuentra más que cómodo. También son las películas más personales del director, especialmente esta, con sus tintes autobiográficos.
Pero vamos al final de Big Fish. Es, a mi entender, el final perfecto para una película como esta, un final que no está a la altura de aquella maravillosa escena del film en la que el tiempo se detiene y luego se acelera para volver a la normalidad, pero vamos, pocos momentos de la historia del cine lo están. Edward Bloom yace en su lecho de muerte, con su hijo Will a su lado. Will, después de tantos años, comienza a comprender a su padre, comienza a conocerlo, comienza a darse cuenta de que aquellos cuentos asombrosos que contó durante toda su vida no fueron por completo apócrifos. Edward le pide a Will que imagine su muerte, y Will lo hace, cuenta la historia como su padre le contaba sus historias. Se han invertido los roles. En este cuento ellos huyen del hospital y hacia el río, donde los esperan todas las personas/personajes maravillosos que habitaron las historias/la vida de Edward. Allí, en una escena que remite a la despedida de Dorothy de Oz, Edward despide a todos, Will lo lleva al agua y lo suelta, Edward se convierte en pez. Burton vuelve al hospital, a la realidad. Edward está muriendo. Will, como no podría ser de otra manera, teniendo a su padre, a quien acaba de conocer/comprender su lado muriendo, está triste. Finalmente cuando muere vemos a Will con los ojos llorosos. Pero Burton se queda ahí, en la sutileza, Will no estalla en llantos en ningún momento. Todo es sutil, hasta el llamado de Will a su madre contándole la noticia.
Corte al funeral de Edward. Un funeral como deberían ser todos los funerales: no la angustia por la muerte sino la celebración de la vida de Edward. Comienzan a llegar los amigos de Edward: el gigante, los enanos, las hermanas chinas, muchos de los personajes que creíamos apócrifos están ahí, despidiendo a aquella persona que alguna vez los hizo un poco más felices. Y es por ello que ellos están felices en este momento, despidiendo a un amigo, contando anécdotas de Edward y celebrando su maravillosa vida, que no ha dejado de serlo por más que a los detalles aburridos Edward los haya hecho interesantes mediante sus historias.
Finalmente, el epílogo. Unos años después. Un asado en casa de Will, con su hijo y un amigo suyo en una pileta. El hijo de Will le cuenta a su amigo una de las historias de su abuelo. La voz en off de Will nos dice que gracias a sus maravillosas historias, que serán contadas de generación en generación, Edward se vuelve inmortal, como también se vuelve inmortal esta película hermosa, este cuento de hadas repleto de cuentos de hadas que pueden ser contados individualmente como cuentos de hadas, y que desborda de cine por todos lados.
Juan P. Martínez.