lunes, febrero 16, 2004
La historia sin fin
El gran pez (Big Fish, Estados Unidos, 2003). Dirigida por Tim Burton. Con Helena Bonham Carter, Ewan McGregor, Steve Buscemi, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman, Danny DeVito y Albert Finney. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 10; Fernando López (La Nación): 8; Pablo 0. Scholz (Clarín): 9. Metacritic: 56.
En dos semanas se estrenaron tres de las películas esperadas con mayor ansiedad: Perdidos en Tokio, El gran pez y Escuela de rock. A lo lejos se veían venir como obras maestras, pero sólo dos de ellas cumplieron con esa expectativa. El gran pez no llegó a esa altura, pero esto no significa que no haya logrado ser por momentos una película sumamente disfrutable. El film falla donde los otros dos estrenos encontraban sus mayores virtudes. Linklater no pretendía dejar enseñanzas en las relaciones padre-hijo, y si había alguien que tenía que entender algo, esos eran los padres (The Man). Sofia Coppola les permitió a sus personajes ser emocionales al brindarles un sutil marco de intimidad para que se expresen. El final de la película de Burton se opone al de los otros dos directores. Burton busca lágrimas a partir de la historia personal de cada espectador con su padre. El sintió la necesidad de contar la historia de un niño al que su padre hizo viejo, pero también dice que los hijos tienen que entender a los padres sin importar si son unos imbéciles. Lo peor es que lo hace a través de Billy Crudup y eternos primeros planos con sus ojos vidriosos, una de las herramientas del cine más rancio. Ahí es donde El gran pez se diferencia de las otras dos películas y deja un sabor agridulce. Hasta ese momento Burton había construido un relato brillante a partir de un personaje nefasto y se permite demostrar que un protagonista carismático no es necesario para hacer un film interesante. La multiplicidad en los puntos de vista de la narración funcionaba a la perfección y el hijo entregaba emociones genuinas en los momentos en que era su turno de narrar su historia y la de Ed. Sucede lo mismo con Helena Bonham Carter, que compone el personaje más triste de El gran pez. Cada una de las historias conseguía vida como unidad sin perder sentido al agruparse. Otra vez Burton lograba hacer una película personal, con sus marcas narrativas y visuales. Por fin parecía hacer un film a la altura de El joven manos de tijera y Ed Wood. El gran pez intenta llegar a la felicidad plena, pero cambia el rumbo pocos metros antes de llegar a esa meta. La culpa no la tiene el guión, que con su circularidad constante entregaba un mareo cargado de placer, sino que la responsabilidad se encuentra en las decisiones de puesta en escena. La forma que eligió Burton para mostrar el desenlace es básica y prefabricada. Es difícil castigar a un film sólo por su final cuando este no llega a arruinar todo lo enunciado con anterioridad, pero esos 15 minutos finales con el padre se sienten como una cachetada difícil de soportar.
Naza Chong.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12): ; Diego Curubeto (Ambito Financiero): 10; Fernando López (La Nación): 8; Pablo 0. Scholz (Clarín): 9. Metacritic: 56.
En dos semanas se estrenaron tres de las películas esperadas con mayor ansiedad: Perdidos en Tokio, El gran pez y Escuela de rock. A lo lejos se veían venir como obras maestras, pero sólo dos de ellas cumplieron con esa expectativa. El gran pez no llegó a esa altura, pero esto no significa que no haya logrado ser por momentos una película sumamente disfrutable. El film falla donde los otros dos estrenos encontraban sus mayores virtudes. Linklater no pretendía dejar enseñanzas en las relaciones padre-hijo, y si había alguien que tenía que entender algo, esos eran los padres (The Man). Sofia Coppola les permitió a sus personajes ser emocionales al brindarles un sutil marco de intimidad para que se expresen. El final de la película de Burton se opone al de los otros dos directores. Burton busca lágrimas a partir de la historia personal de cada espectador con su padre. El sintió la necesidad de contar la historia de un niño al que su padre hizo viejo, pero también dice que los hijos tienen que entender a los padres sin importar si son unos imbéciles. Lo peor es que lo hace a través de Billy Crudup y eternos primeros planos con sus ojos vidriosos, una de las herramientas del cine más rancio. Ahí es donde El gran pez se diferencia de las otras dos películas y deja un sabor agridulce. Hasta ese momento Burton había construido un relato brillante a partir de un personaje nefasto y se permite demostrar que un protagonista carismático no es necesario para hacer un film interesante. La multiplicidad en los puntos de vista de la narración funcionaba a la perfección y el hijo entregaba emociones genuinas en los momentos en que era su turno de narrar su historia y la de Ed. Sucede lo mismo con Helena Bonham Carter, que compone el personaje más triste de El gran pez. Cada una de las historias conseguía vida como unidad sin perder sentido al agruparse. Otra vez Burton lograba hacer una película personal, con sus marcas narrativas y visuales. Por fin parecía hacer un film a la altura de El joven manos de tijera y Ed Wood. El gran pez intenta llegar a la felicidad plena, pero cambia el rumbo pocos metros antes de llegar a esa meta. La culpa no la tiene el guión, que con su circularidad constante entregaba un mareo cargado de placer, sino que la responsabilidad se encuentra en las decisiones de puesta en escena. La forma que eligió Burton para mostrar el desenlace es básica y prefabricada. Es difícil castigar a un film sólo por su final cuando este no llega a arruinar todo lo enunciado con anterioridad, pero esos 15 minutos finales con el padre se sienten como una cachetada difícil de soportar.
Naza Chong.