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miércoles, enero 28, 2004

Besos que matan 

Corazones abiertos (Elsker dig for evigt, Dinamarca, 2002). Dirigida por Susanne Bier. Con Sonja Richter, Nikolaj Lie Kaas, Mads Mikkelsen, Paprika Steen y Stine Bjerregaard.
Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 6

Después de un dulce y desprolijo beso (efecto del dogma), el muchacho de la pareja enamorada sale del auto para ser atropellado e inmovilizado de por vida. Ese es el puntapié inicial de este drama que poco a poco se transforma en una película de relaciones prohibidas. El lisiado, destrozado por su presente y futuro, hostiga a su novia y no la quiere ver. Ella busca apoyo y amor en un médico, que es el marido de la mujer que atropelló a su novio. Y así las relaciones se cruzan irremediablemente.
Más allá de lo experimental que parezca el dogma95 creando límites definidos a la libertad del cineasta, no resulta otra cosa que una gigantesca operación comercial para el cine dinamarqués y de países aledaños. La película, queriéndose alejar por momentos de todo esto, se desenvuelve en forma correcta y precisa. Pero hay algo que molesta mucho: una cámara que retrata imágenes granuladas, a veces haciendo primerísimos primeros planos, otras veces recreando fantasías de la novia del accidentado. Salvo en este ultimo recurso deja un sabor amargo que detiene la continuidad narrativa.
En esta especie de realismo dogmático fastidian, además, los agregados artificiales de tv movies como que la mujer del médico tenga accidentalmente crema de torta en la cara y él se la saque provocando una intimidad de cartón dentro de un clima tenso. Sin embargo, las acciones de pleno dramatismo con el dogma, en general, se agigantan.
La historia no resulta hipócrita, hay diálogos muy buenos y la relación de pareja infiel tiene una tez lacaniana que asombra. Todo fluye como un espiral en tres dimensiones que cae a la manera de la apertura de las viejas cornetas baratas de cotillón transformándose en un cono con un centro inexistente que ni vale la pena soplar, perdido en la incongruencia de una supuesta felicidad. La muerte parece estar a un costado, porque el accidentado se salva, nadie fallece, pero la muerte permanece ahí, vigilando constantemente, destinándoles a todos los personajes una soledad sin esperanza. La soledad del hombre en su tumba.
Leandro Rosenzveig.

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