domingo, septiembre 14, 2003
Indiferencia
Valentín (Argentina/Holanda, 2002). Dirigida por Alejandro Agresti. Con Rodrigo Noya, Carmen Maura, Julieta Cardinali, Mex Urtizberea, Jean-Pierre Noher, Alejandro Agresti y Lorenzo Quinteros. Ficha técnica
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Horacio Bernades (Página/12): 7; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8; Adolfo C. Martínez (La Nación): 8
No hay nada más lindo y apasionante que escribir sobre películas que nos gustan. Igual de apasionante es hacerlo sobre aquellas otras que, pese a no gozar de nuestra aprobación, nos provocan algo. Películas que por alguna razón nos dan ganas de pelear contra ella y contra los argumentos de quienes las defienden. Pero desgraciadamente existe además otro tipo de películas: esas que tampoco nos gustan pero que solo nos generan indiferencia. Hablar o escribir sobre ellas nos aburre, no nos provoca ningún tipo de emoción. Ni amor ni odio, solo tedio y desinterés. A esta categoría pertenece Valentín, la última película de Alejandro Agresti, un director del que lo último que habríamos esperado era algo así. Recuerdo haber salido de ver Buenos Aires viceversa con una mezcla de sensaciones que hablaban de una película que por momentos me había parecido genial y que por otros me daba ganas de agarrarla a patadas. Esto provocó que a los dos días quisiera verla de nuevo. En cambio, Valentín me dejó tranquilo (aburrido) en mi butaca y al terminar la proyección me fui despacio y a las pocas cuadras ya la había olvidado y mis pensamientos disparaban para cualquier otro lado.
Tal vez pueda resultar molesto que esta crítica tenga este tono tan personal. Quizás debería explayarme más sobre por qué no me gustó. Entonces diría que a los diez minutos ya todo está dicho, que la música es lamentable (sí, ya entendimos que es una película de "tono emotivo"), que las líneas de la voz en off son patéticas (sí, ya entendimos que las cosas que puede decir un nene "son tiernas") y que está pésimamente iluminada (¡loco, no se ve nada!). Pero, no, no me voy a explayar sobre esto, no tengo ganas. No puedo pelearme con esta película sin intensidades y obvia como ese cine muerto de, por ejemplo, Juan Bautista Stagnaro y Eduardo Mignogna. Pero a diferencia de esos realizadores de poco vuelo, Agresti tiene otras películas más arriesgadas, más vivas. Por lo tanto, dejó de escribir en este momento y me voy a ver Buenos Aires viceversa, para pelearme y emocionarme por un rato.
Sebastián Nuñez.
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Horacio Bernades (Página/12): 7; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 8; Adolfo C. Martínez (La Nación): 8
No hay nada más lindo y apasionante que escribir sobre películas que nos gustan. Igual de apasionante es hacerlo sobre aquellas otras que, pese a no gozar de nuestra aprobación, nos provocan algo. Películas que por alguna razón nos dan ganas de pelear contra ella y contra los argumentos de quienes las defienden. Pero desgraciadamente existe además otro tipo de películas: esas que tampoco nos gustan pero que solo nos generan indiferencia. Hablar o escribir sobre ellas nos aburre, no nos provoca ningún tipo de emoción. Ni amor ni odio, solo tedio y desinterés. A esta categoría pertenece Valentín, la última película de Alejandro Agresti, un director del que lo último que habríamos esperado era algo así. Recuerdo haber salido de ver Buenos Aires viceversa con una mezcla de sensaciones que hablaban de una película que por momentos me había parecido genial y que por otros me daba ganas de agarrarla a patadas. Esto provocó que a los dos días quisiera verla de nuevo. En cambio, Valentín me dejó tranquilo (aburrido) en mi butaca y al terminar la proyección me fui despacio y a las pocas cuadras ya la había olvidado y mis pensamientos disparaban para cualquier otro lado.
Tal vez pueda resultar molesto que esta crítica tenga este tono tan personal. Quizás debería explayarme más sobre por qué no me gustó. Entonces diría que a los diez minutos ya todo está dicho, que la música es lamentable (sí, ya entendimos que es una película de "tono emotivo"), que las líneas de la voz en off son patéticas (sí, ya entendimos que las cosas que puede decir un nene "son tiernas") y que está pésimamente iluminada (¡loco, no se ve nada!). Pero, no, no me voy a explayar sobre esto, no tengo ganas. No puedo pelearme con esta película sin intensidades y obvia como ese cine muerto de, por ejemplo, Juan Bautista Stagnaro y Eduardo Mignogna. Pero a diferencia de esos realizadores de poco vuelo, Agresti tiene otras películas más arriesgadas, más vivas. Por lo tanto, dejó de escribir en este momento y me voy a ver Buenos Aires viceversa, para pelearme y emocionarme por un rato.
Sebastián Nuñez.