viernes, septiembre 26, 2003
Six feet under
Bailando en el cementerio (Plots with a View, Inglaterra, 2002) Dirigida por Nick Hurran. Con Brenda Blethyn, Alfred Molina, Lee Evans, Naomi Watts, Christopher Walken. Ficha técnica.
Puntaje: 2. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): -; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6; Ambito Financiero: 6.
Bailando el cementerio se propone un desplazamiento por el humor negro. Previo flashback que nos introduce en una vieja historia de amor contrariado, el elenco arranca en clave afectada (o alterada), registro que sostendrán, de manera estoica, durante todo el metraje. Brenda Blethyn y Alfred Molina, ella casada con un desagradable sujeto que la engaña con su secretaria, él dueño de una de las dos funerarias del pueblo, los dos enamorados desde hace treinta años, juegan a bailar como Ginger Rogers y Fred Astaire. Christopher Walken, con un exorbitante batido, es propietario de la otra funeraria, él es americano y por ello todo lo que hace es tan exagerado como su peinado. El tiempo de la película es insoportable, la historia se muestra uniformada con un burdo relato que procura ahondar en las relaciones amorosas de los protagonistas, vínculos tan torpes y comunes que no proporcionan ningún matiz ajeno al abyecto humor negro.
El tratamiento del humor en Bailando en el cementerio es anticinematográfico, de ahí el rechazo que produce ante la experiencia. Nick Hurran parece empecinado en retratar lo pintoresco, las verdes colinas que custodian al pueblo, los pocos habitantes que conocen vida y obra de sus vecinos, el folklore insular que limita y vuelve superficial el relato. En El cine según Hitchcock (Alianza Editorial, Madrid, 1984), Truffaut , a pedido del director inglés, desarrolló su idea acerca del humor inglés: "Uno puede preguntarse si existe una incompatibilidad entre la palabra cine y la palabra Inglaterra. Probablemente es excesivo, pero pienso en características nacionales que me parecen anticinematográficas, por ejemplo, la tranquila vida inglesa, la sálida rutina, el campo inglés e incluso el clima inglés. El famoso humor inglés, que ha originado tantas comedias de asesinatos encantadoras, impide a menudo la emoción real...". Las palabras de Truffaut dan cuenta de una problemítica aún no resuelta, Bailando en el cementerio es el cine que piensa Truffaut. La película de Nick Hurran parece de otro tiempo, su discurso añejo hastía y ahoga al espectador.
María Marta Sosa.
Puntaje: 2. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): -; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 6; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6; Ambito Financiero: 6.
Bailando el cementerio se propone un desplazamiento por el humor negro. Previo flashback que nos introduce en una vieja historia de amor contrariado, el elenco arranca en clave afectada (o alterada), registro que sostendrán, de manera estoica, durante todo el metraje. Brenda Blethyn y Alfred Molina, ella casada con un desagradable sujeto que la engaña con su secretaria, él dueño de una de las dos funerarias del pueblo, los dos enamorados desde hace treinta años, juegan a bailar como Ginger Rogers y Fred Astaire. Christopher Walken, con un exorbitante batido, es propietario de la otra funeraria, él es americano y por ello todo lo que hace es tan exagerado como su peinado. El tiempo de la película es insoportable, la historia se muestra uniformada con un burdo relato que procura ahondar en las relaciones amorosas de los protagonistas, vínculos tan torpes y comunes que no proporcionan ningún matiz ajeno al abyecto humor negro.
El tratamiento del humor en Bailando en el cementerio es anticinematográfico, de ahí el rechazo que produce ante la experiencia. Nick Hurran parece empecinado en retratar lo pintoresco, las verdes colinas que custodian al pueblo, los pocos habitantes que conocen vida y obra de sus vecinos, el folklore insular que limita y vuelve superficial el relato. En El cine según Hitchcock (Alianza Editorial, Madrid, 1984), Truffaut , a pedido del director inglés, desarrolló su idea acerca del humor inglés: "Uno puede preguntarse si existe una incompatibilidad entre la palabra cine y la palabra Inglaterra. Probablemente es excesivo, pero pienso en características nacionales que me parecen anticinematográficas, por ejemplo, la tranquila vida inglesa, la sálida rutina, el campo inglés e incluso el clima inglés. El famoso humor inglés, que ha originado tantas comedias de asesinatos encantadoras, impide a menudo la emoción real...". Las palabras de Truffaut dan cuenta de una problemítica aún no resuelta, Bailando en el cementerio es el cine que piensa Truffaut. La película de Nick Hurran parece de otro tiempo, su discurso añejo hastía y ahoga al espectador.
María Marta Sosa.