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viernes, septiembre 12, 2003

Watchmen, desde el infierno 

La liga extraordinaria (The League of Extraordinary Genlemen, Estados Unidos, 2003) Dirigida por Stephen Norrington. Con Sean Connery, Richard Roxburgh y Shane West.
Ficha técnica
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): 4; Pablo 0. Scholz (Clarín): 4; Fernando López (La Nación): 4; Ambito Financiero: 4

André Bazin decía, palabras más o menos, que la mejor manera de trasladar una obra de arte a otro medio es traicionándola. Alan Moore, nombre digno de alabanza por parte de quien frecuentamos el mundo de cómic, se caracterizó siempre por elaborar magníficos trozos de arte gráfico, no sólo compuestos de una superlativa narración sino también recubiertos de varias subcapas de sentido (Watchmen es una reflexión sobre la decadencia, la vejez, la sociedad norteamericana). Su versión original del relato versa sobre la prehistoria de los superhéroes, sobre humanos fallados y sutilezas que ocultan siniestros.
La versión fílmica, dejando de lado baladíes comparaciones entre las artes, logra traicionar a la novela gráfica, pero no en el sentido baziniano; en vez de correr los riesgos inherentes a una criatura nueva, la esencia del cómic se reduce a los cánones vigentes en el manual del guionista. Ergo, la magia de cada nueva aparición de un héroe literario se transforma en didactismo innecesario para las jóvenes generaciones iletradas (para quienes Dorian Gray suena tan ajeno como Van Helsing o Moriarty); el esquematismo de la historia o la fastuosa exageración en la pronunciación – caricatura del carácter flemático inglés- dan lugar a diálogos pretenciosamente vacíos. Groseros errores de cast - ¿Shane West como Tom Sawyer?-, adheridos a insultantes lugares comunes (el padre que vio morir a su hijo, el superjefe devenido archivillano) desembocan en un agujero negro de ideas que apenas se detiene ante el precipicio.
Bastaría contrastar a esta pieza con otras adaptaciones comiqueras – el conflictuado Spider Man de Raimi, el politizado Hulk de Lee, el progresista X-Men de Singer- para notar que existe una traición positiva. Pero el señor Norrington no posee el talento de los anteriores y el señor Connery ha quemado todos sus fusiles, por lo que arriban a un producto trunco. Si hasta han plagiado al batimóvil en ese extenso vehículo blanco o han moldeado a Hyde a imagen y semejanza de Hulk...
El resto es cotillón desperdiciado. Gracias a Dios que está Richard Roxburgh, con su eterna sonrisa de Londres.
Guido Segal.

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