lunes, septiembre 22, 2003
La insoportable mediocridad de Ridley Scott
Los tramposos (Matchstitck Men. Estados Unidos, 2003). Dirigida por Ridley Scott. Con Nicolas Cage, Sam Rockwell , Alison Lohman, Bruce Altman y Bruce McGill. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Diego Batlle (La Nación): 8; Horacio Bernades (Página/12): 6; Ambito Financiero: 8.
Hace mucho, mucho tiempo que Ridley Scott dejó de ser un director de cine para convertirse en uno de los más insufribles y solemnes artesanos de Hollywood. Su incapacidad para dar vida a cualquier historia que llega a sus manos (desde la epopeya de un Gladiador hasta las andanzas del mismísimo "Hannibal" Lecter) vuelve a hacerse presente en Los tramposos, una comedia sobre estafadores que tenía potencial para ser un producto mucho más interesante. El personaje interpretado Nicolas Cage (uno de los estafadores) le tiene terror a los espacios abiertos y cada vez que se cruza con alguno, y no haya tomado la medicina, explota en un ataque de nervios. Esta característica del personaje, que en manos de Cage se transforma en una bienvenida exaltación de tics, tartamudeos y estallidos, hubiera servido para dotar a la película de un tono descontrolado que la hubiera transformado en una obra mucho más eficaz y divertida. Pero Scott no aprovecha las posibilidades de su personaje (este es un defecto característico de Scott) y en vez de permitir a Cage y su criatura llevar el peso de la película, decide apoyarse en recursos visuales (in)dignos de un principiante (otro de sus defectos típicos). Por ejemplo, cada vez que a Cage le agarra un ataque, recurre a un efecto de montaje para trasmitir la exasperación del personaje. La resolución es inútil, no transmite nada y sólo parece un ejercicio de estudiante. En vez de cortar en pedacitos una escena (y no quiero decir que esté mal cortar, sino que en este caso resulta inútil), ¿no hubiera sido mejor aprovechar las cualidades histriónicas del actor?; en lugar de que sean los cortes de montaje los que llamen la atención, ¿no hubiera sido mejor permitir a Cage, mediante una toma larga, transmitir sensaciones a través de sus fisicidad?. Scott creyó que no, y así quedó, mal parado con sus recursos mal utilizados y aburriendo con ellos. Este desacierto no es aislado, sino que es uno de los tantos que abundan en la película y puede tomarse como ejemplo para confirmar, por si hacía falta, que Ridley Scott es uno de los peores directores de la actualidad. Y que Los tramposos es otro de sus tantos despropósitos.
Sebastián Nuñez.
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Diego Lerer (Clarín): 6; Diego Batlle (La Nación): 8; Horacio Bernades (Página/12): 6; Ambito Financiero: 8.
Hace mucho, mucho tiempo que Ridley Scott dejó de ser un director de cine para convertirse en uno de los más insufribles y solemnes artesanos de Hollywood. Su incapacidad para dar vida a cualquier historia que llega a sus manos (desde la epopeya de un Gladiador hasta las andanzas del mismísimo "Hannibal" Lecter) vuelve a hacerse presente en Los tramposos, una comedia sobre estafadores que tenía potencial para ser un producto mucho más interesante. El personaje interpretado Nicolas Cage (uno de los estafadores) le tiene terror a los espacios abiertos y cada vez que se cruza con alguno, y no haya tomado la medicina, explota en un ataque de nervios. Esta característica del personaje, que en manos de Cage se transforma en una bienvenida exaltación de tics, tartamudeos y estallidos, hubiera servido para dotar a la película de un tono descontrolado que la hubiera transformado en una obra mucho más eficaz y divertida. Pero Scott no aprovecha las posibilidades de su personaje (este es un defecto característico de Scott) y en vez de permitir a Cage y su criatura llevar el peso de la película, decide apoyarse en recursos visuales (in)dignos de un principiante (otro de sus defectos típicos). Por ejemplo, cada vez que a Cage le agarra un ataque, recurre a un efecto de montaje para trasmitir la exasperación del personaje. La resolución es inútil, no transmite nada y sólo parece un ejercicio de estudiante. En vez de cortar en pedacitos una escena (y no quiero decir que esté mal cortar, sino que en este caso resulta inútil), ¿no hubiera sido mejor aprovechar las cualidades histriónicas del actor?; en lugar de que sean los cortes de montaje los que llamen la atención, ¿no hubiera sido mejor permitir a Cage, mediante una toma larga, transmitir sensaciones a través de sus fisicidad?. Scott creyó que no, y así quedó, mal parado con sus recursos mal utilizados y aburriendo con ellos. Este desacierto no es aislado, sino que es uno de los tantos que abundan en la película y puede tomarse como ejemplo para confirmar, por si hacía falta, que Ridley Scott es uno de los peores directores de la actualidad. Y que Los tramposos es otro de sus tantos despropósitos.
Sebastián Nuñez.