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jueves, junio 10, 2004

Vientos de cambio 

El día después de mañana (The day after tomorrow, Estados Unidos, 2004). Dirigida por Roland Emmerich. Con Dennis Quaid , Jake Gyllenhaal, Ian Hola, Emma Rossum, Jay O. Sanders.
Ficha técnica.
ESTRENOS
Puntaje: 6.

La utopía gremlineana, la gran ciudad de Nueva York, es ahora una mortuoria versión de aquello de ¨blanca y radiante¨. Una Venecia urgente, obesa y bajo cero. Una metrópolis bañada bajo el agua y la nieve creadas por computadora. Es una imagen monótona, cuadrada, inquietante y fascinante que pertenece a El día después de mañana. Aquellos cuatro adjetivos se circunscriben al último opus del director Roland Emmerich, especializado en la catástrofe, ya sea como eje temático o debido al resultado final de sus films (Godzilla, Día de la independencia, El patriota).
NY es solo una de la ciudades caídas en cumplimento del deber (en el sentido económico) que la madre naturaleza se cobrará a sangre (y corriente) fría atentando contra la humanidad toda. O casi toda. Sólo el hemisferio norte será abatido por la catástrofe climatológíca. Aquel all american way que se recalcitraba en otros films de Emmerich, se convierte aquí en comic relief y desde ahí el presidente de América, en México y por Weather Channel (obvio) le dirá a los sobrevivientes: ¨ Vuelvan a casa ¨. Claro que aunque vestidas de seda ciertas ideas emmerichiannas quedan como el subrayado torpe de bondades adyacentes a la humanidad de primer nivel: las desdichas de una enfermera y un niño con cáncer y sin padres llamado Peter que lee Peter Pan.
Pero el hallazgo está en la pérdida de solemnidad; la grandilocuencia es consecuente en ciertas ocasiones, pero la película no agobia, no exorciza efectos especiales per se y no se empasta como sí lo hace la reciente Troya.
Para los dos protagonistas Dennis Quaid y Jake Gyllenhaal, que serán padre e hijo, es el fin del mundo como ellos lo conocen y se sienten bien. Es la aventura su elemento natural, son esos hombres que se buscan contra viento y marea los que servirán de andenes para la férrea simplificación narrativa (sólo se trata de vivir, esa es la historia) y mástiles que fijan al film frente a tanto maremoto y huracán. Una narración que se mueve sobre ruedas primitivas (padre que no se ocupaba lo suficiente de su crio). Aun así, ellos tientan los cercanos limites del género catástrofe. Son hombres que corren del frío, de los lobos, de la soledad, de su pasado. Sobreviven. Son hombres que saben que los tiempos (climáticos) están cambiando.
Juan Manuel Dominguez.

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