miércoles, marzo 31, 2004
Top 5 y bottom 5 MDQ
Agustín Mango:
Top 5: 1- In my skin (gracias, Marina de Van). 2- Destino (Disney & Dalí). 3- Juliana Gattas de Miranda! cantando Crying en español (versión Mullholland Dr.). 4- El Abrazo Partido (Daniel Burman). 5- The Five Obstructions (Jörgen Leth con ayudita/tortura de Lars Von Trier).
Bottom 5: 1- Los 15 minutos que soporté de The Blue Butterfly. 2- Gone (Zoltan Paul). 3- La onda de mierda entre Adicta y el público (no se la merecían). 4- Intoxicarme y pasar un día queriendo estar muerto(sospecho de unos ñoquis demasiado económicos). 5- Free Radicals (mezcla de Altman con Todd Solondz).
Juan Manuel Dominguez:
Top 5: 1- In my skin (Marina De Van). 2- Last life in the universe (Pen-ek Ratanaruang). 3- Mortadelo y Filemon La gran Aventura (Javier Fesser). 4- Vai e vem (Joao Cesar Monteiro). 5- Destino (Corto de Dali y Disney).
Bottom 5: 1- Buena Vida Delivery (Leonardo Di Cesare). 2- Paloma de papel (Fabrizio Aguilar). 3- Lost Sailors (Claire Devers). 4- Haute Tension (Alexandre Aja). 5- Dead End (Jean-Baptiste Andrea , Fabrice Canepa).
Guido Segal:
Top 5: 1- American Splendor. 2- Tulse Luper Suitcases: The Moab Story. 3- The perfect human + The five obstructions. 4- Dealer. 5- Last life in the universe.
Bottom 5: 1- Carandirú. 2- Segui le ombre. 3- Gone. 4- Beautiful losers. 5- Twentynine palms.
Juan P. Martínez:
Top 5: 1- La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser). 2- Last Life in the Universe (Pen-ek Ratanaruang). 3- Um filme falado (Manoel de Oliveira). 4- Laurel Canyon (Lisa Cholodenko). 5- A British Picture (Ken Russell).
Bottom 5: 1- Buena vida Delivery (Leonardo Di Cesare). 2- Haute Tension (Alexandre Aja). 3- Carandiru (Héctor Babenco). 4- Segui le ombre (Lucio Gaudino). 5- Uzak (Nuri Bilge Ceylan).
Naza Chong:
Mejores: Los soñadores (Bernardo Bertolucci) - The Last Life in the Universe (Pan-Ek Ratanaruang) - In my Skin (Marina de Van) -The Perfect Human (Jørgen Leth) - Vai e Vem (João César Monteiro).
Bottom 5: 1- Twentynine Palms. 2- Hasta después de muerta. 3- I´ll See You in my Dreams. 4- Aileen: Life and Death of a Serial Killer. 5- Dead End.
Top 5: 1- In my skin (gracias, Marina de Van). 2- Destino (Disney & Dalí). 3- Juliana Gattas de Miranda! cantando Crying en español (versión Mullholland Dr.). 4- El Abrazo Partido (Daniel Burman). 5- The Five Obstructions (Jörgen Leth con ayudita/tortura de Lars Von Trier).
Bottom 5: 1- Los 15 minutos que soporté de The Blue Butterfly. 2- Gone (Zoltan Paul). 3- La onda de mierda entre Adicta y el público (no se la merecían). 4- Intoxicarme y pasar un día queriendo estar muerto(sospecho de unos ñoquis demasiado económicos). 5- Free Radicals (mezcla de Altman con Todd Solondz).
Juan Manuel Dominguez:
Top 5: 1- In my skin (Marina De Van). 2- Last life in the universe (Pen-ek Ratanaruang). 3- Mortadelo y Filemon La gran Aventura (Javier Fesser). 4- Vai e vem (Joao Cesar Monteiro). 5- Destino (Corto de Dali y Disney).
Bottom 5: 1- Buena Vida Delivery (Leonardo Di Cesare). 2- Paloma de papel (Fabrizio Aguilar). 3- Lost Sailors (Claire Devers). 4- Haute Tension (Alexandre Aja). 5- Dead End (Jean-Baptiste Andrea , Fabrice Canepa).
Guido Segal:
Top 5: 1- American Splendor. 2- Tulse Luper Suitcases: The Moab Story. 3- The perfect human + The five obstructions. 4- Dealer. 5- Last life in the universe.
Bottom 5: 1- Carandirú. 2- Segui le ombre. 3- Gone. 4- Beautiful losers. 5- Twentynine palms.
Juan P. Martínez:
Top 5: 1- La gran aventura de Mortadelo y Filemón (Javier Fesser). 2- Last Life in the Universe (Pen-ek Ratanaruang). 3- Um filme falado (Manoel de Oliveira). 4- Laurel Canyon (Lisa Cholodenko). 5- A British Picture (Ken Russell).
Bottom 5: 1- Buena vida Delivery (Leonardo Di Cesare). 2- Haute Tension (Alexandre Aja). 3- Carandiru (Héctor Babenco). 4- Segui le ombre (Lucio Gaudino). 5- Uzak (Nuri Bilge Ceylan).
Naza Chong:
Mejores: Los soñadores (Bernardo Bertolucci) - The Last Life in the Universe (Pan-Ek Ratanaruang) - In my Skin (Marina de Van) -The Perfect Human (Jørgen Leth) - Vai e Vem (João César Monteiro).
Bottom 5: 1- Twentynine Palms. 2- Hasta después de muerta. 3- I´ll See You in my Dreams. 4- Aileen: Life and Death of a Serial Killer. 5- Dead End.
lunes, marzo 29, 2004
El gusto por la crueldad
La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2003). Dirigida por Mel Gibson. Con Jim Caviezel, Monica Belucci y Maia Morgenstern. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 2. En los diarios: Marcelo Zapata (Ámbito Financiero): 6; Bartolomé de Vedia (La Nación): 8, Pablo O. Scholz (Clarín): 6 pero hay otra mirada por Diego Lerer; Horacio Bernades (Página/12). Metacritic: 43. Rottentomatoes: 50%
Antes de empezar cualquier polémica y de debatir sobre los aspectos religiosos, ideológicos o éticos de la Pasión de Cristo, hay que decir que se trata de una muy mala película. Nada importa que sea fiel a los Evangelios, una vez que Mel Gibson decidió hacer película esos textos (o una parte de ellos) lo único que interesa es el resultado estético de esa adaptación. Y el resultado es nulo. Si uno piensa en Corazón Valiente, en los maravillosos planos generales de esa película y en sus batallas filmadas con imaginación y pasión, resulta imposible creer que se trate del mismo director que ahora filmó La pasión de cristo, una película perezosa y monótona, llena de planos cortos cargados de actuaciones intensas (y falsas) y de ralentis excesivos que sólo sirven para estirar un relato sin rumbo. Pareciera que Gibson se tragó la biblia y la escupió así nomás, sin elaborarla, sin hacer una lectura de ella. Por eso todo parece estar resuelto desde un comienzo, todo está sobreentendido y no hace falta darle al personaje de Cristo algún tipo de dimensión dentro la película. Y esto lleva a lo que tal vez sea el origen del pésimo resultado conseguido por el director. Lo único que parece interesarle a Gibson es el sufrimiento físico. Por eso le dedica tanto a ese aspecto y tan poco a la construcción de un relato interesante. Mientras que los momentos en los que se ve a Jesús predicando los resuelve a través de flasbacks desganados filmados de compromiso, todas y cada una de las torturas físicas son retratadas con mucho cuidado en los detalles, con especial atención en las armas utilizadas, con un sádico regodeo en las heridas y resaltando el placer que los soldados romanos sienten al castigar a su víctima. Mismo placer que siente Gibson al ver sufrir a su personaje. Por eso en el final, en el momento de la resurrección, lo que más le importa es encuadrar de tal forma que se note el agujero de la mano de Jesús. Ese placer por la crueldad hace que La pasión de Cristo sea, además de mala, abyecta.
Sebastián Nuñez.
ESTRENO
Puntaje: 2. En los diarios: Marcelo Zapata (Ámbito Financiero): 6; Bartolomé de Vedia (La Nación): 8, Pablo O. Scholz (Clarín): 6 pero hay otra mirada por Diego Lerer; Horacio Bernades (Página/12). Metacritic: 43. Rottentomatoes: 50%
Antes de empezar cualquier polémica y de debatir sobre los aspectos religiosos, ideológicos o éticos de la Pasión de Cristo, hay que decir que se trata de una muy mala película. Nada importa que sea fiel a los Evangelios, una vez que Mel Gibson decidió hacer película esos textos (o una parte de ellos) lo único que interesa es el resultado estético de esa adaptación. Y el resultado es nulo. Si uno piensa en Corazón Valiente, en los maravillosos planos generales de esa película y en sus batallas filmadas con imaginación y pasión, resulta imposible creer que se trate del mismo director que ahora filmó La pasión de cristo, una película perezosa y monótona, llena de planos cortos cargados de actuaciones intensas (y falsas) y de ralentis excesivos que sólo sirven para estirar un relato sin rumbo. Pareciera que Gibson se tragó la biblia y la escupió así nomás, sin elaborarla, sin hacer una lectura de ella. Por eso todo parece estar resuelto desde un comienzo, todo está sobreentendido y no hace falta darle al personaje de Cristo algún tipo de dimensión dentro la película. Y esto lleva a lo que tal vez sea el origen del pésimo resultado conseguido por el director. Lo único que parece interesarle a Gibson es el sufrimiento físico. Por eso le dedica tanto a ese aspecto y tan poco a la construcción de un relato interesante. Mientras que los momentos en los que se ve a Jesús predicando los resuelve a través de flasbacks desganados filmados de compromiso, todas y cada una de las torturas físicas son retratadas con mucho cuidado en los detalles, con especial atención en las armas utilizadas, con un sádico regodeo en las heridas y resaltando el placer que los soldados romanos sienten al castigar a su víctima. Mismo placer que siente Gibson al ver sufrir a su personaje. Por eso en el final, en el momento de la resurrección, lo que más le importa es encuadrar de tal forma que se note el agujero de la mano de Jesús. Ese placer por la crueldad hace que La pasión de Cristo sea, además de mala, abyecta.
Sebastián Nuñez.
Fiat voluntas tua, sicut in populo et in cinema
La pasión de Cristo (The Passion of the Christ, 2003). Dirigida por Mel Gibson. Con Jim Caviezel, Monica Belucci y Maia Morgenstern. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Marcelo Zapata (Ámbito Financiero): 6; Bartolomé de Vedia (La Nación): 8, Pablo O. Scholz (Clarín): 6 pero hay otra mirada por Diego Lerer; Horacio Bernades (Página/12). Metacritic: 43. Rottentomatoes: 50%
No es novedad que la pintura italiana prerrenacentista se basa casi enteramente en temas religiosos. Antes de la concepción antropocentrista, el arte se valoraba más por su carácter evangelizador que por su estética; esto no implica que el cuidado por las formas esté ausente. De hecho, si estos cuadros y sus respectivos creadores persisten en los estudios contemporáneos, escasas veces se debe al tema pintado (establecido por la época) ya que es la manera de pintarlo lo innovador o distintivo. Si los nombres de el Giotto, Masaccio o Piero della Francesca son para nosotros nombres de peso, no es por pintar la Enunciación o la Crucificción, sino por sus trabajos con el volumen o con la composición.
Recién considerando este hecho podemos apreciar La Pasión de Cristo en su entera dimensión. En efecto, ¿hay alguien que no conozca el relato de la vida y muerte de Jesús de Nazareth? ¿Importa la historia si hasta el detalle más nimio es de público conocimiento? Mel Gibson se inscribe en la línea de los pintores italianos medievales y utiliza una historia ultraconocida para un trabajo formal descomunal. Es maravillosa la paleta tonal de la película, que oscila entre un color ocre/naranja, que da la sensación de lejanía pero a la vez realza el misticismo y lo exótico, y un tono azul apagado, que contagia la idea de desolación y desamparo. No es menos relevante el uso del latín y el arameo: generan una distancia revitalizadora con el relato, le dan vida a un pedazo de Historia.
Sin embargo, existe un mérito por sobre todos los otros en el film de Gibson y es que logra darle vida a una narración petrificada. Aun si podemos predecir qué pasará a continuación, las escenas fluyen con una potencia visual arrolladora. Hermosos planos cenitales, perturbadoras subjetivas del Jesús malherido, primeros planos de rostros sucios y lastimados, todo se fusiona admirablemente para reinventar un cuento conocido. La crucificción es un momento verdaderamente emocionante y ni el combo cámara lenta + canto gregoriano logran empañar esto.
Algunos dirán que Gibson es un maestro de catequésis, pero se vale de recursos plenamente cinematográficos (los flashbacks en base a la obra de Cristo están justificados dramáticamente) para construir una película fascinante. Cabría decir que si la cinefilia es una religión, odiar a esta película es sinónimo de herejía.
Guido Segal.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Marcelo Zapata (Ámbito Financiero): 6; Bartolomé de Vedia (La Nación): 8, Pablo O. Scholz (Clarín): 6 pero hay otra mirada por Diego Lerer; Horacio Bernades (Página/12). Metacritic: 43. Rottentomatoes: 50%
No es novedad que la pintura italiana prerrenacentista se basa casi enteramente en temas religiosos. Antes de la concepción antropocentrista, el arte se valoraba más por su carácter evangelizador que por su estética; esto no implica que el cuidado por las formas esté ausente. De hecho, si estos cuadros y sus respectivos creadores persisten en los estudios contemporáneos, escasas veces se debe al tema pintado (establecido por la época) ya que es la manera de pintarlo lo innovador o distintivo. Si los nombres de el Giotto, Masaccio o Piero della Francesca son para nosotros nombres de peso, no es por pintar la Enunciación o la Crucificción, sino por sus trabajos con el volumen o con la composición.
Recién considerando este hecho podemos apreciar La Pasión de Cristo en su entera dimensión. En efecto, ¿hay alguien que no conozca el relato de la vida y muerte de Jesús de Nazareth? ¿Importa la historia si hasta el detalle más nimio es de público conocimiento? Mel Gibson se inscribe en la línea de los pintores italianos medievales y utiliza una historia ultraconocida para un trabajo formal descomunal. Es maravillosa la paleta tonal de la película, que oscila entre un color ocre/naranja, que da la sensación de lejanía pero a la vez realza el misticismo y lo exótico, y un tono azul apagado, que contagia la idea de desolación y desamparo. No es menos relevante el uso del latín y el arameo: generan una distancia revitalizadora con el relato, le dan vida a un pedazo de Historia.
Sin embargo, existe un mérito por sobre todos los otros en el film de Gibson y es que logra darle vida a una narración petrificada. Aun si podemos predecir qué pasará a continuación, las escenas fluyen con una potencia visual arrolladora. Hermosos planos cenitales, perturbadoras subjetivas del Jesús malherido, primeros planos de rostros sucios y lastimados, todo se fusiona admirablemente para reinventar un cuento conocido. La crucificción es un momento verdaderamente emocionante y ni el combo cámara lenta + canto gregoriano logran empañar esto.
Algunos dirán que Gibson es un maestro de catequésis, pero se vale de recursos plenamente cinematográficos (los flashbacks en base a la obra de Cristo están justificados dramáticamente) para construir una película fascinante. Cabría decir que si la cinefilia es una religión, odiar a esta película es sinónimo de herejía.
Guido Segal.
viernes, marzo 26, 2004
Mar del Plata segura
La continuación de esto:
American Splendor (Shari Springer Berman y Robert Pulcini). Puntaje: 7. Una de las que más prometía a priori y que cumplió sin creces. La película es coherente no sólo con la estética comiquera en general sino también con el trabajo de Pekar. Tan coherente que en algún momento es inevitable pensar “ok, mete la vida real en el comic, hay que hacerlo en la película, se entendió, a otra cosa…” No es la única idea del film, pero es la que pide a gritos la atención todo el tiempo. Es cierto que en los primeros minutos funciona de maravilla y lo mismo sucede en las cumbres Pekar-Letterman. Paul Giamatti cumple y dignifica en un papel que tal vez lo saque de ese espacio reservado para gemas ocultas. Por momentos, James Urbaniak se parece más a Kyle MacLachlan que a Robert Crumb.
Afropunk: The ‘Rock n Roll Nigger’ Experience (James Spooner). Puntaje: 5. Demasiados temas e historias interesantes para un documental al que le falta trabajo de montaje. Puede pensarse como un documental para Mtv que la señal perversa rebotó ‘porque hay mucho negro’. Es menos cruel pensar en el DIY como única herramienta. Fundidos a negro que marcan la separación temática y dan lugar a una gran cantidad de personajes que introducen el nuevo tema repitiendo la misma frase. Funciona para estudiar las distintas etapas de la madurez de los punks: la evolución que se ve desde la principiante Mariko a la militante Tamar-Kali es abrumadora. Spooner cuenta su historia a través de 4 personajes y acierta al ponerlos a ellos por encima de todos (si quieren reconocer a los Fishbone, D.H. Peligro y demás etcéteras no esperen que aparezcan con el cartelito abajo). Una película que todo el tiempo busca ser discutida, porque esa es la manera de instalar un tema.
The Last Life in the Universe (Pan-Ek Ratanaruang). Puntaje: 10. La primera gran sorpresa del festival. Otra de las películas que son tan placenteras para ver como para escuchar. Un buen ladrillo para tirarle por la cabeza a quienes afirman que las comedias son siempre leves (casi nunca lo son). No para nunca: desde la sorpresa de su comienzo (el personaje central imaginando su suicidio en intentándolo varias veces sin resultados) a la avalancha de emociones del desenlace. Casi una suerte de Perdidos en Tailandia e incluso algún contrera podrá objetarle algún chiste en el mismo sentido que se le hizo a Sofia Coppola. Incluye un cameo desopilante de Takashi Miike. Dime con quien andas...
Une place parmi los vivants (Raoul Ruiz). Puntaje: 8. Noir que se ríe de los noirs y de las parodias de los noirs y… Con asesinatos que no dejan de ser divertidos, un tono azulado omnipresente y una insoportable música que parece remitir a las propagandas de algún magazine del cable. La narración fluye con tranquilidad y el grado de disparates tiene un increscendo en el que se termina pensando que es ridículo suicidarse sin una botella de vino y un cigarrillo en la mano. Una historia tan simple como absurda, y ese es precisamente uno de sus mayores atractivos (sin olvidar la destreza de Ruiz con la cámara).
I´ll See You in My Dreams (Miguel Angel Vivas). Puntaje: 2. Los problemas que se le pueden achacar a Farsa se encuentran aquí a la enésima potencia. Un maquillaje sin sutilezas parece ser la única idea del corto y tal vez también culpable para que este corto esté dando vueltas por festivales. Una historia de zombies idiotas (la historia y los zombies) plagada de flashbacks idems en las que se ven los traumas del personaje y de paso se explica de que va la historia.
Dead End (Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa). Puntaje: 3. Terror psicológico idiota (perdón la redundancia) que cumple con la cada vez más popular premisa “te asustás, pero la película es una mierda”. Golpes de efectos que funcionan y algún que otro chiste homofóbico divertido entre tanta actuación desastrosa y mogoliquismo explícitamente reiterado en las vueltas de tuerca. El plano que muestra el bosque es bonito, pero hace acordar al 'plano de los caballitos' de El Secdleto de la Tlompeta. Le gustó a Guido. A Agustín, también.
Beyond Re-animator (Brian Yuzna). Puntaje: 4. Una película Santiago Segura. Tan divertida como torpe y gastada. Narración renga e infinidad de ‘planos estelares’ (esos que llaman bien la atención). Se proyectó sin subtítulos. Algunas personas se fueron, pero era como irse de una película de Dario Argento por la falta de subtítulos. Se ve que todavía muchos, además del inglés tampoco entienden que historias y cine no son sinónimos.
Naza Chong.
continuará
American Splendor (Shari Springer Berman y Robert Pulcini). Puntaje: 7. Una de las que más prometía a priori y que cumplió sin creces. La película es coherente no sólo con la estética comiquera en general sino también con el trabajo de Pekar. Tan coherente que en algún momento es inevitable pensar “ok, mete la vida real en el comic, hay que hacerlo en la película, se entendió, a otra cosa…” No es la única idea del film, pero es la que pide a gritos la atención todo el tiempo. Es cierto que en los primeros minutos funciona de maravilla y lo mismo sucede en las cumbres Pekar-Letterman. Paul Giamatti cumple y dignifica en un papel que tal vez lo saque de ese espacio reservado para gemas ocultas. Por momentos, James Urbaniak se parece más a Kyle MacLachlan que a Robert Crumb.
Afropunk: The ‘Rock n Roll Nigger’ Experience (James Spooner). Puntaje: 5. Demasiados temas e historias interesantes para un documental al que le falta trabajo de montaje. Puede pensarse como un documental para Mtv que la señal perversa rebotó ‘porque hay mucho negro’. Es menos cruel pensar en el DIY como única herramienta. Fundidos a negro que marcan la separación temática y dan lugar a una gran cantidad de personajes que introducen el nuevo tema repitiendo la misma frase. Funciona para estudiar las distintas etapas de la madurez de los punks: la evolución que se ve desde la principiante Mariko a la militante Tamar-Kali es abrumadora. Spooner cuenta su historia a través de 4 personajes y acierta al ponerlos a ellos por encima de todos (si quieren reconocer a los Fishbone, D.H. Peligro y demás etcéteras no esperen que aparezcan con el cartelito abajo). Una película que todo el tiempo busca ser discutida, porque esa es la manera de instalar un tema.
The Last Life in the Universe (Pan-Ek Ratanaruang). Puntaje: 10. La primera gran sorpresa del festival. Otra de las películas que son tan placenteras para ver como para escuchar. Un buen ladrillo para tirarle por la cabeza a quienes afirman que las comedias son siempre leves (casi nunca lo son). No para nunca: desde la sorpresa de su comienzo (el personaje central imaginando su suicidio en intentándolo varias veces sin resultados) a la avalancha de emociones del desenlace. Casi una suerte de Perdidos en Tailandia e incluso algún contrera podrá objetarle algún chiste en el mismo sentido que se le hizo a Sofia Coppola. Incluye un cameo desopilante de Takashi Miike. Dime con quien andas...
Une place parmi los vivants (Raoul Ruiz). Puntaje: 8. Noir que se ríe de los noirs y de las parodias de los noirs y… Con asesinatos que no dejan de ser divertidos, un tono azulado omnipresente y una insoportable música que parece remitir a las propagandas de algún magazine del cable. La narración fluye con tranquilidad y el grado de disparates tiene un increscendo en el que se termina pensando que es ridículo suicidarse sin una botella de vino y un cigarrillo en la mano. Una historia tan simple como absurda, y ese es precisamente uno de sus mayores atractivos (sin olvidar la destreza de Ruiz con la cámara).
I´ll See You in My Dreams (Miguel Angel Vivas). Puntaje: 2. Los problemas que se le pueden achacar a Farsa se encuentran aquí a la enésima potencia. Un maquillaje sin sutilezas parece ser la única idea del corto y tal vez también culpable para que este corto esté dando vueltas por festivales. Una historia de zombies idiotas (la historia y los zombies) plagada de flashbacks idems en las que se ven los traumas del personaje y de paso se explica de que va la historia.
Dead End (Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa). Puntaje: 3. Terror psicológico idiota (perdón la redundancia) que cumple con la cada vez más popular premisa “te asustás, pero la película es una mierda”. Golpes de efectos que funcionan y algún que otro chiste homofóbico divertido entre tanta actuación desastrosa y mogoliquismo explícitamente reiterado en las vueltas de tuerca. El plano que muestra el bosque es bonito, pero hace acordar al 'plano de los caballitos' de El Secdleto de la Tlompeta. Le gustó a Guido. A Agustín, también.
Beyond Re-animator (Brian Yuzna). Puntaje: 4. Una película Santiago Segura. Tan divertida como torpe y gastada. Narración renga e infinidad de ‘planos estelares’ (esos que llaman bien la atención). Se proyectó sin subtítulos. Algunas personas se fueron, pero era como irse de una película de Dario Argento por la falta de subtítulos. Se ve que todavía muchos, además del inglés tampoco entienden que historias y cine no son sinónimos.
Naza Chong.
continuará
Shock de la cárcel
Carandiru (Brasil, 2003). Dirigida por Héctor Babenco. Con Luiz Carlos Vasconcelos, Milhem Cortaz, Aida Leiner y Rodrigo Santoro. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 1
Estamos aquí ante un nuevo despropósito en envase de docudrama perpetrado por Babenco. Film carcelario basado en hechos reales, sobre la vida de los internos de la cárcel del título, la historia está vista desde los ojos de un médico de la cárcel, Dráuzio Varella, autor de la novela en la que se basa y cuya voz en off va y viene cuando a Babenco le conviene. Durante los primeros tres cuartos de esta innecesaria y soporíferamente larga película, uno puede apreciar un relato completamente banal y superficial, con personajes carentes de interés –no por mérito propio sino debido a la chatura con la que fueron trazados por Babenco- y un humor rayano en la homofobia –algo raro viniendo de alguien que alguna vez adaptó a Puig-, que rara vez escapa del formato telefilm.
Hasta aquí un bodrio más. Pero lo más indignante de la película se sucede en su desenlace, donde se arma un motín y la policía perpetra una sangrienta masacre. Es en este momento donde Babenco abandona la chatura visual –más allá de algún que otro juego de luces para lograr formas de cruces y otras bobadas por el estilo- y comienza la pesadilla. Mientras se suceden las sangrientas muertes, Babenco las estetiza de modo canallesco, se regodea todo el tiempo con la sangre y así justifica de punta a punta aquel famoso ensayo de Serge Daney sobre el travelling de Kapó. El plano que ilustra el afiche del film, con una imagen visualmente “linda” de los internos desnudos esperando ser asesinados es un monumento a la abyección, y el momento en el que corre un río de sangre que remite a –bah, está robado de- El resplandor de Kubrick es simplemente inadmisible. Es así como Carandiru termina pasando de ser una mala película a ser un film muy peligroso. A Babenco debería darle vergüenza.
Juan P. Martínez.
ESTRENO
Puntaje: 1
Estamos aquí ante un nuevo despropósito en envase de docudrama perpetrado por Babenco. Film carcelario basado en hechos reales, sobre la vida de los internos de la cárcel del título, la historia está vista desde los ojos de un médico de la cárcel, Dráuzio Varella, autor de la novela en la que se basa y cuya voz en off va y viene cuando a Babenco le conviene. Durante los primeros tres cuartos de esta innecesaria y soporíferamente larga película, uno puede apreciar un relato completamente banal y superficial, con personajes carentes de interés –no por mérito propio sino debido a la chatura con la que fueron trazados por Babenco- y un humor rayano en la homofobia –algo raro viniendo de alguien que alguna vez adaptó a Puig-, que rara vez escapa del formato telefilm.
Hasta aquí un bodrio más. Pero lo más indignante de la película se sucede en su desenlace, donde se arma un motín y la policía perpetra una sangrienta masacre. Es en este momento donde Babenco abandona la chatura visual –más allá de algún que otro juego de luces para lograr formas de cruces y otras bobadas por el estilo- y comienza la pesadilla. Mientras se suceden las sangrientas muertes, Babenco las estetiza de modo canallesco, se regodea todo el tiempo con la sangre y así justifica de punta a punta aquel famoso ensayo de Serge Daney sobre el travelling de Kapó. El plano que ilustra el afiche del film, con una imagen visualmente “linda” de los internos desnudos esperando ser asesinados es un monumento a la abyección, y el momento en el que corre un río de sangre que remite a –bah, está robado de- El resplandor de Kubrick es simplemente inadmisible. Es así como Carandiru termina pasando de ser una mala película a ser un film muy peligroso. A Babenco debería darle vergüenza.
Juan P. Martínez.
jueves, marzo 25, 2004
Mar del Plata quemada
Por orden de visión:
The Tesseract (Oxide Pang). Puntaje: 4. Otra vez el viejo truco de repetir varias veces el mismo suceso desde distintos puntos de vista. La película tiene una mezcla clipera-publicitaria en el sentido utilizado por la crítica más rancia: banda sonora que son sólo canciones (mal) pegadas y esa suerte de post montaje que se popularizó mundialmente con las últimas entregas de Matrix (jueguitos entre imagen y sonido, cambios de velocidades y secuencias con planos de corta duración). Un momento visual interesante (una cogida que no se entiende muy bien y por momentos se filma con la cámara dada vuelta) dentro de una infinidad abrumadora de ‘cámaras imposibles’ y dos chistes buenos (uno, sobre un inventado Durion Pudin, muy bueno en realidad) dentro de una película publicitariamente sensiblera. Llama la atención que el catálogo del festival no mencionaba que la película estaba basada en una novela de Alex Garland, pero es entendible cuando se nota que la adaptación es muy mala. Muchísimo menos que la inflada The Eye que se exhibió en el MDQ anterior.
Hasta después de muerta (Parravicini, Gunche, De la Pera). Puntaje: 2. De los responsables de Nobleza Gaucha llega este intento silencioso de cruza entre comedia y melo. Chistes que atrasan casi un siglo (plop!) y que buscan el humor en todos los lugares equivocados (siempre fue pelotudo asumir que la gorda no coge aunque quiere y burlarse de eso) y pasiones contenidas al no permitirse jamás la cursilería. Lo peor es que parece un libro (mal escrito) con alguna imagen: los intertítulos son eternos y vuelve redundante a lo visual. El trío Kabusacki-Mango-Samalea sigue funcionando para musicalizar películas mudas e intenta levantar bodrios como este. Lo más interesante fue la introducción de Fernando Martín Peña y Pino Solanas sobre la importancia de la recuperación de los clásicos del cine nacional y el trabajo de APROCINAIN. Salvador Samaritano es muy simpático, pero ya está medio gagá.
Los soñadores (Bernardo Bertolucci). Puntaje: 10. Homenajes para todos lados, de los obvios (aunque en ese ’68 francés no eran tan obvios como ahora) y los no tanto. Una película completamente emotiva (¿puede no serlo una película en la que se vea a Jean-Pierre Léaud?) en la que cada imagen o sonido evoca al lugar en el que muchos se sienten más cómodos: una sala de cine. Una película especial para quienes disfrutan de la primera fila de una sala y para ser vista desde ahí (gracias jubilados agota entradas de mdq). En la película se cita a Godard diciendo que Nicholas Ray es cine, sin saber bien si eso es bueno o malo. De Bertolucci se puede decir lo mismo. Filma como nadie cada plano, sonido, movimiento, personaje (comparen como se ve Liv Tyler en Belleza Robada y como en Eso que tú haces o, para ser más crueles, en Armageddon). Cuando una película se ve así, no hay puntos bajos.
Farsa Reel 1. Puntaje promedio: 5. Los chicos de Farsa tienen ideas y se notan sus buenas intenciones. Pero adolecen el problema de la mayoría de los freaks: falta de discernimiento. Al ¿corto? de Mirtho, que dura casi una hora, le sobran 40 minutos. Se entiende, porque se siente imposible poder cortar a Santiago Segura, Jason Patric o Alex De la Iglesia. Pero es necesario. El avance del cuarto film de Farsa parece estar a mitad de camino. Se percibe la sensación de que le va a sobrar algo. Una lástima. El corto del último minuto de vida es un gran chiste, pero es de esos que tienen gracia sólo en una primera mirada. No hay que dejar de reconocerles una gran virtud: hicieron soportable a Damián Dreyzek a través de Panza. Ese es el corto más logrado de la proyección y decae sólo con el remate final, pero no adolece jamás de los tan comunes problemas narrativos. Además, ahí lograron algo impensable: las actuaciones son todas estupendas, toda una rareza genérica.
Dealer (Benedect Fliegauf). Puntaje: 8. Directo desde Hungría llega esta rareza, a la que la descripción del film la emparienta con otra rareza húngara: Sátántangó de Béla Tarr. En los escasos 160 minutos (si es que se los compara con los 450 de Tarr) la cámara suele tomarse unos diez minutos para completar un plano de 360° alrededor del personaje que esté hablando sin parar. Se nota mucho el trabajo que se hizo tanto sobre los colores del film como en todo el aspecto sonoro. Con varios momentos ideológicamente reprochables, pero si bien la ironía de usar una cama solar como cajón no tiene un grado de sofisticación interesante, es innegable que Fliegauf se las arregla para que se vea bien. A nadie le interesa (y está bien que así suceda), pero la película se llevó un par de premios.
Naza Chong.
continuará
The Tesseract (Oxide Pang). Puntaje: 4. Otra vez el viejo truco de repetir varias veces el mismo suceso desde distintos puntos de vista. La película tiene una mezcla clipera-publicitaria en el sentido utilizado por la crítica más rancia: banda sonora que son sólo canciones (mal) pegadas y esa suerte de post montaje que se popularizó mundialmente con las últimas entregas de Matrix (jueguitos entre imagen y sonido, cambios de velocidades y secuencias con planos de corta duración). Un momento visual interesante (una cogida que no se entiende muy bien y por momentos se filma con la cámara dada vuelta) dentro de una infinidad abrumadora de ‘cámaras imposibles’ y dos chistes buenos (uno, sobre un inventado Durion Pudin, muy bueno en realidad) dentro de una película publicitariamente sensiblera. Llama la atención que el catálogo del festival no mencionaba que la película estaba basada en una novela de Alex Garland, pero es entendible cuando se nota que la adaptación es muy mala. Muchísimo menos que la inflada The Eye que se exhibió en el MDQ anterior.
Hasta después de muerta (Parravicini, Gunche, De la Pera). Puntaje: 2. De los responsables de Nobleza Gaucha llega este intento silencioso de cruza entre comedia y melo. Chistes que atrasan casi un siglo (plop!) y que buscan el humor en todos los lugares equivocados (siempre fue pelotudo asumir que la gorda no coge aunque quiere y burlarse de eso) y pasiones contenidas al no permitirse jamás la cursilería. Lo peor es que parece un libro (mal escrito) con alguna imagen: los intertítulos son eternos y vuelve redundante a lo visual. El trío Kabusacki-Mango-Samalea sigue funcionando para musicalizar películas mudas e intenta levantar bodrios como este. Lo más interesante fue la introducción de Fernando Martín Peña y Pino Solanas sobre la importancia de la recuperación de los clásicos del cine nacional y el trabajo de APROCINAIN. Salvador Samaritano es muy simpático, pero ya está medio gagá.
Los soñadores (Bernardo Bertolucci). Puntaje: 10. Homenajes para todos lados, de los obvios (aunque en ese ’68 francés no eran tan obvios como ahora) y los no tanto. Una película completamente emotiva (¿puede no serlo una película en la que se vea a Jean-Pierre Léaud?) en la que cada imagen o sonido evoca al lugar en el que muchos se sienten más cómodos: una sala de cine. Una película especial para quienes disfrutan de la primera fila de una sala y para ser vista desde ahí (gracias jubilados agota entradas de mdq). En la película se cita a Godard diciendo que Nicholas Ray es cine, sin saber bien si eso es bueno o malo. De Bertolucci se puede decir lo mismo. Filma como nadie cada plano, sonido, movimiento, personaje (comparen como se ve Liv Tyler en Belleza Robada y como en Eso que tú haces o, para ser más crueles, en Armageddon). Cuando una película se ve así, no hay puntos bajos.
Farsa Reel 1. Puntaje promedio: 5. Los chicos de Farsa tienen ideas y se notan sus buenas intenciones. Pero adolecen el problema de la mayoría de los freaks: falta de discernimiento. Al ¿corto? de Mirtho, que dura casi una hora, le sobran 40 minutos. Se entiende, porque se siente imposible poder cortar a Santiago Segura, Jason Patric o Alex De la Iglesia. Pero es necesario. El avance del cuarto film de Farsa parece estar a mitad de camino. Se percibe la sensación de que le va a sobrar algo. Una lástima. El corto del último minuto de vida es un gran chiste, pero es de esos que tienen gracia sólo en una primera mirada. No hay que dejar de reconocerles una gran virtud: hicieron soportable a Damián Dreyzek a través de Panza. Ese es el corto más logrado de la proyección y decae sólo con el remate final, pero no adolece jamás de los tan comunes problemas narrativos. Además, ahí lograron algo impensable: las actuaciones son todas estupendas, toda una rareza genérica.
Dealer (Benedect Fliegauf). Puntaje: 8. Directo desde Hungría llega esta rareza, a la que la descripción del film la emparienta con otra rareza húngara: Sátántangó de Béla Tarr. En los escasos 160 minutos (si es que se los compara con los 450 de Tarr) la cámara suele tomarse unos diez minutos para completar un plano de 360° alrededor del personaje que esté hablando sin parar. Se nota mucho el trabajo que se hizo tanto sobre los colores del film como en todo el aspecto sonoro. Con varios momentos ideológicamente reprochables, pero si bien la ironía de usar una cama solar como cajón no tiene un grado de sofisticación interesante, es innegable que Fliegauf se las arregla para que se vea bien. A nadie le interesa (y está bien que así suceda), pero la película se llevó un par de premios.
Naza Chong.
continuará
Amor ciego
Mi novia Polly (Along Came Polly, EE. UU. 2004). Dirigida por John Hamburg. Con Ben Stiller, Jennifer Aniston, Philip Seymour Hoffman, Debra Messing y Alec Baldwin. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8.
No todos tenemos la idea de alcanzar cierta edad, enamorarnos y acto seguido casarnos. El ideal de familia perfecta (y su construcción), tipo juego de encastre, no tiene emoción. Mi novia Polly presenta la alternativa cabal: la unión de dos personas opuestas que apuestan a una pareja informal. Las formas que esta pareja desafía, son aquellas que imponen, que obligan y otorgan derechos, es decir, cuestiones que reglamentan el amor. La opción del matrimonio no tiene nada de malo, lo nefasto es considerarlo condición. No existe un sistema que determine el cariño, así que nadie ama más o menos, si no se adscribe a una libreta.
La narración de John Hamburg interpela los formalismos (en La familia de mi novia había dado cuenta del rechazo al discurso conservador, representado en la figura del padre de la novia, que interpreta De Niro) y juega dentro de un universo rocambolesco donde conviven estadísticas insólitas -Reuben Feffer (Stiller) calcula de manera exhaustiva probabilidades de riesgo para una empresa aseguradora, y además traslada su oficio a la vida, ya que evalúa desde las enfermedades que se pueden adquirir comiendo un snack de un bar hasta el éxito de sus parejas-; citas indigestas en lugares étnicos; un hurón italiano ciego, mascota de Polly; aprendizajes amorosos. Así como Reuben se esfuerza para conseguir “el ritmo” de la salsa, hace lo imposible para superar la inestabilidad que le provoca la indecisión de Polly (ella desestima las posibilidades de formalizar cualquier tipo de opción desde lo laboral hasta lo afectivo) y cambiar los hábitos/normas que regulan su cotidianeidad; memorables charlas con el jefe (inmejorable Baldwin) y el mejor amigo de Reuben (un vanidoso actor en decadencia interpretado por Seymour Hoffman); más deliciosos momentos junto al huracán Polly.
El cine partidario de la innovación merece nuestra exaltación. Entre tanto discurso conservador he aquí la mirada cinematográfica necesaria y desestabilizante.
María Marta Sosa.
ESTRENO
Puntaje: 8.
No todos tenemos la idea de alcanzar cierta edad, enamorarnos y acto seguido casarnos. El ideal de familia perfecta (y su construcción), tipo juego de encastre, no tiene emoción. Mi novia Polly presenta la alternativa cabal: la unión de dos personas opuestas que apuestan a una pareja informal. Las formas que esta pareja desafía, son aquellas que imponen, que obligan y otorgan derechos, es decir, cuestiones que reglamentan el amor. La opción del matrimonio no tiene nada de malo, lo nefasto es considerarlo condición. No existe un sistema que determine el cariño, así que nadie ama más o menos, si no se adscribe a una libreta.
La narración de John Hamburg interpela los formalismos (en La familia de mi novia había dado cuenta del rechazo al discurso conservador, representado en la figura del padre de la novia, que interpreta De Niro) y juega dentro de un universo rocambolesco donde conviven estadísticas insólitas -Reuben Feffer (Stiller) calcula de manera exhaustiva probabilidades de riesgo para una empresa aseguradora, y además traslada su oficio a la vida, ya que evalúa desde las enfermedades que se pueden adquirir comiendo un snack de un bar hasta el éxito de sus parejas-; citas indigestas en lugares étnicos; un hurón italiano ciego, mascota de Polly; aprendizajes amorosos. Así como Reuben se esfuerza para conseguir “el ritmo” de la salsa, hace lo imposible para superar la inestabilidad que le provoca la indecisión de Polly (ella desestima las posibilidades de formalizar cualquier tipo de opción desde lo laboral hasta lo afectivo) y cambiar los hábitos/normas que regulan su cotidianeidad; memorables charlas con el jefe (inmejorable Baldwin) y el mejor amigo de Reuben (un vanidoso actor en decadencia interpretado por Seymour Hoffman); más deliciosos momentos junto al huracán Polly.
El cine partidario de la innovación merece nuestra exaltación. Entre tanto discurso conservador he aquí la mirada cinematográfica necesaria y desestabilizante.
María Marta Sosa.
miércoles, marzo 24, 2004
Cartón Network
El tren blanco (Argentina, 2003). Dirigida por Nahuel García, Sheila Pérez Giménez y Ramiro García. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 1
Es difícil de explicar lo abominable que es este documental (ejercicio escolar, más bien) que requirió de 3 (tres) directores. Todo en El tren blanco es tan banal, tan precario, tan poco cinematográfico, tan perezoso, que uno termina preguntándose por qué maldita razón una película como esta termina estrenándose –y lo que es peor, con críticas favorables de los medios más importantes (léase más leidos) y el apoyo incondicional de gente como Pino Solanas-. Me dirán que es por “el tema que trata”, pero todos sabemos que las películas no trascienden sólo por “su tema”. ¿Se puede saber dónde diablos quedó el cine?
El tren blanco es un film tremendamente perezoso. A cada uno de los cartoneros que la protagonizan les hicieron exactamente las mismas preguntas, y estas son de una llamativa estupidez. Lo único que nos queda claro luego de ver la película es que el ser cartonero es un trabajo. De qué es lo que se hace con el cartón, de hacia dónde va el dichoso tren, ni noticias. Las imágenes de archivo de diciembre de 2001 están sacadas de TN y de otros canales y programas de facilísimo acceso. La selección de la música parece haber sido hecha al tun tun por alguno de los realizadores antes de salir para la isla de edición. Pero lo que más molesta en la película son las puestas de cámara, que pecan de un inusitado sensacionalismo. Sin exagerar, y aunque suene ridículo, los cartoneros con pocos dientes son mostrados en primerísimos primeros planos, con especial cuidado en que su falta de dientes se evidencie más aún al estar en el punto más fuerte de la imagen –cosa que, dicho sea de paso, es una de las primeras cosas que se aprende en el primer mes del primer cuatrimestre de Dirección I en las escuelas de cine, las únicas clases a las que parecen haber asistido sus realizadores-. Y hay un momento en que un cartonero dice que “vino TN, la CMM…”, y los realizadores, en su afán amarillista de demostrar la ignorancia –que en realidad no es más que desconocimiento, obviamente comprensible, pero no para los directores- de sus protagonistas dejan la escena así y no lo corrigen. Hay también planos de gente de clase media “mirando mal” a los cartoneros, entre otras banalidades como planos cenitales luego de que los personajes hablan de “Dios” y un cartel al comienzo que nos quiere hacer creer que los cartoneros surgieron pura y exclusivamente gracias a De La Rúa, sin hacer mención en ningún momento de cierto riojano, y luego de decir que la del 2001 fue “la peor crisis de la Historia Argentina” cuando en realidad ese año parece marcar la fecha de nacimiento de estos tres directores, lo único que podría explicar su absoluta ignorancia.
Juan P. Martínez.
ESTRENO
Puntaje: 1
Es difícil de explicar lo abominable que es este documental (ejercicio escolar, más bien) que requirió de 3 (tres) directores. Todo en El tren blanco es tan banal, tan precario, tan poco cinematográfico, tan perezoso, que uno termina preguntándose por qué maldita razón una película como esta termina estrenándose –y lo que es peor, con críticas favorables de los medios más importantes (léase más leidos) y el apoyo incondicional de gente como Pino Solanas-. Me dirán que es por “el tema que trata”, pero todos sabemos que las películas no trascienden sólo por “su tema”. ¿Se puede saber dónde diablos quedó el cine?
El tren blanco es un film tremendamente perezoso. A cada uno de los cartoneros que la protagonizan les hicieron exactamente las mismas preguntas, y estas son de una llamativa estupidez. Lo único que nos queda claro luego de ver la película es que el ser cartonero es un trabajo. De qué es lo que se hace con el cartón, de hacia dónde va el dichoso tren, ni noticias. Las imágenes de archivo de diciembre de 2001 están sacadas de TN y de otros canales y programas de facilísimo acceso. La selección de la música parece haber sido hecha al tun tun por alguno de los realizadores antes de salir para la isla de edición. Pero lo que más molesta en la película son las puestas de cámara, que pecan de un inusitado sensacionalismo. Sin exagerar, y aunque suene ridículo, los cartoneros con pocos dientes son mostrados en primerísimos primeros planos, con especial cuidado en que su falta de dientes se evidencie más aún al estar en el punto más fuerte de la imagen –cosa que, dicho sea de paso, es una de las primeras cosas que se aprende en el primer mes del primer cuatrimestre de Dirección I en las escuelas de cine, las únicas clases a las que parecen haber asistido sus realizadores-. Y hay un momento en que un cartonero dice que “vino TN, la CMM…”, y los realizadores, en su afán amarillista de demostrar la ignorancia –que en realidad no es más que desconocimiento, obviamente comprensible, pero no para los directores- de sus protagonistas dejan la escena así y no lo corrigen. Hay también planos de gente de clase media “mirando mal” a los cartoneros, entre otras banalidades como planos cenitales luego de que los personajes hablan de “Dios” y un cartel al comienzo que nos quiere hacer creer que los cartoneros surgieron pura y exclusivamente gracias a De La Rúa, sin hacer mención en ningún momento de cierto riojano, y luego de decir que la del 2001 fue “la peor crisis de la Historia Argentina” cuando en realidad ese año parece marcar la fecha de nacimiento de estos tres directores, lo único que podría explicar su absoluta ignorancia.
Juan P. Martínez.
martes, marzo 23, 2004
Los años de la vergüenza
Memoria del saqueo (Argentina, 2003). Dirigida por Fernando E. Solanas. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Luciano Monteagudo (Página/12): 8 ; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 2; Hugo Caligaris (La Nación): 4; Pablo 0. Scholz (Clarín): 6.
Después de muchos años, mucha agua bajo el puente, y muchas polémicas alrededor de los últimos documentales argentinos se estrenó Memoria del saqueo. Este film-manifiesto de Pino Solanas presenta mediante imágenes de archivo, filmaciones actuales, entrevistas, un relato en off y muchos planos de texto, gran parte de la línea de lamentables acontecimientos político-sociales de los últimos 20 años en la Argentina, que culminaron (por decirlo de alguna manera) con los sangrientos hechos de diciembre de 2001. Solanas elige esta fecha como punto de partida para una retrospectiva separada en capítulos que abarcarán temas como la deuda externa, la corrupción estructural, el pizza con champán, la indiferencia y la ineficiencia gubernamentales y la miseria en nuestro país. Casi nada. Afortunadamente, no está ausente de este documental la toma de posición concreta frente a todos los crímenes cometidos, tanto por acción como por omisión, por muchos de los responsables de las instituciones de gobierno nacionales. Aunque sí está ausente, y tal vez sea la única falencia que se le pueda achacar a este documental apasionado y apasionante, la mención a la responsabilidad del pueblo argentino que refrendó con su apoyo electoral la continuidad del Menemato en las elecciones de 1995. Memoria... es casi un documental de combate y rememora con algunas de las formas en las que se expresa, aquellos documentales de los últimos sesentas y primeros setentas (al estilo de La hora de los hornos o el Cine de la Base). Lamentablemente, varias décadas después, volvemos a sentir vergüenza de nuestro pasado, pero también a reconocernos actores de nuestros propios futuros.
Fabiana Ferraz.
ESTRENO
Puntaje: 8. En los diarios: Luciano Monteagudo (Página/12): 8 ; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 2; Hugo Caligaris (La Nación): 4; Pablo 0. Scholz (Clarín): 6.
Después de muchos años, mucha agua bajo el puente, y muchas polémicas alrededor de los últimos documentales argentinos se estrenó Memoria del saqueo. Este film-manifiesto de Pino Solanas presenta mediante imágenes de archivo, filmaciones actuales, entrevistas, un relato en off y muchos planos de texto, gran parte de la línea de lamentables acontecimientos político-sociales de los últimos 20 años en la Argentina, que culminaron (por decirlo de alguna manera) con los sangrientos hechos de diciembre de 2001. Solanas elige esta fecha como punto de partida para una retrospectiva separada en capítulos que abarcarán temas como la deuda externa, la corrupción estructural, el pizza con champán, la indiferencia y la ineficiencia gubernamentales y la miseria en nuestro país. Casi nada. Afortunadamente, no está ausente de este documental la toma de posición concreta frente a todos los crímenes cometidos, tanto por acción como por omisión, por muchos de los responsables de las instituciones de gobierno nacionales. Aunque sí está ausente, y tal vez sea la única falencia que se le pueda achacar a este documental apasionado y apasionante, la mención a la responsabilidad del pueblo argentino que refrendó con su apoyo electoral la continuidad del Menemato en las elecciones de 1995. Memoria... es casi un documental de combate y rememora con algunas de las formas en las que se expresa, aquellos documentales de los últimos sesentas y primeros setentas (al estilo de La hora de los hornos o el Cine de la Base). Lamentablemente, varias décadas después, volvemos a sentir vergüenza de nuestro pasado, pero también a reconocernos actores de nuestros propios futuros.
Fabiana Ferraz.
lunes, marzo 22, 2004
Sin novedad en el frente
Festival de Mar del Plata.
CAPRICHOS
Si hay una palabra para definir el estado psíquico- emocional que despierta este ocaso del Festival marplatense versión 2004, debe ser hastío. Se nota en las extensas caras de los críticos, en las inertes expresiones de los invitados, en el retiro prematuro del público, en las desoladas fiestas nocturnas. La pasión festivalera firmó su parte de defunción y la tibieza nos invadió a todos, quedamos desamparados y solos y ni siquiera la idea de sumergirse constantemente en salas oscuras nos eximió de la desazón de una realidad cada vez más insulsa.
Se acabó, amigos, y me gustaría poder afirmar que fueron diez días inolvidables de encuentro con la crema del cine mundial pero el lácteo nos llegó rancio y en el paladar sólo perdura el sabor ácido de la insatisfacción. Fue tal vez la sección de competencia más pobre de los últimos años, donde destacan la mediocridad absoluta de films como la alemana Gone, el panfletismo demagógico de la italiana Me piace laborare o la cursilería más indigesta de la japonesa Blue Light. Y ni hablar de la galardonada Buena Vida Delivery, de la cual me bastó ver unos fotogramas para notar ese tufillo a viejo cine argentino, a planos de tetas gratuitas, a costumbrismo banal, a diálogos gastados y fechados antes de nacer. La única nota alta es para Dealer, película húngara en la que el uso del color opaco, del sonido sórdido y de extensos travellings circulares se amalgaman para producir un estado de maravilloso transe prolongado.
Si existió un respiro a tanto celuloide vetusto, se produjo en la sección Punto de Vista. Lo curioso es que las mejores películas provienen de directores ya consagrados y son pocos los nombres nuevos que prometen a futuro. El dúo Jorgen Leth y Lars von Trier entregaron un documental exquisito e inteligente, en base a ideas del excéntrico Lars; Manoel de Oliveira rompió todos los esquemas y diseñó con Un Filme Falado el anti crowd-pleaser con final explosivo; Dalí se unió a Disney para crear un choque de mundos que supera cualquier expectativa. Sin embargo, la verdadera gema es la última película de Peter Greenaway, ese experimentador de los sentidos, siempre impulsando al cine hasta su última frontera: su Tulse Luper Suitcases (The Moab Stories) es una fiesta de infinitas capas, de sonidos e imágenes inaprehensibles, de narraciones desmembradas.
Las otras secciones dejaron entrever escasas salvedades. Marina de Van le dio un toque de color a la sección La Mujer y el Cine con su desequilibrada historia de una chica que se come a sí misma (In My Skin) y Mabel Cheung hizo de Traces of a Dragon un aceptable presente familiar para Jackie Chan, ese entrañable amigo de todo cinéfilo. En el turno de la Mirada Documental hubo películas apoyadas en figuras centrales fuertes (como Aileen: Life and death of a Serial Killer, donde la prostituta asesina embiste contra la policía, su familia y amenaza con la llegada de la nave nodriza) y otras cementadas en notables desarrollos formales (The magical life of Long tack Sam, cuyo uso del comic y de fotografías en movimiento le da a la película un tono burlón y absolutamente encantador).
Poco más queda por decir. Las películas de trasnoche decepcionaron, salvo por las juguetonas Beyond Reanimator y Dead End, ambas al borde del abismo en lo que respecta a cumplir con el género. Las fiestas nocturnas ayudaron a levantar el ánimo, conducidas siempre por glamorosas bandas (como Entre Ríos o Adicta) y el simpatiquísimo anfitrión/a Charly Darling nunca perdió la sonrisa.
El consuelo, como de costumbre, es la gastronomía, y la mezcla de sabores de los borrachitos de la confitería Boston con la cerveza verde de Antares (la legendaria Saint Patrick´s Blood) redondean un recuerdo agradable. Al menos uno entre tantos poco agraciados y una buena razón para volver a Mar del Plata el año entrante, ciudad de ancianos, de casinos y, aunque esté en duda, de cine.
Guido Segal.
CAPRICHOS
Si hay una palabra para definir el estado psíquico- emocional que despierta este ocaso del Festival marplatense versión 2004, debe ser hastío. Se nota en las extensas caras de los críticos, en las inertes expresiones de los invitados, en el retiro prematuro del público, en las desoladas fiestas nocturnas. La pasión festivalera firmó su parte de defunción y la tibieza nos invadió a todos, quedamos desamparados y solos y ni siquiera la idea de sumergirse constantemente en salas oscuras nos eximió de la desazón de una realidad cada vez más insulsa.
Se acabó, amigos, y me gustaría poder afirmar que fueron diez días inolvidables de encuentro con la crema del cine mundial pero el lácteo nos llegó rancio y en el paladar sólo perdura el sabor ácido de la insatisfacción. Fue tal vez la sección de competencia más pobre de los últimos años, donde destacan la mediocridad absoluta de films como la alemana Gone, el panfletismo demagógico de la italiana Me piace laborare o la cursilería más indigesta de la japonesa Blue Light. Y ni hablar de la galardonada Buena Vida Delivery, de la cual me bastó ver unos fotogramas para notar ese tufillo a viejo cine argentino, a planos de tetas gratuitas, a costumbrismo banal, a diálogos gastados y fechados antes de nacer. La única nota alta es para Dealer, película húngara en la que el uso del color opaco, del sonido sórdido y de extensos travellings circulares se amalgaman para producir un estado de maravilloso transe prolongado.
Si existió un respiro a tanto celuloide vetusto, se produjo en la sección Punto de Vista. Lo curioso es que las mejores películas provienen de directores ya consagrados y son pocos los nombres nuevos que prometen a futuro. El dúo Jorgen Leth y Lars von Trier entregaron un documental exquisito e inteligente, en base a ideas del excéntrico Lars; Manoel de Oliveira rompió todos los esquemas y diseñó con Un Filme Falado el anti crowd-pleaser con final explosivo; Dalí se unió a Disney para crear un choque de mundos que supera cualquier expectativa. Sin embargo, la verdadera gema es la última película de Peter Greenaway, ese experimentador de los sentidos, siempre impulsando al cine hasta su última frontera: su Tulse Luper Suitcases (The Moab Stories) es una fiesta de infinitas capas, de sonidos e imágenes inaprehensibles, de narraciones desmembradas.
Las otras secciones dejaron entrever escasas salvedades. Marina de Van le dio un toque de color a la sección La Mujer y el Cine con su desequilibrada historia de una chica que se come a sí misma (In My Skin) y Mabel Cheung hizo de Traces of a Dragon un aceptable presente familiar para Jackie Chan, ese entrañable amigo de todo cinéfilo. En el turno de la Mirada Documental hubo películas apoyadas en figuras centrales fuertes (como Aileen: Life and death of a Serial Killer, donde la prostituta asesina embiste contra la policía, su familia y amenaza con la llegada de la nave nodriza) y otras cementadas en notables desarrollos formales (The magical life of Long tack Sam, cuyo uso del comic y de fotografías en movimiento le da a la película un tono burlón y absolutamente encantador).
Poco más queda por decir. Las películas de trasnoche decepcionaron, salvo por las juguetonas Beyond Reanimator y Dead End, ambas al borde del abismo en lo que respecta a cumplir con el género. Las fiestas nocturnas ayudaron a levantar el ánimo, conducidas siempre por glamorosas bandas (como Entre Ríos o Adicta) y el simpatiquísimo anfitrión/a Charly Darling nunca perdió la sonrisa.
El consuelo, como de costumbre, es la gastronomía, y la mezcla de sabores de los borrachitos de la confitería Boston con la cerveza verde de Antares (la legendaria Saint Patrick´s Blood) redondean un recuerdo agradable. Al menos uno entre tantos poco agraciados y una buena razón para volver a Mar del Plata el año entrante, ciudad de ancianos, de casinos y, aunque esté en duda, de cine.
Guido Segal.
Por qué no puedo ser feliz
La amo, te amo, me ama (Nos enfants chéris, Francia, 2003). Dirigida por Benoît Cohen. Con Romane Bohringer, Mathieu Demy, Laurence Côte, Mathias Mlekus, Fabio Zenoni, Eleonore Pourriat y Julie Boisselier. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 2
Las parejas de esta película gozan del gran dilema pimpenelesco “En el amor se quiere lo que no se tiene”. Esta cuestión, planteada inmediatamente después de los títulos de apertura, se desarrollará a posteriori, cuando las parejas implicadas se encuentren en una casa de veraneo. Si los matrimonios hubieran mantenido el ímpetu –el mismo que reclaman las canciones de Lucía y Joaquín “¡Sí, te engañé, pero tu lo buscabas! ¡Ahora me toca a mí!”- con el que se (mal)trataban inicialmente, la apreciación del relato sería más positiva.
La película pretende que los personajes pasen factura a sus parejas, se enojen, se harten, decidan de manera egoísta, pero todo en un tono poco contundente. Las discusiones se diluyen, los reclamos se esfuman y se pierden en el campo. Benoït Cohen no puede contener a sus actores, se pierde en el espacio y despacio abandona los problemas (o el intento de problematizar) que proyecta en sus intérpretes.
La amo, te amo, me ama ahonda en la posibilidad del reencuentro de dos ex novios, qué pasa cuando se hallan casados y con hijos, qué se hace con la atracción que renace, cómo descubren que son infelices y de qué forma pueden huir de sus respectivas obligaciones maritales para revivir aquello que no fue. La molestia surge por tanta evasión, no se puede creer en un discurso esquivo. Este relato tibio (tirando a frío) no resiste, no enfrenta lo poco que arriesga, como la posibilidad de formar otra pareja después de los hijos. Una sucesión de necedades que no llegan ni al capricho, porque para ser caprichoso hay que elegir y sostener lo deseado.
María Marta Sosa.
ESTRENO
Puntaje: 2
Las parejas de esta película gozan del gran dilema pimpenelesco “En el amor se quiere lo que no se tiene”. Esta cuestión, planteada inmediatamente después de los títulos de apertura, se desarrollará a posteriori, cuando las parejas implicadas se encuentren en una casa de veraneo. Si los matrimonios hubieran mantenido el ímpetu –el mismo que reclaman las canciones de Lucía y Joaquín “¡Sí, te engañé, pero tu lo buscabas! ¡Ahora me toca a mí!”- con el que se (mal)trataban inicialmente, la apreciación del relato sería más positiva.
La película pretende que los personajes pasen factura a sus parejas, se enojen, se harten, decidan de manera egoísta, pero todo en un tono poco contundente. Las discusiones se diluyen, los reclamos se esfuman y se pierden en el campo. Benoït Cohen no puede contener a sus actores, se pierde en el espacio y despacio abandona los problemas (o el intento de problematizar) que proyecta en sus intérpretes.
La amo, te amo, me ama ahonda en la posibilidad del reencuentro de dos ex novios, qué pasa cuando se hallan casados y con hijos, qué se hace con la atracción que renace, cómo descubren que son infelices y de qué forma pueden huir de sus respectivas obligaciones maritales para revivir aquello que no fue. La molestia surge por tanta evasión, no se puede creer en un discurso esquivo. Este relato tibio (tirando a frío) no resiste, no enfrenta lo poco que arriesga, como la posibilidad de formar otra pareja después de los hijos. Una sucesión de necedades que no llegan ni al capricho, porque para ser caprichoso hay que elegir y sostener lo deseado.
María Marta Sosa.
miércoles, marzo 17, 2004
Gritos y susurros
Te doy mis ojos (España, 2003). Dirigida por Icíar Bollaín. Con Luis Tosar, Laia Marull Y Candela Peña. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 7
Vi Te doy mis ojos media hora después de soportar Las invasiones bárbaras. Y decidí -impune, de eso se trata un poco el acto de escribir- separarlas en dos categorías: la aclamada creación de Denys Arcand no es más que un aberrante conjunto de gritos, un pesado fardo plagado de grandilocuencias (nunca grandezas) que niegan al cine porque se rehúsan a cuestionarlo, porque -infinita verbosidad mediante- minimizan al que mira y le aclaran todo. Y cuanto más fácil mejor: el plano en el que se ve al avión incrustándose en las Torres Gemelas es el colmo del cine fillcar, jactancioso, unidireccionado, autocomplaciente y jetón.
Después de tanto alarido pedante vino, por suerte, Te doy mis ojos. Y la diferencia con la anterior fue evidente: la de Icíar Bollaín es un susurro, una de esas películas que se escabullen y le escapan al gran “tema” sin falsa modestia, que se erigen sin la necesidad de recibir aprobación de unas almas pretenciosas que venden su exclusividad a los asuntos importantes.
Te doy mis ojos no es ni más ni menos que una historia chiquita, bien contada, un grupo de personajes bien delineados y una directora que lejos de redimirlos -la tentación de hacerlo, sobre todo con el personaje del violento interpretado por Luis Tosar, era gigante- cuenta un cuento. Justamente, la narración falla cuando Bollaín intenta levantar la voz y ponerse a explicar: la inclusión de obras de arte con sus correspondientes mitos no hacen más que dirigir la mirada del espectador. Cuando esto no sucede, cuando el tono no se hace machacón, la historia no hace más que fluir.
Que sea militancia: ni el más mínimo préstamo de ojos para la fanfarrona bazofia canadiense y un poco más de atención al susurro español que en medio de tanta barbarie impostada resulta miel para cualquier oído decente.
Agustina Larrea.
ESTRENO
Puntaje: 7
Vi Te doy mis ojos media hora después de soportar Las invasiones bárbaras. Y decidí -impune, de eso se trata un poco el acto de escribir- separarlas en dos categorías: la aclamada creación de Denys Arcand no es más que un aberrante conjunto de gritos, un pesado fardo plagado de grandilocuencias (nunca grandezas) que niegan al cine porque se rehúsan a cuestionarlo, porque -infinita verbosidad mediante- minimizan al que mira y le aclaran todo. Y cuanto más fácil mejor: el plano en el que se ve al avión incrustándose en las Torres Gemelas es el colmo del cine fillcar, jactancioso, unidireccionado, autocomplaciente y jetón.
Después de tanto alarido pedante vino, por suerte, Te doy mis ojos. Y la diferencia con la anterior fue evidente: la de Icíar Bollaín es un susurro, una de esas películas que se escabullen y le escapan al gran “tema” sin falsa modestia, que se erigen sin la necesidad de recibir aprobación de unas almas pretenciosas que venden su exclusividad a los asuntos importantes.
Te doy mis ojos no es ni más ni menos que una historia chiquita, bien contada, un grupo de personajes bien delineados y una directora que lejos de redimirlos -la tentación de hacerlo, sobre todo con el personaje del violento interpretado por Luis Tosar, era gigante- cuenta un cuento. Justamente, la narración falla cuando Bollaín intenta levantar la voz y ponerse a explicar: la inclusión de obras de arte con sus correspondientes mitos no hacen más que dirigir la mirada del espectador. Cuando esto no sucede, cuando el tono no se hace machacón, la historia no hace más que fluir.
Que sea militancia: ni el más mínimo préstamo de ojos para la fanfarrona bazofia canadiense y un poco más de atención al susurro español que en medio de tanta barbarie impostada resulta miel para cualquier oído decente.
Agustina Larrea.
martes, marzo 16, 2004
Con ánimo de andar
Regreso a Cold Mountain (Cold Mountain. E.E.U.U. 2003) Dirigida por Anthony Minghella. Con Nicole Kidman, Jude Law, Renée Zellweger
ESTRENO
Puntaje: 4
La voz de Ada Monroe (Kidman) en off que inicia el relato, con un tono calmo y pausado, anuncia su llegada a Cold Mountain. Las palabras de Ada se escuchan mientras estalla la batalla de Petesburgo y el héroe homérico Inman (Law) decide abandonar el ejército y regresar junto a su amAda. El impacto visual y sonoro que reclama la secuencia inicial nos envuelve en el universo que Minghella supo construir desde su primera película: excesos escenográficos, temporales, sonoros (insoportables composiciones que no desentonan, ya que todo lo que se ve y escucha derrocha tragedia). Tanto despliegue de elegancia dificulta la impresión de realidad que Minghella quiere evocar (E.E.U.U. en 1864). Este despilfarro quiebra la coherencia del universo diegético.
En El talentoso Mr. Ripley todo era estilizado y elegante, pero los materiales fílmicos correspondían con el tiempo del relato; Law, Paltrow y Damon, sus vestuarios, sus modos, su garbo, nato en el caso de los dos primeros y adquirido por Damon/Ripley, no discordaban con los preciosos paisajes de Europa por los que circulaban, ni con aquel relato de apariencias y de aspiraciones personales de los bellos jóvenes insatisfechos.
La construcción del verosímil, del mundo posible en el que transcurren las historias, lo artificial y lo arbitrario, se borran en beneficio de la aparente realidad. Esta “naturalidad” proviene del modo de representación cinematográfica (el de Minghella en este caso), más allá del exceso, la construcción no entra en contradicción con la coherencia del mundo ficcional que se evoca.
En C.M. la gélida belleza de Nicole Kidman, con sus facciones tan poco naturales y ajenas a las condiciones cosméticas del siglo XIX, más ese registro glacial en el que la actriz ejecuta su rol de Ada Monroe, hacen increíble el amor, la atracción que supuestamente existe entre el adusto Inman y la perfecta Ada.
En Moulin Rouge, Satine (Kidman) imploraba a Christian que regresara a ella y olvidara todo; aquella imagen de ella destrozada de amor sobre el escenario, cantando con su último aliento conmovía hasta extenuar al espectador. En C. M., Ada envía una carta a su amado y le pide que deje el combate y regrese a la montaña, las palabras se perpetran sin emoción, la resolución y la fuerza con la que Inman sostiene su travesía se ve irrisoria, como toda la película.
María Marta Sosa.
ESTRENO
Puntaje: 4
La voz de Ada Monroe (Kidman) en off que inicia el relato, con un tono calmo y pausado, anuncia su llegada a Cold Mountain. Las palabras de Ada se escuchan mientras estalla la batalla de Petesburgo y el héroe homérico Inman (Law) decide abandonar el ejército y regresar junto a su amAda. El impacto visual y sonoro que reclama la secuencia inicial nos envuelve en el universo que Minghella supo construir desde su primera película: excesos escenográficos, temporales, sonoros (insoportables composiciones que no desentonan, ya que todo lo que se ve y escucha derrocha tragedia). Tanto despliegue de elegancia dificulta la impresión de realidad que Minghella quiere evocar (E.E.U.U. en 1864). Este despilfarro quiebra la coherencia del universo diegético.
En El talentoso Mr. Ripley todo era estilizado y elegante, pero los materiales fílmicos correspondían con el tiempo del relato; Law, Paltrow y Damon, sus vestuarios, sus modos, su garbo, nato en el caso de los dos primeros y adquirido por Damon/Ripley, no discordaban con los preciosos paisajes de Europa por los que circulaban, ni con aquel relato de apariencias y de aspiraciones personales de los bellos jóvenes insatisfechos.
La construcción del verosímil, del mundo posible en el que transcurren las historias, lo artificial y lo arbitrario, se borran en beneficio de la aparente realidad. Esta “naturalidad” proviene del modo de representación cinematográfica (el de Minghella en este caso), más allá del exceso, la construcción no entra en contradicción con la coherencia del mundo ficcional que se evoca.
En C.M. la gélida belleza de Nicole Kidman, con sus facciones tan poco naturales y ajenas a las condiciones cosméticas del siglo XIX, más ese registro glacial en el que la actriz ejecuta su rol de Ada Monroe, hacen increíble el amor, la atracción que supuestamente existe entre el adusto Inman y la perfecta Ada.
En Moulin Rouge, Satine (Kidman) imploraba a Christian que regresara a ella y olvidara todo; aquella imagen de ella destrozada de amor sobre el escenario, cantando con su último aliento conmovía hasta extenuar al espectador. En C. M., Ada envía una carta a su amado y le pide que deje el combate y regrese a la montaña, las palabras se perpetran sin emoción, la resolución y la fuerza con la que Inman sostiene su travesía se ve irrisoria, como toda la película.
María Marta Sosa.
domingo, marzo 14, 2004
Tedio y nostalgia en Mar del Plata
Festival de Mar del Plata
CAPRICHO
Mar del Plara siempre me produce una sensación extraña, casi incómoda. Vuelvo a sus calles una vez por año para transitar el mundo festivalero y difícilmente me corra del circuito habitual, confinado a un estrecho círculo de 10 ó 15 cuadras. En ese pequeño reducto la vida corre a velocidad extrema, abundan los frívolos y los aduladores y los "famosos" (cada vez más ignotos) son manejados con algodón, adorados hasta la médula y venerados por ancianos (abundantes) y jóvenes (hiper excitados) por igual. Es una Mar del Plata falsa, una imitación fallida y trastornada, un invento de ciudad veraniega devenida en paraíso cinéfilo. Detrás, hacia los bordes, está la Mar del Plata fanstasma, la real, la nostálgica. La ciudad de tranquilas casa residenciales y de inviernos junto al mar, el retiro espiritual de la clase media argentina (o lo que quedó de ella), un fascinante mundo quedado en los cincuentas: los hoteles sindicales, las confiterías tradicionales, los reductos secretos. Ese mendo que yo no veo, el que me pierdo por ser parte del decaído festival de cine de la Feliz.
Pero este año las cosas parecen cambiar. ¿Por qué? Porque el cine parece ausente la edición 2004. Es sabido que Mardel no tiene ni por asomo el nivel del Fetival de Buenos Aires y que uno viene aquí más a relajarse que a desesperarse por ver films. Pero aún teniendo en cuenta el factor relajo, hay un marcado índice de mediocridad en la grilla y un altísimo porcentaje de desilusiones. Para citar ejemplos: Carandirú, del marplatense Babenco, resulta una pieza aberrante y demagógica, plagada de golpes bajos y chistes que rozan el humor televisivo; la sección competencia presenta películas aburridas hasta el hartazgo, entre ellas un pseudo telefilm británico llamado Tocuhing the Void sobre alpinistas o una fallida película espacial argentina (sí, con el Puma Goity haciendo de las suyas y una base espacial en Temperley); una película nominada al Oscar (la sueca Evil) que promete ser una obra delicada y acaba siendo un trivial film de colegiales que son provocados sin razón. Gracias a Dios que tenemos joyitas como Laurel Canyon, un destacado en la sección La Mujer y el Cine, que presenta un variedad de matices y de observaciones ácidas (sobre las relaciones de pareja, sobre el choque entre mundos diferentes, sobre la frivolidad y el rock ´n roll) y nunca deja de entretener; o American Splendor, la descomunalmente perfecta biografía- comic- documental sobre Harvey Pekar, amargado escritor de comics cuya vida se vuelca en cada número mensual. Mortadelo y Filemón, a pesar de su humor disparatado y de su inaudita velocidad, no deja de ser un evento menor y olvidable.
Basta recalcar finalmente la leve frustración que genera la sección Cerca de lo Oscuro, en la que algunos títulos promteían diversión alocada y hasta ahora solo han entregado tedio. Habrá que esperar a los films coreanos, cuyo aspecto inicial parece digno del mejor espectáculo.
Si bien el panorama no es prometedor, no hay que perder la esperanza. Siempre quedan como último recurso las fiestas nocturnas en el Café de las Sirenas, los churros de Manolo o los largos paseos por la playa, representante perfecto de esa Mar del Plata que olvido durante el festival.
Guido Segal.
CAPRICHO
Mar del Plara siempre me produce una sensación extraña, casi incómoda. Vuelvo a sus calles una vez por año para transitar el mundo festivalero y difícilmente me corra del circuito habitual, confinado a un estrecho círculo de 10 ó 15 cuadras. En ese pequeño reducto la vida corre a velocidad extrema, abundan los frívolos y los aduladores y los "famosos" (cada vez más ignotos) son manejados con algodón, adorados hasta la médula y venerados por ancianos (abundantes) y jóvenes (hiper excitados) por igual. Es una Mar del Plata falsa, una imitación fallida y trastornada, un invento de ciudad veraniega devenida en paraíso cinéfilo. Detrás, hacia los bordes, está la Mar del Plata fanstasma, la real, la nostálgica. La ciudad de tranquilas casa residenciales y de inviernos junto al mar, el retiro espiritual de la clase media argentina (o lo que quedó de ella), un fascinante mundo quedado en los cincuentas: los hoteles sindicales, las confiterías tradicionales, los reductos secretos. Ese mendo que yo no veo, el que me pierdo por ser parte del decaído festival de cine de la Feliz.
Pero este año las cosas parecen cambiar. ¿Por qué? Porque el cine parece ausente la edición 2004. Es sabido que Mardel no tiene ni por asomo el nivel del Fetival de Buenos Aires y que uno viene aquí más a relajarse que a desesperarse por ver films. Pero aún teniendo en cuenta el factor relajo, hay un marcado índice de mediocridad en la grilla y un altísimo porcentaje de desilusiones. Para citar ejemplos: Carandirú, del marplatense Babenco, resulta una pieza aberrante y demagógica, plagada de golpes bajos y chistes que rozan el humor televisivo; la sección competencia presenta películas aburridas hasta el hartazgo, entre ellas un pseudo telefilm británico llamado Tocuhing the Void sobre alpinistas o una fallida película espacial argentina (sí, con el Puma Goity haciendo de las suyas y una base espacial en Temperley); una película nominada al Oscar (la sueca Evil) que promete ser una obra delicada y acaba siendo un trivial film de colegiales que son provocados sin razón. Gracias a Dios que tenemos joyitas como Laurel Canyon, un destacado en la sección La Mujer y el Cine, que presenta un variedad de matices y de observaciones ácidas (sobre las relaciones de pareja, sobre el choque entre mundos diferentes, sobre la frivolidad y el rock ´n roll) y nunca deja de entretener; o American Splendor, la descomunalmente perfecta biografía- comic- documental sobre Harvey Pekar, amargado escritor de comics cuya vida se vuelca en cada número mensual. Mortadelo y Filemón, a pesar de su humor disparatado y de su inaudita velocidad, no deja de ser un evento menor y olvidable.
Basta recalcar finalmente la leve frustración que genera la sección Cerca de lo Oscuro, en la que algunos títulos promteían diversión alocada y hasta ahora solo han entregado tedio. Habrá que esperar a los films coreanos, cuyo aspecto inicial parece digno del mejor espectáculo.
Si bien el panorama no es prometedor, no hay que perder la esperanza. Siempre quedan como último recurso las fiestas nocturnas en el Café de las Sirenas, los churros de Manolo o los largos paseos por la playa, representante perfecto de esa Mar del Plata que olvido durante el festival.
Guido Segal.
viernes, marzo 05, 2004
Asuntos pendientes
El Nuremberg argentino (Argentina/España, 2002). Dirigida por Miguel Rodríguez Arias. Con Tomás Abraham, Angel Berlanga, Miguel Bonasso. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 8.
La distancia entre esta película y un documental cinematográfico es abismal. El Nuremberg argentino, por el contrario, se acerca profundamente al documental televisivo. Cuenta con el elemento iconoclasta que la diferencia de las otras producciones similares: el poder del documento clarificador e indispensable, la filmación probatoria. Que hoy sea proyectado en el cine es de prestado, de balde, lo utiliza únicamente como medio, se trata sólo de una experiencia. Este producto pertenece al anclaje hogareño y está permanentemente en la línea del fuego. El poder absoluto y completamente crudo que ofrece la filmación del juicio a las juntas dictatoriales argentinas (1976-1983) es increíblemente rico y en este documental al menos lo podemos disfrutar mediante bocanadas. Esto tiene muchísimo valor como documento maestro y guía. Nunca pretende ser pedagógico pero si fragmentario. La mayoría de las escenas están filmadas desde atrás y revelan la expresión de ese cuarto de rostro que apenas advertimos y que nos resulta tan doloroso. Otros elementos de magnífica importancia son las caras de los fiscales ante las insólitas declaraciones de los abogados defensores. Vale la pena resaltar, aunque en menor medida, la voz de los protagonistas hoy, ex detenidos, y su afronta con sus palabras anteriores por el juicio del crimen verdadero que vivieron. Lo peor: los relatos de la voz en off y la posición parcial del documentalista con EEUU y Jimmy Carter. Este gran documental televisivo con su valor probatorio quedará signado por la voz de su faro, la razón de su existencia, la grabación de los acontecimientos del juicio a los imperdonables.
Leandro Rosenzveig.
ESTRENO
Puntaje: 9. En los diarios: Martín Pérez (Página/12): ; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6; Adolfo C. Martínez (La Nación): 6; Aníbal M. Vinelli (Clarín): 8.
La distancia entre esta película y un documental cinematográfico es abismal. El Nuremberg argentino, por el contrario, se acerca profundamente al documental televisivo. Cuenta con el elemento iconoclasta que la diferencia de las otras producciones similares: el poder del documento clarificador e indispensable, la filmación probatoria. Que hoy sea proyectado en el cine es de prestado, de balde, lo utiliza únicamente como medio, se trata sólo de una experiencia. Este producto pertenece al anclaje hogareño y está permanentemente en la línea del fuego. El poder absoluto y completamente crudo que ofrece la filmación del juicio a las juntas dictatoriales argentinas (1976-1983) es increíblemente rico y en este documental al menos lo podemos disfrutar mediante bocanadas. Esto tiene muchísimo valor como documento maestro y guía. Nunca pretende ser pedagógico pero si fragmentario. La mayoría de las escenas están filmadas desde atrás y revelan la expresión de ese cuarto de rostro que apenas advertimos y que nos resulta tan doloroso. Otros elementos de magnífica importancia son las caras de los fiscales ante las insólitas declaraciones de los abogados defensores. Vale la pena resaltar, aunque en menor medida, la voz de los protagonistas hoy, ex detenidos, y su afronta con sus palabras anteriores por el juicio del crimen verdadero que vivieron. Lo peor: los relatos de la voz en off y la posición parcial del documentalista con EEUU y Jimmy Carter. Este gran documental televisivo con su valor probatorio quedará signado por la voz de su faro, la razón de su existencia, la grabación de los acontecimientos del juicio a los imperdonables.
Leandro Rosenzveig.
jueves, marzo 04, 2004
El senil mundo de Jack
Alguien tiene que ceder (Something´s gotta give, Estados Unidos, 2003) Dirigida por Nancy Meyers. con Jack Nicholson, Diane Keaton, Frances MacDormand, Keanu Reeves y Amanda Peet.
ESTRENO
Puntaje: 5
"Es maravillosa, la quiero ver de vuelta; a vos no te gusta porque sos de otra generación". Las palabras de mi madre me produjeron una remarcado estupor, una notable incomprensión. ¿Es posible que sea necesario superar la barrera de los cincuenta para disfrutar este tipo de películas?
"Es una película senil". No se hace esperar la contrapartida por parte de un allegado a mis padres que comparte el rango de edad. Se hace evidente que hay que elegir con quien coincidir en opiniones y termina pesando, en mi caso, lo anlítico por sobre lo emocional.
Si Alguien tiene que ceder resulta una película chata y muy poco interesante no es porque los protagonistas se acercquen a las seis décadas o porque transiten situaciones que un veinteañero apenas se atrevería a soñar. El problema es lisa y llanamente que se apoya en una estructura pobre, que agota toda su pólvora antes de la mitad del metraje y que elige el slapstick gratutio a la hora de construir gags por sobre la inteligencia. Quiere ser comprometida al hablar del sexo en mujeres que han pasado su primavera pero elige para ello a una Diane Keaton que apenas si muestra el paso del tiempo; quiere ser arriesgada al estudiar a un mujeriego empedernido que descubre el tardío amor pero obliga al personaje de Nicholson a cambios arbitrarios y moralistas ("está mal estar con chicas de veinte, hay que quedarse con una de sesenta"). Por si esto fuera poco, se desaprovecha a Frances MacDormand y se ve obligada a pronunciar frases petulantes y monótonas que hasta Cosmopiltan rechazaría; y no olvidemos al galancito de Keanu, personaje insoportablemente sensible, un príncipe azul mal diseñado, mal ejecutado y por sobre todo inverosímil.
Nancy Meyers confirma una vez más su torpeza narrativa, Jack Nicholson abusa una vez más de su moldeable cara y Amanda Peet deslumbra como siempre con su precioso rostro (a falta de talento.). Si algo faltaba, la banda sonora articula deleznables melodías hiphopperas con archiclásicos de la música francesa y pretende ser original y refinada en el proceso. Como el título bien lo dice, alguien probablemente cederá porque siempre hay espectadores mediocres para films mediocres.
Guido Segal.
ESTRENO
Puntaje: 5
"Es maravillosa, la quiero ver de vuelta; a vos no te gusta porque sos de otra generación". Las palabras de mi madre me produjeron una remarcado estupor, una notable incomprensión. ¿Es posible que sea necesario superar la barrera de los cincuenta para disfrutar este tipo de películas?
"Es una película senil". No se hace esperar la contrapartida por parte de un allegado a mis padres que comparte el rango de edad. Se hace evidente que hay que elegir con quien coincidir en opiniones y termina pesando, en mi caso, lo anlítico por sobre lo emocional.
Si Alguien tiene que ceder resulta una película chata y muy poco interesante no es porque los protagonistas se acercquen a las seis décadas o porque transiten situaciones que un veinteañero apenas se atrevería a soñar. El problema es lisa y llanamente que se apoya en una estructura pobre, que agota toda su pólvora antes de la mitad del metraje y que elige el slapstick gratutio a la hora de construir gags por sobre la inteligencia. Quiere ser comprometida al hablar del sexo en mujeres que han pasado su primavera pero elige para ello a una Diane Keaton que apenas si muestra el paso del tiempo; quiere ser arriesgada al estudiar a un mujeriego empedernido que descubre el tardío amor pero obliga al personaje de Nicholson a cambios arbitrarios y moralistas ("está mal estar con chicas de veinte, hay que quedarse con una de sesenta"). Por si esto fuera poco, se desaprovecha a Frances MacDormand y se ve obligada a pronunciar frases petulantes y monótonas que hasta Cosmopiltan rechazaría; y no olvidemos al galancito de Keanu, personaje insoportablemente sensible, un príncipe azul mal diseñado, mal ejecutado y por sobre todo inverosímil.
Nancy Meyers confirma una vez más su torpeza narrativa, Jack Nicholson abusa una vez más de su moldeable cara y Amanda Peet deslumbra como siempre con su precioso rostro (a falta de talento.). Si algo faltaba, la banda sonora articula deleznables melodías hiphopperas con archiclásicos de la música francesa y pretende ser original y refinada en el proceso. Como el título bien lo dice, alguien probablemente cederá porque siempre hay espectadores mediocres para films mediocres.
Guido Segal.
Experiencia religiosa
Tierra de sueños (In America, Irlanda/Reino Unido, 2002). Dirigida por Jim Sheridan. Con Paddy Considine, Samantha Morton, Sarah Bolger, Emma Bolger. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12): ; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6; Fernando López (La Nación): 8; Aníbal Vinelli (Clarín): 8. Metacritic: 74. Rotten Tomatoes: 89%.
Si buscamos en la filmografía de Jim Sheridan -Mi pie izquierdo, The Field, En el nombre del padre, The Boxer, In America- el primer rastro que percibimos es la preferencia por hechos (dramas) reales de familias irlandesas, representados en clave dramática, con una puesta en escena sensacionalista. Agotado el recurso del dolor ajeno, en Tierra de sueños, Sheridan ahonda en su biografía. El relato comparte con el director la llegada en los años ’80 de la familia a Nueva York, las peripecias que el joven Sheridan debe realizar para conseguir dinero, la anécdota de cargar un equipo de aire acondicionado por el medio de la calle y el duelo que debe vivir la familia por la muerte del hermano del director.
La familia que llega a la tierra de los sueños está compuesta por Sarah (Samantha Morton), la madre, maestra, que trabajará de camarera en una cafetería; Jonny (Paddy Considine), el padre, actor que buscará la oportunidad de su vida; Ariel y Christy, las niñas, quienes deberán padecer la indeferencia y las humillaciones de la comunidad educativa de Nueva York. El grupo recalará en un siniestro edificio de Harlem poblado por drogadictos, drag queens y un “hombre que grita”. Este cuadro de situación, que Sheridan quiere presentar como ordinario, derrocha violencia. Para seguir con la construcción del universo infernal, el director sostiene y vuelve problemático un dato que aparece al inicio dela película: Frankie, el hijo muerto en un accidente doméstico. Si la cosa estaba dura hasta ahora imagínense cuando:
1- El padre no pueda conseguir trabajo y el dinero no alcance.
2- Las niñas se hagan amigas de un enfermo terminal y el sujeto empeore.
3- Los padres no acepten la pérdida del hijo.
4- La madre quede embarazada (en una secuencia insufrible) y el bebé y ella corran peligro de muerte.
Nuevamente, la propuesta del director carece de profundidad ya que apela al golpe bajo; es decir: catecismo, frases sentimentales y comentarios pedantes.
María Marta Sosa.
ESTRENO
Puntaje: 4. En los diarios: Horacio Bernades (Página/12): ; Paraná Sendrós (Ambito Financiero): 6; Fernando López (La Nación): 8; Aníbal Vinelli (Clarín): 8. Metacritic: 74. Rotten Tomatoes: 89%.
Si buscamos en la filmografía de Jim Sheridan -Mi pie izquierdo, The Field, En el nombre del padre, The Boxer, In America- el primer rastro que percibimos es la preferencia por hechos (dramas) reales de familias irlandesas, representados en clave dramática, con una puesta en escena sensacionalista. Agotado el recurso del dolor ajeno, en Tierra de sueños, Sheridan ahonda en su biografía. El relato comparte con el director la llegada en los años ’80 de la familia a Nueva York, las peripecias que el joven Sheridan debe realizar para conseguir dinero, la anécdota de cargar un equipo de aire acondicionado por el medio de la calle y el duelo que debe vivir la familia por la muerte del hermano del director.
La familia que llega a la tierra de los sueños está compuesta por Sarah (Samantha Morton), la madre, maestra, que trabajará de camarera en una cafetería; Jonny (Paddy Considine), el padre, actor que buscará la oportunidad de su vida; Ariel y Christy, las niñas, quienes deberán padecer la indeferencia y las humillaciones de la comunidad educativa de Nueva York. El grupo recalará en un siniestro edificio de Harlem poblado por drogadictos, drag queens y un “hombre que grita”. Este cuadro de situación, que Sheridan quiere presentar como ordinario, derrocha violencia. Para seguir con la construcción del universo infernal, el director sostiene y vuelve problemático un dato que aparece al inicio dela película: Frankie, el hijo muerto en un accidente doméstico. Si la cosa estaba dura hasta ahora imagínense cuando:
1- El padre no pueda conseguir trabajo y el dinero no alcance.
2- Las niñas se hagan amigas de un enfermo terminal y el sujeto empeore.
3- Los padres no acepten la pérdida del hijo.
4- La madre quede embarazada (en una secuencia insufrible) y el bebé y ella corran peligro de muerte.
Nuevamente, la propuesta del director carece de profundidad ya que apela al golpe bajo; es decir: catecismo, frases sentimentales y comentarios pedantes.
María Marta Sosa.
miércoles, marzo 03, 2004
I Love It Loud
Furia en dos ruedas (Torque, Estados Unidos, 2004). Dirigida por Joseph Kahn. Con Martin Henderson y Ice Cube. Ficha técnica.
ESTRENO
Puntaje: 7
Furia en dos ruedas chorrea grasa por todos lados, tiene los peores diálogos que se escucharon en mucho tiempo y es tremendamente estúpida. Sin embargo, la película no le teme a nada y termina resultando una experiencia hermosa, a toda velocidad, con música machacona a todo volumen y un puñado de escenas memorables. Una inyección de adrenalina de nada más que 80 minutos de pura diversión. El director, Joseph Kahn, proviene del video clip, y eso se nota en todo momento. De hecho, la película se parece bastante en su estética al excelente video del ídem tema Toxic de Britney Spears, que él mismo dirigió. Furia en dos ruedas recuerda a aquellas películas de acción de mediados de los noventa, que eran pura adrenalina y poco más que eso, pero que esa limitación no les impedía que fueran muy buenas películas. Como Máxima velocidad de Jan De Bont y Caida libre de Deran Sarafian, pero en su variante motoquera. La premisa es de lo más básico. Es una historia de pandillas motoqueras, con todos los clichés habidos y por haber. Pero la película nos lleva al infinito y más allá con sus escenas acción perfectamente coreografiadas, como la persecución sobre el tren, la pelea de motos entre las dos chicas y el maravilloso final, con motos yendo a 300 kilómetros por hora en plena ciudad, una escena que emula la estética de algunos videogames y que resulta ser un cierre perfecto para una película como esta. El film hasta se permite mofarse de la película de la que a todas luces parece haber sacado su idea original, la muy inferior Rápido y furioso. En un momento, el protagonista dice la misma frase que dice Vin Diesel en el film mencionado: “Vivo mi vida un cuarto de milla por vez”, pero aquí la chica le responde: “Esa es la cosa más tonta que escuché en mi vida”. En esta película se escuchan cosas más tontas, pero vale la intención.
Juan P. Martínez.
ESTRENO
Puntaje: 7
Furia en dos ruedas chorrea grasa por todos lados, tiene los peores diálogos que se escucharon en mucho tiempo y es tremendamente estúpida. Sin embargo, la película no le teme a nada y termina resultando una experiencia hermosa, a toda velocidad, con música machacona a todo volumen y un puñado de escenas memorables. Una inyección de adrenalina de nada más que 80 minutos de pura diversión. El director, Joseph Kahn, proviene del video clip, y eso se nota en todo momento. De hecho, la película se parece bastante en su estética al excelente video del ídem tema Toxic de Britney Spears, que él mismo dirigió. Furia en dos ruedas recuerda a aquellas películas de acción de mediados de los noventa, que eran pura adrenalina y poco más que eso, pero que esa limitación no les impedía que fueran muy buenas películas. Como Máxima velocidad de Jan De Bont y Caida libre de Deran Sarafian, pero en su variante motoquera. La premisa es de lo más básico. Es una historia de pandillas motoqueras, con todos los clichés habidos y por haber. Pero la película nos lleva al infinito y más allá con sus escenas acción perfectamente coreografiadas, como la persecución sobre el tren, la pelea de motos entre las dos chicas y el maravilloso final, con motos yendo a 300 kilómetros por hora en plena ciudad, una escena que emula la estética de algunos videogames y que resulta ser un cierre perfecto para una película como esta. El film hasta se permite mofarse de la película de la que a todas luces parece haber sacado su idea original, la muy inferior Rápido y furioso. En un momento, el protagonista dice la misma frase que dice Vin Diesel en el film mencionado: “Vivo mi vida un cuarto de milla por vez”, pero aquí la chica le responde: “Esa es la cosa más tonta que escuché en mi vida”. En esta película se escuchan cosas más tontas, pero vale la intención.
Juan P. Martínez.