lunes, septiembre 15, 2003
Todo personal
La televisión y yo (notas en una libreta) (Argentina, 2002). Dirigida por Andrés Di Tella. Ficha técnica
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): - ; Diego Lerer (Clarín): - ; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6
Andrés Di Tella se da el lujo, en 75 minutos, de protagonizar un documental que hable de la televisión, de uno de sus pioneros en Argentina, de su familia, de la familia de Andrés, de Perón y Evita, del golpe de Onganía, del exilio, del imperio industrial Siam-Di Tella, de la radio, y que no se olvida del esteticismo visual, tan fácilmente dejado de lado por los documentalistas que sienten que sus temas están muy por encima del cine. En esa hora y cuarto de documental queda tiempo para momentos de comedia (a veces involuntaria) protagonizados por padre e hijo de Andrés.
Su mayor acierto es que por más que suene como uno de los proyectos más ambiciosos para un documental argentino, se trata de todo lo contrario. La sensación que queda luego de ver La televisión y yo es que Di Tella hizo la película por y para él, una película que necesitaba y que se debía, no tanto como realizador sino como persona. Por momentos la voz en off parece estar contando un cuento propio, de esos que a priori apasionan más al que habla que a quien escucha, tal vez porque el oyente suele ser ajeno al anecdotario personal del relator, pero que la pasión o convicción de quien narra logra ganar la atención plena de los escuchas. Hay que aclarar que los temas que toca La televisión y yo son también propios para cualquier espectador, sin necesidad de volver a enumerarlos, pero la profundización en ellos está signada por esa primera persona de este documental, que en términos narrativos los hace más de él que de cualquier otra persona. El tono melancólico que tiene el film, sobre todo a partir de la música de Axel Krygier, encuentra más justificación en esa necesidad de saldar una cuenta personal pendiente que en el formato típico de ascenso-caída que utiliza Di Tella para narrar su historia (la de su familia, la de su país y la de su familia análoga).
El comienzo del documental, marcado por las primeras memorias televisivas de Di Tella, puede hacer suponer que provocará el recuerdo de aquellos momentos televisivos de la infancia de cada espectador. Sin embargo la reacción fue más allá de recordar Burbujas, el fracaso de la selección del mundial del 82, la victoria de Raúl Alfonsín sobre Italo Luder (o el primer recuerdo televisivo del espectador o lector de turno), y permite sumergirse en una historia aún más personal y, quizás, más apasionante.
Naza Chong.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): - ; Diego Lerer (Clarín): - ; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6
Andrés Di Tella se da el lujo, en 75 minutos, de protagonizar un documental que hable de la televisión, de uno de sus pioneros en Argentina, de su familia, de la familia de Andrés, de Perón y Evita, del golpe de Onganía, del exilio, del imperio industrial Siam-Di Tella, de la radio, y que no se olvida del esteticismo visual, tan fácilmente dejado de lado por los documentalistas que sienten que sus temas están muy por encima del cine. En esa hora y cuarto de documental queda tiempo para momentos de comedia (a veces involuntaria) protagonizados por padre e hijo de Andrés.
Su mayor acierto es que por más que suene como uno de los proyectos más ambiciosos para un documental argentino, se trata de todo lo contrario. La sensación que queda luego de ver La televisión y yo es que Di Tella hizo la película por y para él, una película que necesitaba y que se debía, no tanto como realizador sino como persona. Por momentos la voz en off parece estar contando un cuento propio, de esos que a priori apasionan más al que habla que a quien escucha, tal vez porque el oyente suele ser ajeno al anecdotario personal del relator, pero que la pasión o convicción de quien narra logra ganar la atención plena de los escuchas. Hay que aclarar que los temas que toca La televisión y yo son también propios para cualquier espectador, sin necesidad de volver a enumerarlos, pero la profundización en ellos está signada por esa primera persona de este documental, que en términos narrativos los hace más de él que de cualquier otra persona. El tono melancólico que tiene el film, sobre todo a partir de la música de Axel Krygier, encuentra más justificación en esa necesidad de saldar una cuenta personal pendiente que en el formato típico de ascenso-caída que utiliza Di Tella para narrar su historia (la de su familia, la de su país y la de su familia análoga).
El comienzo del documental, marcado por las primeras memorias televisivas de Di Tella, puede hacer suponer que provocará el recuerdo de aquellos momentos televisivos de la infancia de cada espectador. Sin embargo la reacción fue más allá de recordar Burbujas, el fracaso de la selección del mundial del 82, la victoria de Raúl Alfonsín sobre Italo Luder (o el primer recuerdo televisivo del espectador o lector de turno), y permite sumergirse en una historia aún más personal y, quizás, más apasionante.
Naza Chong.