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sábado, septiembre 13, 2003

Encuentro al otro lado del río 

Sudeste (Argentina, 2003). Dirigida por Sergio Belloti. Con Javier Locatelli y Luis Ziembrowsky.
Ficha técnica
ESTRENO
Puntaje: 5. En los diarios: Diego Batlle (La Nación): 6; Luciano Monteagudo (Página/12): 7; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 4

Tesoro mío, el anterior film de Sergio Belloti, era una película interesante que no llegaba a ser del todo buena. Con Sudeste pasa básicamente lo mismo. Las intenciones están, pero a la película le falta vuelo. El film, adaptación libre de una novela de Haroldo Conti, es una película en dos partes claramente diferenciadas. La primera nos muestra a nuestro protagonista, un pescador en el Delta del Paraná, pescando, luego de haber arrojado al río el ataud de su padre muerto. Esta primera mitad recuerda bastante a La libertad, de Lisandro Alonso. Vemos al protagonista y su entorno, mostrado en grandes planos generales, y básicamente "no pasa nada". Lo vemos trabajar, nada más. Esta parte es la más lograda, la que logra generar un buen clima, y la que nos hace pensar que estamos frente a una buena película, aunque es verdad que la puesta en escena de Sudeste, si bien está bastante bien, no llega a ser lo imponente y hermosa que es en La libertad.
En su segunda mitad, el film pega un giro mediante la aparición del personaje interpretado por Luis Ziembrowsky -que, a decir verdad "compone" mucho más y resulta mucho menos fresco que el protagonista, Javier Locatelli-. Es aquí donde la película se empantana en serio, se hace mucho menos interesante. Se transforma en policial ("Un policial diferente", reza el trailer, la pregunta es: "diferente a qué") y pierde por goleada. Los planos se hacen más cercanos (hay uno, horrible, donde vemos a Ziembrowsy de cuerpo entero y yendo de cuerpo en el pasto, comparar esta escena con su equivalente en La libertad, donde esto está mostrado en un plano general largo) y la película pierde todo atisbo de belleza con la que venía amagando en su primera mitad. Al final, tal como ocurre con la película en sí, uno pierde el interés en el destino de los personajes. El último plano se parece bastante al ídem de La isla, la genial película del coreano Kim Ki-Duk, pero sin la poesía de esta última. Belloti es un tipo capaz de hacer hacer algo bueno. Lo bueno sería que pueda mantenerlo hasta el final de sus películas.
Juan Martínez.

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